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Arantza Furundarena
Sábado, 14 de noviembre 2020, 00:00
Su voz rasgada y su acento andaluz confieren a todo lo que toca un quejío muy gitano. Esa garganta con arena la ha heredado de sus padres, los míticos Lole y Manuel. Y la vena artística, también. Alba Molina acaba de publicar un álbum titulado 'El Beso' en una época donde los besos están prohibidos. Al menos entre los no convivientes. «Es probablemente el disco más dulce que tengo. No por el momento presente, que es una tragedia, sino más bien porque yo me he dulcificado con los años. Será la edad», bromea la cantante, que el 26 de este mes cumplirá 42 años.
Cuando ella nació sus padres grabaron 'Al alba con alegría' e incluyeron a su bebé en la portada del disco. Con ese título, la niña parecía predestinada a ser la alegría de la huerta. Pero resulta que no. «Si te soy sincera no me tengo por una persona demasiado alegre. Me considero bastante nostálgica y melancólica. Pero no lo veo como algo malo. Parece que hay que ser alegre todo el rato... Yo me identifico más con el otoño y con los días grises que con el sol. Me gusta la playa cuando no hay nadie, no con calorazo y ochenta millones de personas», remata con una carcajada.
Alba Molina Montoya nació y se crió en Triana. Ahora temporalmente vive en Zahora (Cádiz) pero su alma sigue siendo trianera, y eso a pesar de lo mucho que ha viajado y ha vivido desde que era adolescente. Salió guapa y la eligieron Miss Elegancia en un concurso en Jerez. Recorrió el mundo como modelo («con mi inglés, que es pa'matarme») y más tarde se hizo cantante. Su primer disco, 'Despasito', apadrinado por su padre y por Alejandro Sanz, le valió el trofeo de 'Artista Revelación' en los Premios de la Música. Después formaría un grupo denominado 'Las niñas' con el que también cosechó varios premios. Y cantó con Navajita Plateá 'Noches de bohemia'... «Ojú, de eso hace ya mucho tiempo. Ahora me gusta más la mañana», puntualiza.
Cantar los temas que inmortalizaron sus padres fue su penúltimo proyecto. «La experiencia me enriqueció, pero también me removió muchas cosas íntimas, mentales, espirituales… Cada vez que me subo al escenario a cantar canciones de Lole y Manuel es muy fuerte para mí». En 'El beso', ella y Lole versionan a dúo, y en castellano, esa joya del jazz que bordaba Billie Holiday: 'Crazy He Calls Me'. «Me da vergüenza cantar delante de mi madre –confiesa Alba–. Yo soy tímida, aunque ahora con la edad parezca más 'echá p'alante'. Mi madre es una leyenda y a mí me vuelve bastante vulnerable para la música. Cuando canto en público, si ella está delante, me corto muchísimo».
Alba considera un regalo ser hija Lole y Manuel. «Me siento... Orgullosa no, porque esa palabra no me gusta. Prefiero decir agradecida». Nacida en una familia gitana, hija única, describe su infancia como la de una niña a la que le gustaba jugar sola. «Siempre me ha ido bien la imaginación». También recuerda mucho «traqueteo» alrededor... «Mis padres siempre estaban trabajando, luego querían colmarme de regalos como para compensar. Y no me gustaba mucho. Pero con la edad eso se olvida o por lo menos se aparca. En mi casa además había bastante sentido de la fiesta. Siempre estaban cantando y bailando, porque en mi familia no hay quien no cante o no baile».
Madre de una joven de 19 años y de un niño de 10, Alba fue pareja de Leiva y hasta posaron en la revista 'Rolling Stone' en plan Lennon y Yoko Ono. Pero ha llovido desde entonces y hoy comparte su vida con Andreas Lutz, del singular grupo O'funk'illo. «Estamos tranquilos –detalla la cantante–. Estudiamos, hacemos deporte... No vemos mucho la tele ni nos enteramos de muchas cosas. Sé que es egoísta, pero es que hay que serlo un poco porque nos van a volver locos». Con varios tatuajes repartidos por el cuerpo, Alba confiesa que algunos ya no le gustan. «Y ahora que se llevan tanto, me los quitaría todos».
Visceral y disfrutona, admite haber ganado dinero desde muy joven con la moda y con la música. «Pero me lo he gastado, no he ahorrado un duro, vivo al día. Me gustaría dejarles una casa a mis hijos, aunque por el camino que voy, lo veo complicado», ironiza. Como gitana, no se ha sentido víctima del racismo, «quizás un poco en el cole», pero no le apetece ponerse reivindicativa. «Si tuviera que lanzar un mensaje solo pediría que recuperemos la cercanía porque los humanos nos estamos convirtiendo en una cosa asquerosa. Ya solo interesa el dinero y la superficialidad. No hay empatía, todo el mundo miente, va a lo suyo… Pobre humano. Están mejor los animales», concluye.
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