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Los viajeros procedentes de Berlín son recibidos por sus amigos y familiares en el aeropuerto Seve Ballesteros Santander.
"En Berlín todo era silencio"

"En Berlín todo era silencio"

Los cántabros que ayer regresaron en avión a Santander contaron a este periódico su experiencia tras el atentado en Alemania

Mariana Cores

Miércoles, 21 de diciembre 2016, 09:45

Caras de nervios y algo de ansiedad, que no apartaban los ojos de la pantalla de llegadas de los vuelos en el aeropuerto Seve Ballesteros Santander. Padres, hermanos, novios y amigos se amontonaron ayer desde las siete y media de la tarde en esta área para recibir a los pasajeros procedentes de Berlín. «Estoy un poco nerviosa. Deseo poder abrazarlo. Llevo casi veinticuatro horas soñando con que todo pase y que ya esté en casa», contó Pilar Noriega, madre de un estudiante cántabro.

Con algo más de diez minutos de retraso se abrieron las puertas de la zona de recogida de maletas y se sucedieron los abrazos, besos y alguna que otra protesta de los viajeros ante tanta efusividad.

A Alicia Crespo, sus padres y hermana no dejaban de sonreír y de quitarle cosas de encima, «llevo un año y medio trabajando en Berlín. El atentado me pilló en casa, pero no hubiera sido extraño que hubiera estado en esa zona, es por donde salgo. De hecho, varios amigos estaban por allí y pasé mucha angustia hasta que todos contestaron que estaban bien».

Sin embargo, indicó que «esta mañana no he notado un gran cambio en la gente. Todo estaba normal. Mucha gente piensa como mi compañero de piso, que entre seis millones de habitantes que tiene Berlín, hay más posibilidades que te pase algo en un accidente de tráfico que en un atropello en un mercadillo. Son mucho más fríos que nosotros».

El matrimonio formado por Clemente Lanza y María José Cavia no dudó en confesar lo «aliviados que estamos de haber aterrizado, por fin». Decidieron ir a pasar cuatro días de escapada a Berlín, que terminó con un sabor «amargo».

Indicaron que «tan solo cuatro o cinco minutos antes del atentado pasamos por delante del mercadillo, porque nuestro hotel estaba al lado. Justo cuando llegamos a la habitación oímos las ambulancias y bajamos a la calle. No nos lo podíamos creer».

Por la mañana «todo era silencio, la zona llena de policías y miles de periodistas. Nunca habíamos visto a tantos juntos», contaron deseosos de llegar a su casa.

A Montse García y su hija menor, Luna Keus, les costó separarse del abrazo de su madre y abuela, respectivamente, y una de sus tías. Ninguna llegó a correr ningún peligro porque ambas estaban en casa, aunque Luna «de casualidad. Mis amigos habían quedado, pero en el último momento decidí no ir», contó ante la cara aterrada de su abuela y tía.

Montse relató que los últimos años de los trece que lleva viviendo en Berlín «están siendo duros. El número de inmigrantes ha crecido considerablemente y empieza a sentirse el odio. Nunca me había pasado, pero hace poco estando en el metro con Luna, dado el ambiente, decidí no hablarle en español».

Pero también tiene claro que ella, «como el resto de los alemanes, no nos vamos a dejar acobardar por estos terroristas. Seguiremos con nuestros hábitos y vidas. Eso sí, al llegar al aeropuerto nos hemos cogido la mano, un poco asustadas por tanto policía y metralleta. Impone».

Tampoco llegó muy tranquila Mar Caldevilla, que había ido a pasar unos días con su hija y su yerno a Berlín, «ahora sólo deseo que llegue el día 24, que es cuando llegan ellos. Me da mucho miedo ese día el aeropuerto, pero entiendo que hay que seguir adelante».

Sofía Corral, de 28 años y responsable del desarrollo español de una web alemana, sigue en Berlín. Vive en un barrio alejado del centro «y muy tranquilo. Me enteré por las noticias y porque mi teléfono y redes sociales empezaron a echar humo. Todo el mundo quería saber cómo estaba». Afirmó estar «tranquila, aunque impresiona cuando sales a la calle y ves a militares con metralletas por todas partes».

En cuanto al resto de los ciudadanos, «les he notado muy prudentes, preocupados, pero la vida continúa. El tranvía iba por la mañana de camino al trabajo, tan lleno como siempre, pero a la gente le preocupa que aún no se haya encontrado al culpable».

Otro cántabro que tampoco fue consciente del atentado es el artista Antonio Mesones, que lleva varios años viviendo en Berlín. «Mi casa está en el barrio turco y aquí es como si no hubiera ocurrido nada. Lo único llamativo tuvo lugar esta mañana (por ayer), cuando la Policía acordonó toda una manzana para registrar las viviendas».

En su clase de arte, sus alumnos «estaban más pendientes de lo normal de las redes sociales y las noticias, pero no vi nada de miedo en ellos ni en mis vecinos».

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