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Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 1856-1912) fue un prodigio intelectual en muchas facetas, pero si tuviéramos que destacar alguna de ellas tendríamos que acudir a su gran amor por los libros, junto a su capacidad para reunir una de las mejores bibliotecas particulares del territorio ... español cuyo valor es incalculable. Está compuesta por unos 41.500 volúmenes que se conservaban en un pabellón que su padre había levantado frente a su casa. A su muerte legó aquel tesoro, junto con el edificio que lo albergaba, al Ayuntamiento de Santander, que lo aceptó en sesión plenaria de 29 de mayo de 1912, enriqueciendo el patrimonio de la ciudad con esta joya que cuenta con ejemplares únicos seleccionados por quien contribuyó a la formación del pensamiento histórico y literario español.
«Vivir entre libros es, y ha sido siempre, mi mayor alegría». Esta frase de Marcelino Menéndez Pelayo resume su gran aspiración vital. Su hermano Enrique decía de él que «amaba a Dios sobre todas las cosas, y al libro como a sí mismo», y durante un acto de homenaje que recibió en 1906, el genio santanderino afirmaba, refiriéndose a su biblioteca, que era «la obra mía de la cual estoy medianamente satisfecho». A los 12 años ya tenía 20 obras en 34 volúmenes que incluyó en su primer inventario, obras de filosofía, literatura e historia, alejadas de simples entretenimientos infantiles. En 1885 ya tenía 8.000 volúmenes que se trasladaron al pabellón del jardín de su casa y en 1892 el pabellón se amplió para dar cabida a más ejemplares.
Cerca de la hora de su muerte, Menéndez Pelayo dejó constancia en su testamento del valor de su biblioteca haciéndola protagonista de su gran legado, estableciendo una serie de cumplimientos, entre los que destacan el hecho de que no podrá añadirse ni retirar de la biblioteca ningún ejemplar, así como otros de mayor exigencia referidos al responsable de la biblioteca que tendrá que ser un facultativo del Estado, contratado mediante una segunda oposición con un programa muy cualificado que, a lo largo de los años, ha entorpecido el nombramiento de los pocos directores con los que ha contado, el primero de ellos, Miguel Artigas.
La biblioteca sólo contiene libros adquiridos o reunidos por Menéndez Pelayo y es fruto de una consciente y metódica selección, siempre buscando aquello que más le interesaba y guiado por su asombroso conocimiento de la producción bibliográfica, lo que la hace aún más valiosa y singular. Las colecciones responden a sus preocupaciones intelectuales, donde se refleja su enamoramiento por los clásicos latinos y griegos y los humanistas de los siglos XVI y XVII.
La biblioteca consta de 563 manuscritos, 3.333 libros raros y de valor especial y 38.382 libros y tomos encuadernados. Entre los manuscritos destacan las crónicas e historias de Alfonso X el Sabio, de los siglos XIV y XV; la 'Crónica troyana' castellano-gallego de finales del siglo XIII y principios del XIV; la traducción de la 'Eneida', del marqués de Villena y el único ejemplar completo de su 'Arte Cisoria' y los manuscritos autógrafos de las obras de teatro 'La virtud militante', de Quevedo, y 'Los melindres de Belisa', de Lope de Vega.
Menéndez Pelayo también reunió 23 incunables, alguno de ellos ejemplares únicos, como el de las 'Enneadas', de Plotinio; el 'Cordial de las cuatro cosas postrimeras', el 'Arte de bien morir' y 'La Celestina', en traducción italiana de 1506.
La sección más importante de la biblioteca es la relacionada con la literatura, con obras de la literatura universal y española, y con ellas los estudios de la producción literaria. Abundan las obras de Filosofía, Teología, Ascética y Mística, Historia de las Religiones, Historia de la Música y de las Artes y de ciencias relacionadas con la Filosofía y el Pensamiento. También la sección de Historia es sobresaliente, con gran cantidad de crónicas, historias generales, estudios de Geografía, de Prehistoria, etc.
Para que la biblioteca pudiera cumplir su misión de establecimiento público y de servicio a los investigadores, era necesario una importante reforma del pabellón que albergaba los libros. Para llevar a cabo esta empresa se abrió una suscripción pública encabezada por el ayuntamiento santanderino donde participaron la Diputación Provincial, las Cortes del Reino y varios ayuntamientos de la provincia. La obra de esta reforma fue encomendada al arquitecto Leonardo Rucabado, que proporcionó al edificio una sobria elegancia en su versión montañesa, con influencia de barroco y herreriano y motivos renacentistas y clásicos que pretendían honrar las preferencias de Menéndez Pelayo. Tras el retraso por la muerte del arquitecto en 1918, el edificio y la estatua obra de Benlliure que permanece en la entrada principal, se inauguraron con la presencia de Alfonso XIII el 23 de agosto de 1923.
La Biblioteca de Menéndez Pelayo fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1982, y tan importante o más que el valor de los libros y del edificio que la forman es el hecho de que constituye una elevada expresión de amor a su ciudad y una sentida responsabilidad de su vida y de su obra ante el conocimiento y ante sus semejantes.
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