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El pasado octubre, en plena crisis por el despido de dos trabajadores de la fábrica de Santander que conformaban un matrimonio, el comité de empresa de Teka en la planta de Cajo tuvo la oportunidad de entrevistarse con el consejero delegado del Grupo, ... Stefan Hoetzl. Sobre la mesa, las perspectivas de futuro de la organización y las expectativas para el centro industrial cántabro. La respuesta en aquel momento la trasladó el presidente del comité, Luis Fernández (UGT): «En principio, ellos quieren mantener la planta en Santander, pero nos avisan de que el año que viene va a ser duro y de sacrificios», dijo.
Esas turbulencias parecen estar llamando ya a la puerta de la factoría santanderina. Así al menos lo observan los sindicatos después de reunirse el jueves con la compañía. En dicho encuentro la Dirección de Cajo trasladó que es «casi seguro» que la organización presente un ERTE para el centro regional a partir de la semana que viene. Será en unos días cuando la corporación aporte toda la información respecto a la regulación.
El ajuste laboral en la planta cántabra no es un caso aislado. Como muestra, Teka acaba de alcanzar otro acuerdo para un ERTE en sus instalaciones de Granada.
En este contexto de dudas en cuanto a la producción y a la evolución económica, las partes todavía tienen pendiente cerrar la renovación del convenio colectivo. Vista la situación, la representación social ha realizado una nueva propuesta centrada exclusivamente en el aspecto económico, con la aspiración de firmar cuanto antes el convenio. El resto de las reivindicaciones de las partes quedarían sin abordar. La Dirección responderá la próxima semana para poder avanzar en las conversaciones.
La plantilla de Teka en Santander está compuesta en la actualidad por cerca de 250 empleados. Como la mayor parte de las empresas, la factoría cántabra se ha visto afectada por el contexto de los últimos años, tanto por las consecuencias de la pandemia y la posterior crisis de suministros, como por el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania, con tormentas en los mercados y costes energéticos disparados.
Una planta histórica de Cantabria que en 2012 vivió su último gran recorte, cuando en enero de aquel año la compañía anunció su idea de despedir a cerca de la mitad de la plantilla, unos 198 trabajadores de los 420 que entonces estaban en nómina. Finalmente, las cifras no llegaron a esos extremos, y parte del personal salió a la fallida fábrica de estufas impulsada por Ecomasa, y que se instaló en Maliaño para luego quebrar.
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