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Estados Unidos parece haber dejado a oscuras gran parte de las operaciones militares de Ucrania en el frente. En una decisión sin precedentes desde el ... comienzo de la invasión, la Casa Blanca ha suspendido el envío de información de Inteligencia al ejército de Kiev. En otras palabras, le habría dejado huérfano de los datos que necesita para enfocar los objetivos rusos a los que dirigir sus misiles y drones. Ninguno de los dos países ha concretado el alcance absoluto de la directiva, pero, al parecer, la CIA solo autoriza que continúe el flujo de comunicaciones vitales para la autodefensa ucraniana.
La medida es seria. Todo lo que ordena el presidente de EE UU, Donald Trump, se impregna de una gravedad infinita, sea la imposición de aranceles o la fijación por hacer pasar al líder ucraniano por el trance de una subordinación total a los intereses del republicano. Washington toma un rumbo que le distancia de nuevo de las directrices comunes con la OTAN e incluso ha pedido al Reino Unido que no suministre a Kiev la información que recibe de la CIA o el Pentágono.
La noticia ha pillado con el pie cambiado a la comunidad internacional, que consideraba la posibilidad de una solución del conflicto entre Trump y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski. El dirigente kievita se ha abierto a una negociación con Rusia y reconocido el «firme liderazgo» del estadounidense en un proceso de paz para su país. Pero parece que el magnate exige más.
La clave la dio este miércoles el asesor de Seguridad Nacional de EE UU, Mike Waltz, quien en la cadena Fox adelantó que el Gobierno levantará las restricciones de información y de ayuda militar a la exrepública soviética en cuanto se inicien «conversaciones de paz» y establezcan unas «medidas de confianza». En definitiva, Trump quiere comprobar antes de eliminar sus castigos que las negociaciones son «sinceras».
1.000 millones
de dólares en armas y municiones han sido paralizados por Washington.
La directiva para suspender el trasvase de Inteligencia explica la alarma que sintió el mundo el pasado viernes cuando el mandatario estadounidense y su vicepresidente, JD Vance, humillaron en el Despacho Oval al líder ucraniano, que llegó como invitado para hablar de la ayuda americana y firmar un contrato para la extracción de tierras raras y acabó expulsado de la Casa Blanca con cajas destempladas. Durante el fin de semana, en la cumbre europea de Londres, al menos tres dirigentes de peso -el secretario general de la OTAN, Mark Rutte; el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron- le conminaron a reparar rápidamente el 'affaire' con Trump. Pero el republicano no perdona con facilidad.
Después de que congelase la ayuda militar este pasado lunes, todo indica que la Casa Blanca está empeñada en no dar un respiro a Zelenski y sumar presión. El rumor de que pensaba suspender el soporte de la CIA ha terminado de consumarse. Hasta el martes el flujo se mantenía, pero oficiales ucranianos reconocieron este miércoles que la comunicación ha caído. ¿Cuánto? No se sabe, pero la hipótesis principal es que la agencia de seguridad sigue suministrando a los combatientes la información defensiva precisa para conocer los movimientos ofensivos rusos o interceptar sus misiles y drones.
La táctica de privar a Ucrania de la colaboración del espionaje estadounidense es sibilina. La resistencia local no tiene futuro sin las sofisticadas y letales armas de EE UU, aunque a corto plazo puede aliviarse con las reservas y lo que le abastezca Europa. El Reino Unido, de hecho, ya ha desbloqueado una partida para que compre 5.000 misiles en los próximos meses. Sin embargo, sin la participación de la Inteligencia norteamericana es casi imposible desgastar a Rusia.
Kiev sabe que en este terreno se la juega cada día. La suspensión, por ejemplo, afecta a la efectividad de los misiles ATACMS de largo alcance que el expresidente Joe Biden autorizó utilizar a pocas semanas de dejar el cargo. Sin la guía que proporcionan los radares y sistemas de vigilancia electrónica de EE UU, afinar la puntería de estos proyectiles es harto complejo. No hay coordenadas precisas.
Los cohetes han penalizado los avances rusos en el Donbás y reforzado la permanencia de los ucranianos en la región enemiga de Kursk. Las tropas han logrado destruir lanzaderas rusas y obligado a los invasores a replegar sus bases logísticas e incluso aeródromos al menos a un centenar de kilómetros hacia el interior de Rusia con el objetivo de dejarlos fuera del alcance de los misiles. Ahora los mandos temen que el Kremlin, consciente de las debilidades rivales, hagan avanzar rápidamente a sus grupos de asalto.
La «pausa» rompe con todas las reglas de actuación de la Casa Blanca durante el mandato de Biden. El demócrata abrió por completo el grifo de la CIA y el Pentágono a Kiev. Pocas semanas después de comenzada la invasión, el Gobierno reconoció que les suministraban información «en tiempo real». Con estas coordenadas, el ejército ucraniano pudo localizar a altos mandos rusos en primera línea de combate e inutilizar algunos de los buques principales de la Flota del Mar Negro.
La colaboración instrumental entre agencias de los dos países se remonta, sin embargo, a tiempos anteriores a la invasión. La relación se estrechó a partir de que Rusia anexionase la península de Crimea en 2014. Como resultado, EE UU obtuvo pruebas de la interferencia rusa en las elecciones de 2016.
El director de la CIA, John Ratcliffe, coincidió este miércoles con Waltz en que «en el frente militar y en el frente de Inteligencia, la pausa terminará». A su juicio, «debemos trabajar hombro con hombro con Ucrania, como hemos hecho, para repeler la agresión existente, pero poniendo al mundo en un lugar mejor para que las negociaciones de paz avancen».
La congelación de la ayuda militar ha supuesto la paralización del suministro de armas y munición valoradas en más de mil millones de dólares. Algunos de esos arsenales están en Polonia, listos para ser entregados.
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