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En el crepúsculo de su presidencia, Joe Biden ha asestado un tiro de gracia a la confianza en el Partido Demócrata, al que ya dejó herido de muerte por su resistencia a traspasar el poder. Al perdonar en plena resaca del pavo a su hijo ... Hunter Biden de todas las responsabilidades judiciales que pueda sufrir, no solo ha roto la promesa tantas veces reiterada públicamente de no hacerlo. También ha acusado al sistema de estar «politizado» y confirma el sentimiento generalizado de que todos los políticos son iguales.
«Como padre ciertamente puedo comprenderlo, pero estoy decepcionado de que haya puesto a su familia por delante del país», lamentó en X su correligionario, el gobernador de Colorado, Jared Polis.
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Era un triste epílogo que este lunes muchos demócratas no conseguían justificar, para qué hablar de los republicanos. Se trata de la segunda vez en la que el presidente se desdice de algo trascendental que había dicho públicamente, cuando era políticamente conveniente. Pasó por alto su promesa de ser un presidente de transición que ayudase al país a cerrar el capítulo de Trump y volver a la senda del decoro, hasta que los barones del partido le forzaron a pasar el testigo tras la debacle del debate electoral. Para entonces ya era tarde.
El nuevo presidente electo ha hecho buenas sus promesas de venganza con la designación de un gabinete repleto de amigos y caras televisivas sin experiencia de gobierno, pero con lealtad probada y un deseo común: desmantelar el 'deep state', que acusan de corrupto. El perdón de Biden a su hijo deja moralmente desarmado al Partido Demócrata como oposición.
Trump basó su resistencia a rendir cuentas ante la justicia en la idea de que las imputaciones eran armas políticas para impedir su reelección. «Ninguna persona razonable que mire a los hechos de los casos contra Hunter puede llegar a otra conclusión distinta a que le han encausado solo por ser mi hijo», ha dicho también Biden en un comunicado al anunciar el perdón a su hijo. Con ello la «caza de brujas» que ha denunciado Trump durante cuatro años se hacía institucional.
Es cierto que la oveja negra de la familia Biden, que en una autobiografía reconoció que recurrió a las drogas, al alcohol y a la prostitución, ha sido también la bestia negra de la oposición. Los intentos para ligar su tráfico de influencias con el padre han fracasado. «Ha habido un esfuerzo para quebrar a Hunter, que lleva cinco años y medio sobrio, pese a los ataques incesantes y los encausamientos selectivos», justifica el mandatario. «Trataban de quebrarlo para quebrarme a mí. No hay razón para pensar que esto se detendrá. Ya basta», ha zanjado.
La derecha sospecha que el único varón vivo del presidente utilizó su nombre para ganar millones por sentarse una vez al mes en el Consejo de Dirección de la empresa energética ucraniana Burisma, sin experiencia alguna en el sector. Los intentos de Trump de presionar a Zelenski para investigarlo por corrupción le costaron su primer juicio de impeachment. La Cámara Baja le ha investigado por sus múltiples negocios internacionales, especialmente con China, pero ninguno de esos casos llegó a juicio. En los tribunales, Hunter Biden se declaró culpable de evasión de impuestos y pagó una considerable multa por ello, pero aún se enfrentaba al juicio en California por haber mentido sobre el uso de drogas en la solicitud para un permiso de armas. Irónicamente, su padre fue uno de los senadores que impulsaron la ley para hacer esas preguntas en la concesión de permisos de armas.
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