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Domingo, 14 de agosto 2016, 09:02
Mayte Zaldívar, la reina del agravio comparativo (con Isabel Pantoja), salió anteayer de prisión para disfrutar del tercer grado. Esto significa que ya no tendrá que ir a la cárcel, sino a un CIS (Centro de Inserción Social) y solo a dormir de lunes a ... viernes. El resto del tiempo podrá estar en su casa, con los suyos. Pero también tendrá que trabajar. El tercer grado exige un empleo y, a falta de algo fijo en un plató, a Mayte, de 60 años, la ha tenido que contratar su hija mayor, Elia. Según informaba el portal Vanitatis, su labor consistirá en cuidar de su nieta a cambio de un sueldo mensual. Así que a partir de ahora la exmujer de Julián Muñoz pasa a ser lo que se dice una abuela profesional y remunerada.
Vestida con una escotada blusa amarilla y unas enormes gafas, más que de sol de soldar, Zaldívar fue recibida a su salida de la cárcel como la estrella mediática que es: con un festival de flashes y alcachofas. Incluso conectó en directo con Sálvame y le confesó a su amiga Mila Ximénez que estar una temporada a la sombra le ha hecho «apreciar muchas cosas». Entre las cuales, no cabe esperar que figuren las coplas y tonadillas de su eterna rival y enemiga, Isabel Pantoja...
Veintidós meses ha permanecido la exmujer del exalcalde de Marbella en la cárcel malagueña de Alhaurín de la Torre. Ingresó en octubre de 2014, condenada a dos años y medio de reclusión por un delito de blanqueo de dinero, inserto en el caso Malaya, y fue penalizada también con una multa de 1,7 millones de euros ante la que siempre se ha declarado insolvente. En ese tiempo, los informes elaborados por los funcionarios reflejan que Mayte se adaptó bien a su nueva circunstancia. De hecho, a la hora de concederle el tercer grado se ha valorado su buen talante, el haber contribuido a crear un ambiente positivo e incluso (en el país de los ciegos...) el haber colaborado en la alfabetización de algunas de sus compañeras.
Hija de un guardia civil, Mayte nunca llegó muy lejos en los estudios. Su carrera estuvo más orientada hacia el mundo del cine (con un premonitorio y breve destape en la película Instantánea de una corrupción), el mundo de la belleza (fue elegida Miss Autoescuela) y el de la hostelería. Pero siempre tuvo un pico de oro, como acabó demostrando en diversos platós cuando se convirtió en la cornuda más famosa y polémica de España. Si acaso, esa elocuencia, unida a la ceguera de su despecho, la llevó a parlar más de la cuenta al confesar en directo que, siendo ella alcaldesa consorte, en su chalé no paraban de entrar bolsas de basura llenas de billetes procedentes del cobro de comisiones. Una confesión de la que nunca se ha arrepentido lo suficiente.
A Zaldívar la esperaba ayer al otro lado de las rejas su compañero sentimental, el empresario y en su día representante de las polémicas pulseras power balance Fernando Marcos, que ha demostrado quererla y apoyarla en lo bueno y en lo malo. El hombre no ha cejado en su afán de demostrar, a través de las redes y de la plataforma Change.org, que su novia estaba recibiendo un trato «desigual y completamente perjudicial para su persona» en relación con otros condenados por el mismo caso como (por supuesto) Isabel Pantoja, castigada a medio año menos de prisión que ella.
La que fuera esposa legal de Julián Muñoz obtiene ahora ese tercer grado que ya consiguió el pasado diciembre la otra, la mujer que le robó el marido. Queda por ver si entre las cosas que Mayte Zaldívar ha aprendido a valorar en la cárcel figura el perdón o si, una vez libre, seguirá instalada en la revancha y el agravio comparativo.
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