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Suele ser un comentario habitual entre los empresarios del ladrillo que sobrevivieron al tsunami de la burbuja inmobilaria hace ya más de diez años. Una catarsis en el negocio de la construcción que derivó en despidos masivos, concursos de acreedores y un largo penar en ... pos de nuevos nichos con los que las grandes firmas del sector buscaban diversificar su actividad. «No sentimos una nueva recesión porque nosotros no nos hemos recuperado», viene a ser la idea fuerza del colectivo autonómico cuestionado en los últimos meses sobre las turbulencias que amenazaban la economía nacional fruto de las tensiones globales. Una atonía que viene a reforzar el último informe elaborado por el Colegio Oficial de la Arquitectura Técnica de Cantabria (Coatcan), que arroja 1.057 viviendas nuevas en la Comunidad durante el pasado ejercicio, un 2,4% menos que las 1.084 de 2018.
Según las estadísticas de los aparejadores, estos guarismos no sólo quedan lejos del techo alcanzado en 2006, con 16.588 hogares ejecutados, sino que igualmente aún observan desde la distancia los valores cosechados ya en plena crisis. Por ejemplo, en 2011 se contabilizaron 1.694 construcciones.
No obstante, bien es cierto que 2018 y 2019 han supuesto un cierto resurgir de actividad, pero siempre hablando de mínimos. El suelo data de 2014, con tan sólo 409 edificaciones, mientras que a pesar de una ligera mejora en 2015 (568) y 2016 (552), el índice volvió a desplomarse en 2017 (458).
Desde el Colegio Oficial de la Arquitectura Técnica, su presidente, Miguel Ángel Berrazueta, apuntala estas premisas. «Parece que la subida en los dos últimos años ha sido importante, pero en realidad nos encontramos a años luz de niveles aceptables. Veremos cómo se desarrolla 2020, en especial con las incertidumbres que persisten en cuanto a las previsiones económicas», arranca.
Los aparejadores resaltan la fiabilidad de sus estadísticas, al estar sustentadas en el registro y visado de la preceptiva intervención de los profesionales de la Arquitectura Técnica en obra nueva residencial (Dirección de Ejecución Material). «Con ello se obtiene una cuantificación muy precisa de la evolución de la vivienda, desglosada trimestralmente por ayuntamientos, presupuesto de ejecución material, superficie...», precisan.
Para Berrazueta, esta tónica «continuista» obedece a unos claros motivos. «Si la vivienda se vende los promotores construyen. Lo que ocurre es que hay dificultades para comercializar. Los problemas no aparecen sólo en la venta, sino que también existen a la hora de comprar. El evidente, los salarios: nadie se mete a comprar una vivienda si tiene dificultades en el trabajo o no está fijo en su empleo. Además, los bancos ya no dan la financiación como antes. Salvo las promociones que son sociales, ya que generalmente están promovidas por administraciones públicas y tienen precios más bajos, por lo general el resto son de tamaño pequeño. Promover más de 10 viviendas hoy en día es un riesgo por si se queda parte sin vender».
En relación al desglose de las construcciones, de las 1.057 totalizadas 295 corresponden con modelos unifamiliares aislados, mientras que 762 pertenecen a la categoría residencial y colectiva. Atendiendo al dato de Presupuesto de Ejecución Material de los proyectos, la inversión en obra nueva de viviendas ascendió a 100,77 millones, cantidad que supone un incremento del 5 % respecto del importe registrado en el anterior ejercicio.
La actividad promotora de sociedades mercantiles y cooperativas representa el 73% de las viviendas que se crean en la Comunidad. El 64% de estas entidades son sociedades radicadas en Cantabria, frente al 35% proveniente de otras comunidades autónomas.
Si la obra nueva dibuja un comportamiento plano, similar es el desempeño en la rehabilitación, que arrojó un descenso del 2,8% frente a 2018. En cifras, 1.380 proyectos de reforma frente a los 1.421 del ejercicio precedente.
Para Berrazueta, que precisa de antemano que los datos de Aparejadores no son tan exactos como los relativos a nueva construcción, sí que hay explicaciones a este frenazo en lo que se suponía que iba a ser el asidero del sector en estos tiempos de vacas flacas. «Muchas de las rehabilitaciones han nacido de la obligación de obtener el Informe de Evaluación de Edificios en inmuebles con más de 50 años de antigüedad. Estas inspecciones ya se están acabando, de ahí el atasco también en este campo».
De las citadas intervenciones, un total de 710 tienen que ver con trabajos de reforma o rehabilitación de cubiertas, fachadas y ascensores. La caída de 2019 viene a interrumpir una tendencia alcista que esta rama de actividad venía encadenando desde 2013. Ahora las dudas también llegan a la reforma.
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