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«Mira esa gente haciendo su vida tranquilamente, sin la menor idea de lo que va a pasar». La frase la pronuncia el actor Zachary Quinto en la película 'Margin Call', que narra de manera vertiginosa el devenir de ocho trabajadores de un potente banco de inversión durante las 24 horas previas al inicio de la crisis financiera de 2008. Esa obra que el director J.C. Chandor llevó a la gran pantalla reposa en otra efeméride que nada tiene de ficción. El 15 de septiembre de aquel ejercicio Lehman Brothers se declaró oficialmente en bancarrota tras 158 años de actividad. Los efectos de aquel seísmo, que costó 22 billones de dólares a la economía de Estados Unidos, aún se dejan sentir en el entramado financiero planetario.
Una década después del momento considerado como el inicio de la crisis y que a la vez puso en cuestión los cimientos del capitalismo, los cambios en los sistemas productivos nacionales y locales han sido notorios. En el caso de Cantabria, la Comunidad ha sufrido una metamorfosis que, al igual que en buena parte del país, ha provocado consecuencias severas, desde una economía que ha virado de la construcción a los servicios pasando por un deterioro de las condiciones laborales y una pérdida poblacional de talento joven. El Diario rememora estos últimos diez años a través de 24 relatos de empresarios, directivos, sindicatos y colectivos sociales.
¿Dónde estabas tú el día que el modelo de Occidente se tambaleó? La pregunta, recurrente para repasar grandes catástrofes, no suele encontrar una respuesta tan nítida como en otro tipo de desgracias más humanas como el 11S o el 11M. El presidente de CEOE-Cepyme, Lorenzo Vidal de la Peña, recuerda que, de hecho, «las empresas de Cantabria comenzamos a notarlo un año después y también empezamos un año después que el resto a salir de la crisis. En ello ha tenido parte de influencia el peso de la industria en el Producto Interior Bruto».
Como consecuencia de aquella depresión «todos hemos cambiado como consumidores y como trabajadores, y por eso también las empresas han evolucionado. Casi podemos decir que hay un antes y un después. Se han implantado conceptos y modelos de negocio de base colaborativa, apoyados por desarrollos tecnológicos que están transformando radicalmente sus sectores», dice. En paralelo, lamenta que «algunos empresarios no han salido. Las grandes compañías han notado ya la recuperación pero no las pequeñas, y esto afecta especialmente a Cantabria porque aquí el tejido empresarial está compuesto por pymes y autónomos en más del 90%».
ana cabrero | ata
Modesto Piñeiro, presidente de la Cámara de Comercio, matiza que «se diga lo que se diga ahora, la crisis nos cogió a los agentes económicos sin estar preparados. Lehman Brothers quebró en septiembre de 2008 y ese año el PIB de Cantabria creció un 1,3%, una décima por encima de la media nacional. En 2009 descendió un 3,5%». En su opinión, nada tiene que ver la desaceleración relativa actual con aquel tsunami. «El crecimiento de las economías española y cántabra es sólido, y las empresas, los consumidores y las instituciones han aprendido lo que no se debe hacer», anota.
Dentro del tejido corporativo autonómico la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar (Acefam) tiene mucho que decir. Su máxima responsable, Paloma Fernández, opina que «muchas compañías han hecho un ejercicio de transformación, digitalización y apertura de mercados. La crisis nos obliga a agudizar el ingenio. Pero esto no quiere decir que la economía esté fuerte; el tejido empresarial en general sigue debilitado y no todos pueden exportar sus productos o servicios».
A su juicio, «las soluciones se están desarrollando en base al esfuerzo personal y económico de las familias en un entorno de escasez de recursos, aumento de la fiscalidad y de la burocracia, la cual parece haberse multiplicado después de la crisis», agrega.
lorenzo vidal de la peña | ceoe-cepyme
Eva Fernández, portavoz de las mujeres empresarias (Admec), apunta a uno de los efectos de estos diez años. «Se ha puesto de manifiesto un incremento de la desigualdad de género y social», con las féminas como damnificadas. «Se crean barreras invisibles que impiden el acceso de la mujer al tejido empresarial», denuncia, además de recalcar el aumento de la brecha salarial. Como contrapunto, no descarta para nada la llegada de otra recesión.
En una región cuya malla empresarial está tejida en su inmensa mayoría por pequeñas sociedades y empleados por cuenta propia, desde la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), su delegada local, Ana Cabrero, echa la vista atrás y lamenta que «cayó el consumo, bajó la actividad y se cerró el grifo del crédito casi por completo para los pequeños trabajadores por cuenta propia». A su vez, un factor determinante: «La morosidad galopante que hemos vivido de las grandes empresas y de las propias administraciones públicas».
Ya en la actualidad, «advertimos crecimientos en actividades inmobiliarias, sanitarias, educación, y artísticas, recreativas y de entretenimiento». Eso sí, advierte de nuevos riesgos ligados a la «desaceleración» latente y «una subida continuada de precios».
Mientras las organizaciones empresariales ponen el foco en los cambios corporativos, los sindicatos inciden en el deterioro de la esfera laboral, con la estacionalidad y la temporalidad como pilares que determinan las contrataciones. Según Mariano Carmona, secretario general de UGT, «no podría identificar un punto de inflexión, se ha tratado más bien de un proceso desarrollado con distintos niveles de intensidad en diferentes momentos. Podemos llamarlo crisis, pero en realidad ha sido un proceso dirigido cuyo objetivo era cambiar el orden socioeconómico».
paloma fernández | empresa familiar
Esta premisa la aquilata su homólogo de Comisiones Obreras (CC OO), Carlos Sánchez. «Cantabria no ha salido de la crisis. Sólo podremos decir que hemos salido de ella el día que se recuperen los derechos y los estándares de vida de antes de la crisis. Si alguien piensa que se está saliendo se equivoca, porque en todo caso es una salida por la puerta de atrás porque Cantabria, hoy, tiene de los peores índices de precariedad de todo el país». Además, subraya que «las perspectivas son muy malas. La recuperación pierde fuelle antes de producirse. Lo que vemos son medidas paliativas».
Mercedes Martínez, secretaria general de USO, sostiene que «la obligada salida de nuestras pymes a la exportación aminora nuestro déficit comercial y por tanto mejoramos la balanza de pagos. Nuestra economía responde de manera más fiel a su realidad y no a escenarios fingidos. La parte negativa es, principalmente, el terrible deterioro de la calidad del empleo, los salarios y el paro endémico de muchos de los trabajadores veteranos».
Dentro de estos diez años, muchas de las noticias económicas han pivotado en torno a la evolución de las grandes firmas del sector secundario y primario.
José Antonio Jainaga, presidente de Sidenor, resume que «en el negocio de piezas forjadas y fundidas de Reinosa, por las características de los proyectos de nuestros clientes y por el tipo de relación comercial con ellos, las cosas se desarrollaron con tiempos un poco diferentes. De hecho, en 2009 y 2010 obtuvimos unos resultados brillantes, fruto de los pedidos conseguidos antes del estallido de la crisis, pero ésta acabó siendo igualmente larga y profunda. Sin duda la característica fundamental de esa crisis es que, al menos en el mundo industrial, nadie la esperaba y se presentó de forma abrupta».
En la actualidad, «aunque la situación ha mejorado ostensiblemente, hemos mantenido los principios que aplicamos en 2008. Manejamos las decisiones de inversión con la máxima prudencia; mantenemos los niveles de inventarios más bajos posibles, siempre compatibles, claro, con el servicio a nuestros clientes; mantenemos una gran disciplina en el gasto; hemos establecido objetivos de mejora de la productividad...», enumera.
En el ámbito de la distribución alimentaria, Eulogio Sánchez, director general adjunto del Grupo Uvesco, apunta que a pesar de los indicios de desaceleración a nivel europeo «nosotros seguiremos apostando por lo que nos ha dado resultado: cuidar al cliente (ir por delante en la alimentación saludable y nuevas exigencias de calidad), apostar por los productores locales y formar a nuestros empleados. Estamos seguros de que con esta fórmula no nos podemos equivocar». Como complemento, «mejorar la eficiencia de nuestros procesos internos» para mantener estándares de calidad sin subir precios.
En esta coyuntura de la última década, Torrelavega ha sido una de las zonas más golpeadas. Dos de los referentes de la comarca, Solvay y Sniace, esta última cerrada incluso durante un tiempo, hacen balance del periodo. Luis Hervella, director de Recursos Humanos de la química belga, arranca con que «sentimos desde el inicio la fuerte recesión por la intensa caída de los mercados donde operamos. Esto supuso al inicio una importante reducción de la producción de la fábrica. En algunos meses llegamos a estar al 50% o 60% de la capacidad de producción, cuando suele funcionar al 90% o 100% de dicha capacidad».
Hervella admite que «nuestra salvación fue la exportación. Tras esta crisis tan profunda nos hemos sabido adaptar a la nueva realidad de los negocios. Ahora nuestro mercado es mucho más global y, como consecuencia, mucho más exigente».
Para el presidente de Sniace, Blas Mezquita, «los primeros compases de la crisis provocada por la caída de Lehman Brothers fueron paradójicamente muy alentadores para la empresa, que vio subir con fuerza los precios de la materias primas y productos como los que fabricamos. Como consecuencia de esta coyuntura, presentamos los mejores resultados de su historia». Sin embargo, el pinchazo en la construcción en las plantas de bioetanol y el aumento de los costes fiscales hicieron la planta «inviable». A día de hoy, «la diferencia más clara entre la coyuntura actual y la de 2008 es que estamos centrados en productos novedosos, de alto valor añadido».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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