Homenaje a Rocío sin Rociíto

Con gafas negras y cariacontecidos, los restos del antaño gran clan de la Jurado se reunieron ayer para depositar flores junto a la tumba de la cantante en el cementerio de Chipiona (Cádiz). Fue un homenaje sencillo, que no discreto, a tenor de la marea de fotógrafos que asistió. La expectación se debía no tanto a la efeméride, sino a que la familia sigue siendo noticia un día sí y otro también por motivos que poco tienen que ver con el arte de la matriarca.

Esta vez era la significativa ausencia de la primogénita de Rocío, que apenas tiene contacto con sus hermanos, sus tíos e incluso con su propia hija. Rociíto ha sido díscola desde su debú en el papel cuché, cuando se casó con 18 años contra viento y marea con el guardia civil Antonio David Flores.

La relación de Rociíto con José Ortega Cano -que cantó en su boda aquello de «estamos tan a gustito»-, nunca fue fluida y ha quedado reducida a la mera cortesía. Con los hermanos que su madre adoptó junto al torero es prácticamente «nula», como se ha encargado de evidenciar Gloria Camila. Ni siquiera su hija Rocío Flores tiene trato con ella, después de una fuerte discusión cuyas razones no han trascendido y que provocaron que la niña se fuera a vivir con su padre. Convertida en villana de la familia, a Rocío Carrasco no le están dejando disfrutar de los preparativos de su próxima boda con Fidel Albiac, a quien muchos apuntan como responsable de su aislamiento. Ortega Cano restó importancia al alejamiento recordando que «hoy es el día de Rocío», pero lo cierto es que de seguir viva, la chipionera, que vendió 25 millones de discos, les hubiera cantado a todos las cuarenta.