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En el puerto pesquero de San Vicente de la Barquera, pese a ser casa del triunfito, si preguntas por David Bustamante no te responden con estribillos. Te señalan hacia el final del muelle, a un barco que se llama Nuestra Señora de Lindres. Una embarcación de 16 metros de eslora y 4,3 de manga con 33 años navegados a su popa. Embarcado está el tocayo del cantante. Y ya en tierra, su primo Óscar Bustamante. «Se nos ha dado bien hoy», afirma el segundo satisfecho mientras terminan de descargar el verdel. «Unos 2.700 kilos traeremos cada barco». Es por ello por y de lo que viven estos pescadores. Un oficio que, como el buque en el que faenan, heredaron de sus padres al igual que ellos hicieron de sus abuelos. La mar corre, literalmente, por sus venas. El problema es que la mayoría de jóvenes como ellos −Óscar tiene 29 y David 37 años− a la hora de coger el testigo se embarcan en una odisea que hasta a Ulises le hubiera costado sudores navegar.
El pasado miércoles era uno de esos días en los que el cielo adquiere tintes plomizos y en los que San Vicente de la Barquera, casi desierta, reposa y coge fuerzas para el verano. Una tarde en la que prácticamente toda la actividad de la villa marinera se concentraba en la llegada de los barcos cargados de capturas. ¿Es un trabajo sacrificado? «No tanto», restan importancia David y Óscar sin quejarse de que a las cinco de la tarde se están bajando del barco al que se subieron a las seis de la mañana. «Otros días empiezas a las dos de la madrugada», inciden, pero lo mismo, es un comentario que sueltan despojándolo de mérito. «Las mayores satisfacciones de mi vida han sido en la mar, no lo cambiaba por una oficina», dice el menor de los primos.
Óscar Bustamante
Patrón de barco de San Vicente
Ambos tienen la suerte de que pueden contar con la embarcación que tenían sus padres, sin embargo no está a sus nombres y «ya hay que ir pensando en su jubilación» tras más de tres décadas de servicio, pero no es tan sencillo. «Las embarcaciones como esta tienen muy mal vender, por ello preferimos optar por construir uno nuevo y aprovechar las partes de este que se pueda en lugar de comprar uno nuevo». Ese es el motivo por el que ahora no piensan en solicitar la línea de ayudas de hasta 100.000 euros que el Gobierno de Cantabria saca anualmente para ayudar a jóvenes pescadores a comprar su primer barco. En otras ocasiones sopesaron concurrir a la línea de ayudas, pero lo terminaron descartando por distintos motivos.
No son los únicos. Y es que estas subvenciones a lo largo de los años no han gozado de demasiado éxito y han sido escasas las que han llegado a buen puerto. Así lo reconocen a preguntas de este periódico incluso desde la propia Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca y Alimentación, donde confirman que «prácticamente no ha habido solicitudes» durante todas las convocatorias y que «existe un serio problema de relevo». No obstante, creen que ahora hay razones que invitan al optimismo, sobre todo porque «acaba de finalizar un curso de patrón en Cantabria que otros años no se ha hecho» y esperan que pueda servir de cantera y acicate para que los jóvenes se animen a concurrir a la línea de ayudas.
Los motivos por los cuales durante todos estos años las ayudas a jóvenes han suscitado poca demanda son diversos. Y da igual a la cofradía cántabra a la que preguntes, todas te dicen lo mismo. «Los requisitos son muy restrictivos», justifica Luis Herrera, secretario de la agrupación de Santoña, aunque a su vez apostilla que se han ido aligerando en las últimas convocatorias porque, por ejemplo, antes se establecía que el solicitante no podía adquirir los barcos a familiares, lo cual es la tendencia habitual. «La mayoría de patrones actuales son hijos de armadores que tenían embarcaciones en común con cooperativas −como en el caso de los Bustamante−», concreta Sergio Valle, presidente de la Cofradía de Colindres, que añade otras razones que dejan fuera de juego a los posibles interesados como que «las cláusulas excluyen a buques de más de 24 metros de eslora −este es un punto impuesto desde la Unión Europea, que financia estas ayudas− y la tendencia actual es que sean de mayor tamaño para poder dedicarte a más oficios» y que así sea más rentable.
Santiago Incera
Patrón de barco de Colindres
Todo ello unido a que «actualmente la mayoría de patrones son de más de 40 años», que es la edad en la que se fija el límite para poder ser beneficiario de la ayuda. Lo cual sirve de reflejo de cómo está la situación para que dentro del marco de 'jóvenes' en este sector sean considerados hasta los 40 años para la compra del primer barco. Y es que, como recalcan en las cofradías, hay que entender que el problema con el que se chocan los que elevan el ancla en este sector son «muchas trabas administrativas» y que, por ejemplo, «hace falta contar con cuotas» para poder desempeñar la profesión bien heredadas o bien adquiridas a otro armador. Eso unido a la falta de tripulación. Porque aunque es habitual que muchos hijos acaben tomando el timón de sus padres, no lo es tanto en el resto de los marineros, por ello en los muelles cada vez es más habitual encontrarse extranjeros. «Si no fuera por ellos esto no habría Dios que lo aguantase», dice Oscar Bustamante haciendo un gesto de agradecimiento a los trabajadores, que en el caso de San Vicente de La Barquera lo más habitual es que procedan de Senegal y Perú.
Sergio Valle
Presidente Cofradía Colindres
Es una escena que no se queda sólo ahí. Es igual en el resto de puertos pesqueros de la región. «Este es un trabajo muy distinto al que hay en tierra, con unos horarios complicados y sueldos que son poco llamativos y por eso cada vez hay menos españoles». Lo dice Santiago Incera, de 36 años y patrón desde los 28, pero no de su propio barco porque en el que faena sigue siendo propiedad de su padre y sus dos tíos. A él sí le gustaría contar con las ayudas estatales para la compra −aunque fuera al menos de una parte− de la embarcación, el problema reside en que «cumplo todos los requisitos menos la medida de la embarcación, que se excede de los 24 metros de eslora al ser de 31,5». E incluso entre familiares «estamos hablando de cantidades muy elevadas» para cerrar el trato y hacerse con uno nuevo «es impensable» porque son «cifras de más de seis dígitos». Con todo, colige Incera, «algo no marcha bien para que yo, con 36 años, sea posiblemente de los cinco patrones más jóvenes de Cantabria». De seguir así, dice, «lo que vamos a tener, y ya tenemos, son armadores muy mayores y los jóvenes quedaremos como patrones». Algo que cree que va en contra de una profesión que ama y ha mamado desde que era niño. «Al final el que se mete aquí es porque lo ha visto en casa», explica. Un vínculo que dura toda la vida, como esos matrimonios de los de antes. El que conoce la mar no la deja escapar. Así lo explica el padre de Óscar, Emilio Bustamante, ya jubilado y patrón mayor de los pescadores de San Vidente, que en lo que su hijo y su sobrino descargan la mercancía prepara los aparejos para la jornada del día siguiente mientras promete que: «El día que no me veas aquí abajo en el puerto será porque estoy ahí arriba, en el cementerio».
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