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Doctora Europea en Ciencias con formación en Creación de Empresas y Gestión de Empresas Innovadoras por el Instituto Internacional de San Telmo con más de 15 años de experiencia en ecosistemas de innovación y apoyo a las pymes en su estrategia de posicionamiento competitivo. Desde 2016 trabaja en Smart City Clúster, alianza nacional de las ciudades inteligentes, donde ocupa el cargo de directora de Operaciones impulsando la cooperación entre pymes de la industria de la Smart City. En este marco, ha participado en más de una treintena de proyectos de investigación industrial y desarrollo experimental. Lidera asimismo el área de Territorios donde ha participado en el diseño de más de cincuenta proyectos estratégicos.
–¿Cómo definiría usted un territorio inteligente?
–Un territorio que piensa, que escucha, que toma decisiones, que mide y que reflexiona. Un territorio que a través del uso de la tecnología y la TICs y bajo criterios de sostenibilidad, eficiencia e inclusividad trabaja por posicionar y poner en valor todos los recursos y activos de su entorno, bajo una visión global que responda a la realidad e identidad de cada uno de los pueblos que conforman ese entorno, así como a los recursos técnicos y humanos de estos. También un territorio que impulsa el talento local, que apuesta por la capacitación como motor de desarrollo, que cree en la innovación y en la cooperación, que confía en la personas, en sus vecinos y vecinas como parte de la transformación.
–¿Es esa inteligencia distinta en una ciudad y un entorno rural?
–No, esa inteligencia ha de ser la misma centrándose en garantizar la prestación de servicios públicos básicos a toda la ciudadanía para que esta pueda disfrutar de ellos de la misma forma independientemente de si vive en una ciudad o en un pueblo.
La clave está en saber cuáles son los recursos y activos de los que dispone la ciudad o el entorno rural para ponerlos en valor bajo una visión que responda a su realidad e identidad.
–En el caso de nuestros pueblos, ¿cuáles cree que son actualmente sus puntos fuertes y débiles?
–En España como puntos fuertes cada uno de nuestros pueblos tiene algo que lo hace único, su cultura, su historia, su gastronomía... Pero si hay algo que los hace únicos es su gente. La gente de cada pueblo es el punto fuerte por el cual hay que apostar para que mediante el uso de esa inteligencia se aproveche la tecnología o la innovación para retener el talento local y atraer a nuevos residentes.
Como puntos débiles están, si bien se está avanzando en los últimos años en positivo, la falta de conectividad, la brecha digital, la brecha de servicios básicos (administrativos, sanitarios, educación, transporte) respecto a las ciudades y la falta de oportunidades laborales.
–Cuando hablamos de territorios inteligentes, pensamos en tecnología, innovación, digitalización o sostenibilidad como ejes que modelen estos lugares, ¿considera que estos son los pilares sobre los que debe asentarse el futuro?
–Sí, estoy totalmente de acuerdo que estos son algunos de los pilares que deben sentar el futuro para convertir los puntos débiles de los territorios, algunos de los cuales he citado en la pregunta anterior, en oportunidades para los territorios. La tecnología y la innovación permitirán la llegada de la conectividad rompiendo la brecha digital a la par que facilitando el acceso a más información; la digitalización de la AAPP acercará los servicios a toda la ciudadanía; la telemedicina llegará para atender a vecinos y a vecinas; el teletrabajo atraerá nuevos residentes...
En cuanto a la sostenibilidad los pueblos, los territorios del entorno rural serán clave en una gestión eficiente de recursos que les permitirá ser autosuficientes social y económicamente garantizando un equilibrio entre el crecimiento de su economía, el respeto al medioambiente y el bienestar social.
A estos ejes que modelarán el futuro de los territorios sumaría la capacitación y la formación en torno a los activos del territorio para dinamizar la economía desde el talento local.
–¿Antes de hablar de modernizar territorios habría que pensar en 'modernizar' a los ciudadanos?
–Nunca podemos olvidarnos de las personas, son el por y el para de la transformación de los territorios, la verdadera razón de ser de la inteligencia en los territorios. Yo más que de modernizar hablaría de involucrar, de hacerlos partícipes de esa modernización, a lo que sumaría la capacitación, la formación, ya que sin personas inteligentes no podemos tener territorios inteligentes.
–La sostenibilidad es también una parte crucial en este nuevo modelo, ¿cree que existe la idea de que invertir en sostenibilidad sale caro? ¿Y lo sale o es rentable cuidar la sostenibilidad?
–Sin duda alguna la sostenibilidad para mí es el talón de Aquiles del desarrollo territorial y ni mucho menos es cara, siempre y cuando se haga desde la planificación, el seguimiento y la evaluación teniendo en cuenta las particularidades del territorio, las oportunidades de su contexto más próximo, los recursos naturales que posee, así como sus capacidades naturales y humanas. La sostenibilidad es una necesidad social por lo que hay que generar compromisos para que todos los actores involucrados, desde el gobierno a la sociedad civil, tomen conciencia y remen en la misma dirección.
–¿Qué apoyos cree que necesitan los entornos rurales para propiciar este cambio de filosofía?
–Considero que cualquier apoyo siempre es bueno y que ese apoyo está directamente relacionado con la realidad de cada entorno rural. En términos de inversión, si bien es necesaria, a veces las ayudas públicas no responden a las necesidades reales de los entornos por lo que sumaría el necesario aumento de la inversión privada. Sin duda alguna, tal y como he citado anteriormente, la formación es clave para retener el talento local aprovechando los activos del territorio para genera una economía local. De igual forma las alianzas entre empresas son una prioridad como motor de la competitividad. Alianzas a las que sumaría la colaboración público-privada bajo un prisma en el que se olvide la figura de cliente-proveedor por la de socios estratégicos que co-crean más allá de la prestación de un servicio.
–¿Qué papel juega Smart City Cluster en el desarrollo de ciudades inteligentes?
–El desarrollo de las ciudades inteligentes es un desafío para las ciudades que requiere, entre otros, de un conocimiento exhaustivo del mercado, así como de una agilidad para responder a las necesidades de digitalización y modernización que les exige su realidad. En este escenario, Smart City Cluster posee una ventaja competitiva que no posee otra entidad hasta la fecha, dado que aglutina a toda la industria de las ciudades inteligentes, es decir, aglutina todo el conocimiento que ha de acompañar a las ciudades en su transformación, pudiendo responder a cualquier demanda, sea cual sea el objeto de la misma, a través de los más de 225 asociados que son hoy el cluster.
En pocas palabras Smart City Cluster conecta la industria con la ciudad transfiriendo el conocimiento de esta a la gestión pública, transformando los retos y necesidades de las ciudades en oportunidades para las empresas.
Además cabe matizar que Smart City Cluster impulsa la I+D+i de las ciudades habiendo ya gestionado más de una cuarentena de proyectos de I+D entre asociados, principalmente pymes, cuyo objeto ha sido la investigación y/o desarrollo de los productos y servicios que está demandando la realidad de las ciudades inteligentes.
–¿Qué importancia tienen los clústeres como modelo para transformar los territorios?
–Aunque el reto de la transformación de los territorios es una oportunidad para la industria, especialmente para las pymes, es necesario que estas encuentren mecanismos que les permitan ser más competitivas y ágiles para responder a las demandas de sus clientes, las ciudades. Es en este contexto, los clústeres somos clave como medio para paliar las consecuencias que ciertas deficiencias de mercado, relacionadas con problemas de tamaño y coordinación, tienen sobre las posibilidades de las empresas de relacionarse entre sí, establecer flujos de conocimiento e innovación y de alcanzar la masa crítica suficiente para facilitar prácticas innovadoras que permitan mejorar su competitividad.
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