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«Hacemos todas lo que podemos, todas tenemos detrás una historia de malabares». Con esa frase tan gráfica define Elena Ansótegui cómo es su día a día y el del resto de mujeres emprendedoras. Proyectos que nacen entre niños que atender, entre familias que cuidar ... y todo ello, en muchos casos, compaginándolo simultáneamente con un puesto de trabajo. Iniciativas como la suya, Wypo, un portal de internet que ayuda a los usuarios con la hipoteca y que ha sido la ganadora del primer Laboratorio Fémina Cantabria organizado por Sodercán, dependiente del Gobierno regional. A su lado están Isabel Muñoz y Lucía Sierra, que con sus respectivas propuestas de negocio (REmNature y Pura Vena) consiguieron el segundo y el tercer puesto. Pero a la convocatoria se apuntaron inicialmente un total de 50 participantes que demuestran que no sólo las cántabras tienen mucho que aportar, sino que cada una de ellas lleva entre ceja y ceja una idea innovadora muy distinta a la del resto.
A la llamada telefónica para concretar esta entrevista, Elena se muestra feliz y rema a favor de obra. Dice que le resulta mejor quedar por la mañana porque después tiene que estar al tanto de sus dos hijos, pero saca tiempo de donde no lo tiene para acercarse a El Diario Montañés a las 16.30 horas. El motivo por el que hay que convocar finalmente el encuentro por la tarde se debe a que es cuando Isabel, que trabaja en una fábrica de piezas de coches en Aguilar de Campoo, está disponible. Así lo comenta al otro lado de teléfono con el ruido de las máquinas de fondo. La que menos impedimento tiene para ajustarse a los distintos posibles horarios es Lucía Sierra, y poco importa que la cita sea justo en la víspera de Semana Santa. «Las emprendedoras no tenemos vacaciones», asegura en clave de humor.
A las instalaciones del periódico llegan las tres con puntualidad y se saludan cómplices como viejas amigas. Aunque realmente no han compartido demasiado tiempo en común. Coincidieron en el laboratorio Fémina, pero «es más bien un proyecto individualizado y casi no hemos estado juntas, lo que cual es una pena». Dentro de la convocatoria recibieron mentoría y consejos de expertos con distintos talleres. Cada una se presentó en una fase muy distinta de la gestación de su plan. «Recuerdo que Isabel llegó sólo con una idea y que a los días dijo contenta que ya tenía un folio», relata Elena, y la aludida corrobora que «a mí eso fue lo que más me gustó, el ver cómo esa idea iba cogiendo forma». Por su parte, Elena ya acudía a Sodercán con un proyecto bajo el bazo que consideraba que estaba «muy maduro y sin fisuras», pero al tratar con los expertos se dio cuenta de que no lo era tanto y que quedaban muchas cosas por afinar.
El laboratorio, dicen las ganadoras, «se ha dilatado más de lo previsto»y no concluyó hasta casi dos años después de echar a andar. Y aunque aseguran que «se ha hecho largo» −tanto que incluso una compañera tuvo un hijo durante el proceso−, Lucía cree que «ha sido positivo porque ha ayudado a que los proyectos madurasen» y las otras dos emprendedoras coinciden. Lo que se han llevado cada una de ellas de la experiencia es distinto. Isabel sobre todo buscaba confianza en que ese comecome que tenía en la cabeza era realmente un negocio viable. Y se fue con ese respaldo. Mientras que Elena y Lucía, con unas iniciativas más desarroladas, terminaron de darle consistencia a todo porque «te das cuenta de que cosas que crees muy bien armadas en la práctica se caen». Además, «nos han enseñado, entre otras lecciones, a saber comunicar mejor nuestro proyecto y nos han dado herramientas para llegar a la gente», destacan.
Como las tres primeras clasificadas se han llevado premios de entre 15.000 y 10.000 euros. Cada una lo va a destinar a un fin muy distinto. Mientras Isabel va a dirigirlo a la «importante inversión» que necesita para terminar de constituir la empresa, Elena y Lucía −que están ya en una fase más consistente de sus proyectos y profesionalmente viven exclusivamente de ellos− van a invertirlo en seguir creciendo. La primera con la contratación de una trabajadora para poder tener contacto más fluido con las inmobiliarias y las segunda para el desarrollo de una plataforma digital que contenga y exponga sus clases de psicoballet. Sodercán ya ha anunciado que convocará ahora una segunda edición del laboratorio. Algo que las tres ganadoras consideran muy positivo porque «todavía hoy a las mujeres nos cuesta más emprender y se confía menos en nosotras empresarialmente». Con lo que Elena, Isabel y Lucía esperan que más emprendedoras de la región como ellas puedan alzar el vuelo con sus propuestas.
Elena Ansótegui (Santander, 1982) fue una de tantas españolas que tras la pandemia se planteó cambiar de casa. Y como tantos otros se apoyó en las plataformas de internet para dar con la mejor hipoteca. No lo consiguió. En su lugar, cuando metió los datos, lo que recibió fueron llamadas de compañías distintas pero ninguna bancaria, la mayoría de suministros o telecomunicaciones. «Es la inversión de tu vida y es muy complicado, muchos tienen que cogerse vacaciones para poder valorar todas las opciones», dice. Y fue ahí precisamente cuando germinó la semilla de su proyecto, que terminaría tomando forma con Wypo. Una web en la que se agiliza, facilita y acompaña al usuario de manera efectiva a la hora de buscar financiación para la compra de su vivienda. En el momento en el que Elena comenzó a forjar su proyecto, era directora de servicios jurídicos y, cuando estuvo listo, se armó de valor y le propuso el planteamiento a uno de los copresidentes de la empresa en la que estaba contratada. La idea le gustó y apostó por ella. Ahora es una realidad en la que Elena junto a un equipo de diez personas trabaja y con la que se facilita ese proceso para el futuro hipotecado. «Ya tenemos acuerdos con 19 bancos y hemos conseguido que el 30% de los visitantes se registren, lo cual es un porcentaje muy bueno».
Dice la propia Isabel Muñoz (Reinosa, 1982) que de todos los proyectos que se presentaron al Laboratorio Fémina el suyo «es el más industrial y el más gris», pero también «tiene una parte verde». Esa parte reside en hacer todavía más sostenibles los parques eólicos. ¿Cómo? A través de una mejora en el mantenimiento de los molinos. Y es que para la recuperación de las piezas que se degradan «se usan tratamientos muy agresivos con granalla, decapantes y demás productos contaminantes». Por lo cual Isabel propone que se haga con tecnología láser. La operativa en la que trabaja le emprendedora no sólo «es más sostenible», entre otras ventajas permite que la recuperación de las piezas afectadas sea más exitosa, ya que «con los decapantes muchas veces no se pueden reutilizar», y además es más rápido porque el trabajo con su método se puede desarrollar en la propia instalación. «Así que no hacen falta grúas y los molinos están menos tiempo parados». Isabel comenzó con su proyecto (que todavía está en una fase muy incipiente) después de que no renovara en la empresa en la que estuvo trabajando cinco años de fabricación de generadores eléctricos y decidió enfocarse en no trabajar para terceros y aplicar toda su experiencia en este proyecto ya que, al ser vecina de Campoo, «estoy rodeada de parques eólicos».
Cuando años atrás a la madre de Lucía Sierra (Torrelavega, 1994) le detectaron un cáncer de mama, ella, que estaba estudiando danza por aquel entonces, decidió echar mano de todo lo que tuviera a su alcance para ayudarla. Fue ahí cuando empezó a explorar la idea de que precisamente su vocación pudiera ser una de las claves que le salvara la vida. Y así fue. De esa esperanza, nació Pura Vena, un proyecto que hoy en día ayuda a muchas mujeres en el país a poder sobrellevar la enfermedad con mejor ánimo.Lucía se ha esforzado para que su proyecto basado en el psicoballet tuviera el mayor empaque posible. Por ello incluso se ha doctorado, porque quiere dotar de toda la base científica posible a su propuesta. La misma la ha puesto en práctica tanto en adultos como en niños con «buenos resultados». Afirma la emprendedora que encarar el reto que supone el cáncer con un buen talante anímico es esencial, y en ello se focalizan sus clases. Unas sesiones que actualmente imparte tanto de manera presencial aquí en Cantabria como de forma telemática para pacientes del resto del país. Su idea es tan innovadora que destaca que «no hay nadie más en España que lo ponga en práctica, sí con el deporte pero no con la danza». Con todo, actualmente ha logrado formar un proyecto económicamente sostenible y que se ha convertido en su modo y sustento de vida.
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