Juan Pedro Moreno: «La sociedad debe asumir que la ola de la sostenibidad es loable pero muy cara»

-¿Cuáles son esas macrotendencias que se atisban en el horizonte 2030 y qué impacto tendrán en los negocios?

-Desde mi punto de vista hay tres grandes macrotendencias que van a determinar el curso de los negocios en los próximos años. La primera es la de la economía de la experiencia, donde un ciudadano toma decisiones de compra o relación con una marca no sólo por precio y calidad, sino por la experiencia que le reporta. En torno a esto hay toda una industria. La segunda tiene que ver con el alza de la preocupación social por la sostenibilidad en su conjunto. Hablo no sólo de la ecología, sino laboral: reducción de gaps entre hombres y mujeres, salariales, dar trabajo digno en el mundo entero... Esto es un elemento al alza. Tiene algunas partes oscuras, como que tiene un coste que hay que pagar y que la sociedad aún no ha asumido. El tercero es el propio curso que la digitalización y la tecnología están forzando en las compañías. Les obliga a ganar escala, de ahí esos gigantes tecnológicos que están dominando la tecnología y progresivamente la geopolítica.

-La industria nacional y la cántabra tienen un problema grave con los costes energéticos, ¿qué desenlace vislumbra para este conflicto?

-Es un problema de Europa en su conjunto. El continente no es potente en recursos naturales, por lo que tiene una dependencia fuerte del gas ruso y del norte de África. Europa depende de la apuesta decidida por ser líderes de la sostenibilidad energética. Son objetivos loables y ambiciosos, pero son muy caros. En la medida que hemos decidido ser líderes de esta ola, debemos aceptar ciudadanos y empresas que tiene un coste. Esto se va a haber transferido a los productos y servicios. Si queremos asumirlos, hay que pagarlos. En la medida que Asia y EE UU no nos siguen en esta intensidad, perderemos competitividad.

-¿Esa transición sostenible de la que habla se está haciendo a una velocidad adecuada o España va con el agua al cuello?

-Ésta es una buena pregunta. En mi opinión, mientras que la transformación diigital en el tejido industrial en pymes va mucho más lenta de lo que debería, sí que hemos decidido como país avanzar muy rápidamente en la sostenibilidad. Hace años decidimos apostar por fotovoltaicas y aerogeneradores para producir energía eólica. Quizá, dicen los expertos, nos adelantamos al instalar tecnologías inmaduras, lo que ha traído algún coste que se recoge en la factura eléctrica. Ahora también nos hemos lanzado a ser adalides de la descabornización, lo que también tiene su reflejo en el recibo. Francia mantiene sus centrales nucleares; Alemania las cierra a un ritmo más lento y todavía produce con carbón. No diría que vamos con el agua al cuello, sino que con esta velocidad que nos hemos autoimpuesto tal vez nos estemos haciendo un nudo en el cuello.

-¿Estas tendencias pueden descolgar aún más a Europa y España de la pujanza de los motores económicos mundiales?

-En la medida en que toda esta preocupación y obsesión política por la sostenibilidad se traslade a la falta de competividad, no hemos sido capaces de compensar esto con otros elementos, lógicamente afectará a la competividad respecto a otros territorios. Europa se está quedando atrás en el capital dedicado a la innovación; el esfuerzo en I+D... No hay más que ver el número de 'unicornios' europeos frente a los estadounidenses. O sólo hay que observar que buena parte de las plataformas con las que operamos son todas de origen norteamericano o chino. Creo que los motores económicos mundiales pueden estar adquiriendo ventajas competitivas respecto a Europa basadas en su lentitud con los ODS y, en cambio, ir mucho más rápido en innovación.

-¿Cómo va a cambiar la digitalización las reglas del juego en las pymes y administraciones?

-Son dos mundos totalmente distintos. España tiene un problema: La digitalización avanza muy rápido en las grandes compañías, pero somo un país de pymes y micropymes. Tenemos un problema de acceso al talento, al conocimiento e inversión en las pymes. En todo caso, se les ofrece una oportunidad única de competir a gran escala mundial sin tener esa escala. Abre un mundo tremendo que antes no les era accesible. Por otro lado, está esa barrera de acceso al talento y la tecnología. Las pymes encuentran muchas barreras, la primera la del propio empresario, que no atisba las ventajas subyacentes. También la financiación, que demanda riesgos. Mi consejo, para competir en este nuevo mundo digital hay que estar atento a la concentración de los mercados, unirse y crecer conjuntamente en formato de colaboración. Respecto a la Administración, está lejísimos. Países como Lituania, Estonia o Singapur son ejemplos. Hemos corrido mucho en la recaudación, pero a duras penas ha llegado a entornos como la justicia, la educación o la sanidad. Son retos grandísimos. Habrá que ver los resultados de los fondos europeos, que no se conviertan en despilfarro.

-¿Cómo puede gestionar España el envejecimiento demográfico y convertirlo en negocio?

-España es un 'país de viejos' y con alta esperanza de vida. Esto abre un mundo enorme de oportunidades que tienen que ver con la innovación y la especialización. La 'silver econonomy' es una oportunidad impresionante.

-En este contexto cambiante, ¿qué puede hacer Cantabria para elevar su competitividad?

-Soy un obseso de que las regiones en España tienen muchas oportunidades aprovechando estas palancas convenientemente. La pandemia ha dejado patente que los trabajadores pueden vivir fuera de las grandes ciudades con alta calidad de vida y menores costes. La oportunidad de atracción de talento y empresas es enorme para estas ciudades. El arco mediterráneo y el cantábrico están muy bien preparados para poder ser atractivos. Recomiendo a Cantabria que se diferencie y se especialice para ganar atractivo.