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Santander
Jueves, 7 de septiembre 2023
Imagínese apretar el acelerador de su coche nuevo, y que este se quede pegado, perdiendo el control del vehículo. Comprarse el mejor móvil, y que se prenda fuego en el pantalón. Hasta en el confort de su propia casa, la bici estática que le iba a permitir esculpir su cuerpo decide revolverse, expulsando el sillín hacia atrás. Estos son solo tres conocidos escándalos que afectaron a miles de personas en los últimos años, obligando a la retirada de millones de productos. Si bien, una vez sobrevivido el incidente, se inicia en nosotros una rabia contenida, dispuestos a exigir la devolución y compensación por los daños causados, los problemas en la mente de las empresas y fabricantes no son menores: en la época de las redes sociales, cualquier problema corre como la pólvora, la imagen se mancha y las ventas se tambalean. Se inician las pesquisas en busca de los culpables, algo que resulta en pérdidas de contratos, producción, y despidos.
No es de extrañar, por tanto, que en las fábricas de todo el mundo haya gente volcada en la vigilancia de la calidad que recibiremos durante nuestra compra.
Entonces, ¿cómo es posible que sigan ocurriendo accidentes todos los años? A la respuesta fácil, que los seres humanos cometemos errores, hay que añadir un cambio fundamental en las últimas décadas: cada vez los catálogos son más amplios, ajustados a nuestras necesidades personalizadas, para un público cada vez más variado. Este último factor no supone un reto solo para los humanos, sino también para las máquinas. La mayoría de estos problemas son detectados por las personas de forma visual, gracias a la experiencia de los trabajadores. Una experiencia que, como podemos imaginarnos, es muy difícil de enseñar a un ordenador. Al fin y al cabo, funcionan por matemáticas, y no hay muchas fórmulas en los libros que definan cómo se ve la lasaña de espinacas perfecta.
Algo que está empezando a cambiar, gracias a los avances notables de la Inteligencia Artificial, y el trabajo de unos jóvenes españoles, que tras años analizando estos problemas a pie de fábrica, han desarrollado una plataforma inteligente que permite que humanos y máquinas puedan compartir de forma natural su conocimiento, permitiendo acercar tecnología de especialistas a nuestro día a día. Su sistema es utilizado en empresas internacionales y familiares de todo el país, desde productos farmacéuticos hasta el sector del automóvil, analizando más de 15 millones de productos y frenando más de 20 mil defectos. Rely, esta plataforma cántabra se encarga de automatizar y trazar el control de calidad en fábricas a través de visión de Inteligencia Artificial.
Rely ofrece «soluciones sencillas a problemas complejos», gracias a su fácil tecnología y rápida instalación. Además, en el mundo actual donde los datos son de gran importancia, cuenta con un historial y recomendaciones de actuación. Gracias a que traza y controla toda la producción, es capaz de generar análisis valiosos, además de un historial con fotografías y números de serie, para volver de manera rápida y sencilla a cualquier evento pasado. Además, va siempre un paso por delante ya que, gracias a la IA, puede identificar dónde se encuentra el origen del fallo y ayudarte a solucionarlo.
A pesar de haber surgido en el 2018 y ser un servicio joven, está creciendo a pasos de gigante posicionándose como líder en la automatización de procesos. Para este equipo de cántabros, sus ganas están enfocadas en el futuro para seguir apostando por la tecnología y la mejora continua y así poder dar a todos los clientes y consumidores el servicio y la calidad que se merecen.
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Ana del Castillo
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