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La primera noticia respecto a la vuelta al trabajo en las obras al darse un paseo por Santander llega por el oído. Del silencio de los días pasados al ruido, que está de vuelta. El retorno de la actividad en este campo implica mucho movimiento. De personas y coches. Pero también de taladros, palas, hormigoneras, montacargas para recorrer los pisos de una fachada o todo el trajín de camiones que van y vienen con material. Y todo eso se nota mucho en la ciudad. «Nos han traído más cosas ahora», comentaba ayer un trabajador en un andamio de los que hay en la calle Alta respecto a los equipos de protección para evitar contagios. De un vistazo al recorrer varias obras, la mayoría parece tener mascarilla. Pero no todos la llevan puesta -o bien puesta (narices fuera, subiéndola y bajándola...)-.
Justo en la calle Alta se notaba que el día era de retorno. Allí, de Cuatro Caminos al Parlamento, hay hasta cuatro grandes obras en marcha. Bien visibles. Sólo una, a eso de las nueve y media, seguía parada. «Nosotros empezamos el viernes porque el decreto nos lo permitía, pero ellos han empezado hoy», comentaba uno de los empleados encargados de colocar el andamio en un edificio que hace esquina con Capitán Cortés. «Ellos» eran los que hacían el trabajo propiamente en la fachada. «Mascarillas, gafas según en qué casos y guantes, que esos ya los llevamos siempre. Tenemos todo y ya lo teníamos antes (del parón)», comentaba el hombre sin dejar de moverse entre el material. «Viva España», gritaban desde las alturas al ver que les grababan tras la lona ubicada en otra esquina de la calle, la de Calzadas Altas.
La obra de mayor envergadura en esta zona es probablemente la de la construcción de 66 viviendas de protección oficial frente al Parlamento de Cantabria. Allí, por apuntalar unos trabajos de seguridad, tardaron algo más en detener su actividad hace quince días. Ayer estaban de vuelta. Igual que en la reforma de las calles Magallanes e Isabel La Católica. Aceras, canalizaciones, pavimento... La carretera está cortada y la actividad en el asfalto, entre viviendas, hace de esta obra una de las más 'visibles', de las más palpables para los vecinos. Que se lo digan a un hombre que ayer se tiró un buen rato en la ventana entretenido con el ir y venir de los obreros y el desarrollo de los trabajos.
«Hay que reanudar los trabajos y aquí estamos», explicaba Javier Renero, de la firma Senor y encargado de la tarea que desarrollan allí. «Se ha reforzado el protocolo, ahora hay más medios y todo el mundo con su distancia de seguridad, su mascarilla, sus guantes y demás», comentaba al hilo de las medidas de protección y las diferencias entre antes y después del parón. Eso sí, cualquiera que vea un rato una obra de este tipo se da cuenta de que lo de mantener las distancias no siempre es posible. Más que nada porque hay acciones concretas que requieren a dos personas casi pegadas (al colocar, por ejemplo, el molde para los alcorques eran necesarias cuatro manos). «Hay -aclaraba- algún momento en que, por supuesto, nos cruzamos. No queda otra. Somos mucha gente, pero se procura mantener esa distancia siempre que se puede».
Y de ahí a otro punto durante la mañana. El Sardinero, justo frente al Gran Casino. La reforma de la Plaza de Italia es otra de las obras de calado entre las que estaban en marcha en Santander. Allí también estaban de vuelta tras quince días. Máquinas, operarios y movimiento. La actividad de los obreros contrastaba con lo poco que hacer del responsable de la gasolinera que hay allí mismo. «Al día, de media, pueden ser cinco, seis o siete coches los que vienen a repostar estos días». O sea, nada. Pero ellos sí que han seguido abiertos por obligación desde que empezó el confinamiento.
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