Secciones
Servicios
Destacamos
FRANCISCO A. GONZÁLEZ REDONDO
Domingo, 13 de noviembre 2022, 01:00
Los medios de comunicación españoles y británicos se han hecho eco de una noticia singular en el ámbito del transporte aéreo: la compañía española Air Nostrum del Grupo IAG va a adquirir 10 unidades del dirigible Airlander 10 de la firma británica Hybrid Air Vehicles ( ... HAV). Todos destacan que se trata de un modelo de muy bajas emisiones, (más que probablemente dotado de motor eléctrico) que permitirá un ahorro de combustible del 90% con respecto a los aviones convencionales en las rutas a las que sean asignados. Lo que no se ha publicado todavía es que, aunque la empresa constructora es británica, los orígenes científico-técnicos del sistema que caracteriza a este dirigible habría que buscarlos en España. Tampoco parecen saber que el Airlander 10, que se llamaba Long Endurance Multi-Intelligence Vehicle (LEMV) cuando el consorcio Northrop Grumman-HAV consiguió la adjudicación del contrato del Pentágono de los EE.UU. por 512 millones de dólares en junio de 2010, existe porque esos fundamentos científico-técnicos han estado vigentes a lo largo del siglo XX y siguen estándolo en el siglo XXI. Además, por mucho que lo repitan, de ninguna manera se puede considerar que esta aeronave sea un Zeppelin. Vamos a ver todo esto con cierto detalle.
En el tránsito del siglo XIX al XX la solución al problema de la navegación aérea sólo parecía alcanzable mediante globos dirigibles. Tres eran los sistemas propuestos, los tres dando lugar a modelos aproximadamente cilíndricos en su parte central. Los rígidos, construidos de acuerdo con los diseños de Ferdinand von Zeppelin, tenían una estructura interna rígida de metal, en la que situaban varias células de hidrógeno, y una envuelta de tela que cubría toda la estructura. Eran estables de forma, pero no se podían plegar ni desinflar, y, en caso de impacto, la catástrofe estaba garantizada. Los no-rígidos o flexibles, desarrollados básicamente por Alberto Santos Dumont, tenían una envolvente impermeable sin elementos rígidos que dependía de la sobrepresión interior para mantener la forma, pero necesitaban tirantes de suspensión emplazados a lo largo de toda la envuelta para que el peso de la barquilla no doblara el dirigible por la mitad. Finalmente, los semirrígidos, diseñados por Henri Julliot, tenían en la base de la envolvente una quilla metálica plana situada horizontalmente para colgar la barquilla.
Pues bien, el Airlander 10, dirigible que no es cilíndrico, sino bilobulado en la proa y trilobulado en la popa, no pertenece a ninguno de los tres tipos clásicos, sino al sistema autorrígido que patentó Leonardo Torres Quevedo en 1902 y mejoró en 1906. En efecto, tras hacer un estudio físico-matemático en profundidad de las fuerzas particulares que afectan la estabilidad de forma y en vuelo de los aerostatos, de sus posiciones y sus cuantías, el inventor español patentó el diseño que caracteriza al Airlander 10: la resultante de las fuerzas de propulsión generadas por los motores tienen que estar en la misma recta que la resultante de las fuerzas de resistencia al movimiento; para minimizar las tensiones en las lonas y la subsiguiente permeabilidad y duración la envuelta no debe ser cilíndrica, sino lobulada, con diámetros más pequeños en la sección de cada lóbulo; y la suspensión de la barquilla tiene que hacerse desde la intersección de los lóbulos en el interior de una envuelta en la que no debería haber elementos rígidos. En suma, un dirigible que se auto-rigidiza (conserva la forma) simplemente por la presión del gas interior, sin estructuras rígidas interiores, ni mallas exteriores, ni estructuras metálicas en la base de la envuelta para sustentar la barquilla.
Después de efectuar los primeros ensayos de su sistema en el Parque de Aerostación Militar de Guadalajara entre 1906 y 1908, la patente fue adquirida por la casa francesa Astra, la cual fabricaría más de treinta unidades entre 1911 y 1925: los Astra-Torres. Además, en el Reino Unido se construirían entre 1915 y 1919 más de sesenta unidades basadas en el diseño de Torres Quevedo de tres series sucesivas: los Coastal, Coastal Star y North Sea. Finalmente, la también francesa casa Zodiac fabricó otros dos dirigibles autorrígidos trilobulados entre 1931 y 1936, los V-11 y V-12.
Los dirigibles flexibles tipo Santos Dumont quedaron obsoletos al comienzo de la I Guerra Mundial. Los semirrígidos evolucionaron de la mano, sobre todo, del italiano Umberto Nobile hasta diluirse como sistema. Y los rígidos, como todos sabemos, no superaron el trágico final del Hindenburg, de modo que, en 1937, los Zeppelines también dejaron de existir.
En el período entre guerras un consorcio entre Goodyear y Zeppelin Gmbh construyó varios dirigibles rígidos para la US Navy, pero todos acabaron destruidos en sucesivos (y trágicos) accidentes antes de 1935, por lo que optaron por desarrollar una flota de más de doscientos dirigibles, con suspensión interior desde catenarias evolucionadas con respecto a la de Torres Quevedo, que operaron hasta los años 1960.
Es verdad que, en Francia, Zodiac retomaría en 1977 el sistema autorrígido diseñando un catamarán doblemente trilobulado, el Dinosaure, y que en 2012 Voliris desarrolló el también trilobulado V901C, mientras que un consorcio ruso-ucraniano ensayaba a las afueras de Kiev, en diciembre de 2013, pocas semanas antes de que empezara la guerra, una réplica prácticamente exacta de los Astra-Torres, el FRF-1.
Pero la principal aplicación de las ideas de Torres Quevedo la encontraríamos en los proyectos de dirigibles autorrígidos híbridos del siglo XXI, que, por su forma, completan la capacidad ascensional del helio con la sustentación dinámica propia de los aviones. A esta clase pertenece el trilobulado P-791 de Lockheed Martin ... Y el bilobulado-trilobulado LEMV de Northrop Grumman-HAV. En 2010 las dos compañías compitieron por los 512 millones de dólares del Pentágono y, cuando la segunda consiguió el contrato, la primera los denunció ante la justicia norteamericana por infracción de patentes. Como me contaba el editor del Journal of The Airship Heritage Trust, Giles Camplin, el 13 de julio de 2012, tras la conferencia que me habían invitado a dar en Cardington, sede de HAV, el diseñador del LEMV, Roger Munk, «estuvo en peligro de ser extraditado [de los EE UU]» tras la denuncia de Lockheed Martin. Un mes más tarde, Derek Millis, antiguo ingeniero de HAV, me completaba la historia: le había pasado a Roger Munk trabajos míos en los que aparecía una foto del dirigible Dinosaure sistema Torres Quevedo, y reconocía: «Roger estaba encantado de recibir la foto, ya que confirmaba el argumento que estaba defendiendo ante los tribunales, que las aeronaves trilobuladas no eran exclusivas de Lockheed, y esa foto demostraba que el diseño original trilobulado de Torres Quevedo se seguía utilizando en 1977».
Efectivamente, gracias a la pervivencia y actualidad de la obra de nuestro inventor más ilustre, a lo largo del siglo XX, el LEMV se pudo terminar y en 2012 voló brevemente en los EE.UU. antes de ser trasladado al Reino Unido. Y, efectivamente, renacido como Airlander 10, surcará los aires de España cumpliendo un sueño que no pudo disfrutar en vida nuestro ingeniero más universal. Sólo cabe esperar que nadie llame nunca más Zeppelines a este tipo de dirigibles y que los responsables de Air Nostrum hagan justicia histórica y rindan tributo a la figura de Leonardo Torres Quevedo uniendo su nombre a este ilusionante proyecto que nos anuncian para 2026.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.