El mercado de trabajo cántabro se comportó bien en 2019, pero llega ralentizado a la crisis

El informe contiene la actualización de los datos del mercado de trabajo cántabro generados a lo largo de 2019 y la revisión del análisis de los mismos, así como las previsiones para 2020. Así, señala que al arranque de este año se mantenía «la tendencia a la ralentización de los últimos dos años, con unos datos debilitados pero positivos». Sin embargo, la irrupción de un nuevo protagonista, la pandemia generada por el virus Covid-19, que lo ha hecho con tal virulencia que de las previsiones que había para 2020, lo único cierto que se puede señalar (a mediados de marzo) es que «todo está puesto en cuarentena». Se abre un paréntesis que en términos económicos se estima que pueda durar al menos dos trimestres y donde la clave estará en la capacidad y velocidad para «reiniciar el país».

El estudio señala que los tres principales indicadores laborales procedentes de registros administrativos confirmaban la tendencia señalada: descenso del paro un 2,19 %, muy lejos de la bajada de dos dígitos de apenas hace dos años; algo similar ocurre con la contratación que, con un incremento de 1,23 %, se deja ocho puntos en el mismo periodo y algo más compensado el comportamiento interanual de la afiliación que sube un 1,62 %.

De otro lado, los indicadores que aporta la Encuesta de Población Activa (EPA), para el cuarto trimestre, incluyen una de cal y otra de arena, lo que introduce contradicción. Empeora la tasa de paro, ligera mejora de la de empleo y repunte de la población activa. Cantabria cerró 2019 con estos datos: incremento significativo de la población activa, dato que el primer trimestre de 2020 pone en cuestión, hasta las 275.500 personas, de las cuales 244.700 estaban ocupadas y las 30.800 restantes paradas, lo que se traduce en unas tasas de actividad del 55,73 %, de empleo del 49,50 % y una tasa de paro del 11,18 %. Estos mismos indicadores para el conjunto de España serían del 58,74 %, 50,64 % y 13,78 %, respectivamente. Comparativamente, tasa de paro mejor aunque menos, de empleo similar por debajo y peor tasa de actividad aunque este año se aproximaron.

En cuanto a los datos de la economía española y cántabra en 2019, aunque positivos, se decantaron por la ralentización aunque con los correspondientes matices sectoriales y geográficos. En el caso de Cantabria, el Producto Interior Bruto (PIB), ya lejos de las estimaciones previas se cree que va ser de un incremento del 1,5 % mientras que el conjunto del Estado el avance va concretarse en torno al 1,8 %, también pendiente de confirmar.

Para 2020 ya se habla de entrada en recesión importante. La última renta per cápita disponible (23. 757 euros) aun con el repunte de este año, todavía está por debajo del promedio nacional (25.727 euros, que también creció). Los indicadores de consumo interno mantuvieron el tono positivo, sobre todo en actividades relacionadas con el turismo y el comercio (precisamente los más cuestionados en abril de 2020), así como el sector exterior. El resto ha dado síntomas de flaqueza con algunos retrocesos ya significativos.

Un dato que tiene en cuenta el informe es el censo de empresas y señala que, un año más, vuelve a contraerse, en esta caso un 1,23% en el número de centros de cotización radicados en la Comunidad, ante un descenso del 1% en cómputo estatal. Respecto a la afiliación de trabajadores, los datos son mejores, en el último año se han incrementado en casi tres mil quinientos afiliados, aunque con menos de intensidad que en el conjunto de España (1,62 % por 1,84 %). El régimen general de la Seguridad Social, cuenta ajena, absorbe la práctica totalidad del incremento de 2019, como el año anterior.

La contratación en Cantabria durante 2019 se ha mantenido e incluso repunto ligeramente a fin de año hasta crecer un 1,23 %, ligeramente por encima del crecimiento en el conjunto de España (0,99 %). Exactamente se registraron 261.009 contratos y participaron 80.962 personas, menos que el año pasado. El primer trimestre de 2020 ya está mostrando las nefastas consecuencias de la pandemia. Si el año pasado mejoraron los datos de contratación indefinida, este han vuelto a caer de manera importante (14,24 %) creciendo solo las relaciones laborales temporales, que se caracterizan por una menor duración del contrato y por una mayor rotación (3,22). Recuperado el volumen de contratos, que no de personas participantes, el reto parece centrarse en la calidad de la contratación, incluso al margen de la temporalidad.

El perfil estándar de la persona contratada vuelve a ser, por poco, mujer (en España la diferencia es mayor e inversa), con una edad que está entre los 35-40 años, ha realizado estudios de secundaria obligatoria y se concentra en actividades de los llamados servicios de mercado. Tres de cada cuatro contratos van al sector servicios, aunque con una presencia todavía importante de la industria (alimentaria).

Por su parte, el paro registrado ha vuelto a ver cómo se resentía el ritmo al que venía descendiendo en los últimos años, quedándose la variación interanual en un -2,19 %, exactamente en diciembre en 2019 había 33.729 personas inscritas como paradas en los servicios públicos de empleo. La disminución nacional fue inferior, del 1,21 %.

El perfil tipo de la persona desempleada en Cantabria será el de una mujer a partir de 40 años con estudios de secundaria obligatoria que en muchos casos no finalizó, del sector servicios y que en un porcentaje alto de ocasiones lleva más de un año desempleada. Tomando como referencia todas las personas distintas que pasan por los servicios de empleo y el promedio de los que permanecen a lo largo del año, el 50,15 % continuaban en paro al finalizar 2019.

El estudio refleja la elevada estacionalidad estival de la economía cántabra, descendiendo durante estos meses de manera considerable e incrementándose sistemáticamente en los extremos del año. A finales de año había 20.765 personas (un 7,33 % más, dato que con la pandemia se está disparando), beneficiarias de alguna prestación por desempleo, más de la mitad mayores de 45 años. La tasa de cobertura por desempleo cerraba el año en el 61,1 % de los parados, 4,3 puntos menos que en promedio nacional.

El informe indica que un análisis más pormenorizado de las ocupaciones, junto al trabajo prospectivo que recaba la opinión de los conocedores del mercado de trabajo, aporta matices importantes. Así, se viene observando una menor, o al menos contención, de trabajo poco cualificado (automatización de rutinas) y por tanto una mayor dificultad de éstos para encontrar trabajo. Además, la oferta existente está muy condicionada a su propia demanda y cada vez con menos margen temporal entre la causa y el efecto, lo que exige disponibilidad y flexibilidad (lo que genera temporalidad y rotación). Por contra, el empleo cualificado, mejor retribuido, más estable, tiene un peso relativo insuficiente en la contratación y en la afiliación, empleo que a su vez es el que mejor resiste las crisis y el que menos desempleo genera.

Parece evidente que la dualidad entre cualificado y poco cualificado es el gran dilema que tiene el mercado de trabajo (incluyendo el estancamiento de la productividad) y que está muy ligado a la dinámica estabilidad-temporalidad. El informe ve que se corre el riesgo de dejarse en el camino recursos humanos de manera irreversible y todo ello supeditado, esperemos que sea un paréntesis, a los efectos de la pandemia global.