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Tras haber procedido en domingos anteriores a un primer diagnóstico de la economía cántabra en base a la aplicación del análisis DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas ... y oportunidades), procedemos en esta ocasión a completarlo mediante la identificación de sus sectores estratégicos.
Aunque somos conscientes de que existe un cierto debate acerca de cuándo un sector debe considerarse, o no, como estratégico, aquí lo zanjamos haciendo referencia a los dos criterios comúnmente empleados al respecto: el basado en la aplicación del análisis input-output (o de relaciones interindustriales) y el sustentado en una mezcla, siempre discutible, de criterios objetivos (como la relevancia del sector en los ámbitos productivo y ocupacional, el contar con un tejido empresarial potente, …) y subjetivos (promoción del desarrollo tecnológico, aprovechamiento de potencialidades, …).
Vaya por delante que la catalogación basada en el análisis input-output considera como estratégicos a aquellos sectores que tienen una capacidad de arrastre de la economía, esto es, una capacidad de generar actividad económica, superior a la media, tanto porque, para obtener su propio producto (output), compran productos (inputs) a otros sectores, cuanto porque venden su producto a otros sectores que lo utilizan, a su vez, como input para la obtención de sus respectivos outputs. Pues bien, de acuerdo con la última tabla input-output de Cantabria, que contiene un desglose en 52 sectores productivos y que se refiere a 2014, nada menos que 17 sectores, con un peso en el VAB regional del 38%, pueden considerarse como estratégicos. Aunque algunos de ellos (como la construcción) pudieran ser controvertidos, a tenor de su pobre comportamiento durante la crisis económica, no me cabe ninguna duda de que la inmensa mayoría estaríamos de acuerdo en otorgar la etiqueta de ‘estratégicos’, que es lo que hace precisamente el análisis input-output, a sectores como la metalurgia y sus derivados, la industria química y la fabricación de productos farmacéuticos, las actividades sanitarias y educativas, y la fabricación de material y equipos de transporte, entre otros. El caso de la construcción es interesante subrayarlo, pues, aunque es cierto que pocos o nadie apuesta por él como sector de futuro, no lo es menos que la construcción vinculada a la obra civil es y será un factor clave en todo proceso de crecimiento económico.
En cuanto a la catalogación realizada en base a la conjunción de criterios objetivos y subjetivos como los arriba apuntados, recurrimos a la RIS3-Cantabria (o Estrategia de Especialización Inteligente) para recordar que, dentro de la misma, se consideran tres tipos de sectores estratégicos o prioritarios: consolidados, emergentes y transversales. Entre los primeros, la RIS3 hace referencia al turismo, la agroalimentación, la transformación metálica, la química, y la maquinaria y componentes de automoción.
Valga decir que, aunque algunos de ellos no los he mencionado explícitamente con anterioridad, todos encuentran su correlato en la catalogación de sectores estratégicos obtenida a partir de la explotación de la tabla input-output de Cantabria; por lo tanto, la concordancia entre los dos criterios comentados es prácticamente total.
La situación es distinta, sin embargo, en lo que atañe a los sectores que la RIS3 considera como prioritarios (estratégicos) emergentes, que son la biotecnología, la ingeniería marítima y la comunicación por satélite y radiofrecuencia; si bien es cierto que hay conformidad entre los dos criterios con referencia al primero, el análisis input-output está mudo en relación con el segundo, y discrepa completamente en lo que atañe al tercero. Para este, las telecomunicaciones, que sería el equivalente a la comunicación por satélite y radiofrecuencia de la RIS3, es un sector independiente, esto es, con una capacidad de arrastre, tanto hacia atrás (comprando a otros sectores) como adelante (vendiendo a otros sectores) muy por debajo de la media.
Por último, coincidimos plenamente con lo que la RIS3 considera como sectores prioritarios transversales (servicios TIC, nanotecnología, y fabricación avanzada) aunque, por su propia naturaleza, el análisis input-output no está en condición de identificarlos; en todo caso, creemos que es justo señalar que, si bien puede ser lógico apostar por los mismos de cara al futuro, hoy por hoy se trata de sectores o actividades que no parecen tener una presencia sustantiva en el tejido productivo de la región.
En definitiva, mi conclusión es: intentemos fortalecer los sectores en los que hay concordancia entre los dos criterios empleados y, en cuanto al resto, optemos por aquéllos que, razonablemente, creamos que tienen mayores posibilidades de progresar y hacernos progresar.
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Ana del Castillo
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