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Desde 1893 nadie que conociera en primera persona lo que es ser presidente de EE UU había tenido el lujo de disponer de cuatro años para preparar el siguiente mandato. La velocidad con la que Donald Trump ha desplegado su agenda desde su investidura ha ... dejado desconcertados a los demócratas, que todavía no habían asumido su victoria. Frente a ese mandato monolítico, se ha producido la atomización de una oposición fuera de juego, sin líder ni unidad de mensaje.
Hace unos días, la congresista de Minnesota Ilhan Omar lamentaba en CNN el exceso de civismo de los presidentes Biden, Obama y Clinton por asistir a una investidura en la que Trump les humilló en su discurso. Ese mismo día, un grupo de 46 legisladores demócratas votaron a favor de la Ley Laken Riley, la primera de Trump, que permite deportar a inmigrantes indocumentados por crímenes menores sin necesidad de probarlos. Aún más, 13 senadores demócratas han escrito al senador republicano John Thune para pedirle que les incluya en las negociaciones para una reforma migratoria. «Estamos listos para trabajar juntos», aseguraron.
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En la pista del aeropuerto de Los Ángeles en el que aterrizó la semana pasada el Air Force One, esperaba sonriente el gobernador de California, Gavin Newsom, que se ha enzarzado en frecuentes peleas dialécticas con el que ahora es presidente. California se enfrenta a una costosa reconstrucción debido a los incendios, una sequía galopante y la necesidad de estar lista para las Olimpiadas de 2028. «Vais a necesitar mucha ayuda, si es que la quieres, claro. Si no, no pasa nada», le retó Trump. Newsom le devolvió una sonrisa forzada: «Vamos a necesitar mucha ayuda», ratifico. Trump no le invitó al encuentro con líderes locales organizado por la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, mucho menos combativa. «Necesitamos su ayuda absolutamente», le suplicó la mandataria.
El mayor alegato opositor que haya escuchado Trump desde su investidura ha venido de la arzobispa episcopaliana Maryann Budde de Washington, que le pidió durante la homilía misericordia para las poblaciones vulnerables. «Son niños gays, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes, algunos de los cuales temen por sus vidas. Personas que cosechan nuestros cultivos y limpian nuestros edificios de oficinas; que trabajan en granjas avícolas y plantas procesadoras de carne; que lavan los platos después de que comemos en restaurantes y cubren los turnos nocturnos en hospitales», le recordó.
Ni una palabra de Barack Obama o la vicepresidenta Kamala Harris. El primero ha despertado el morbo por su animada conversación con Trump durante el funeral de Jimmy Carter y la ausencia de su esposa en el mismo y en la investidura. La segunda no ha hecho pública ninguna decisión sobre su futuro político, pero ha registrado en California una empresa con el nombre en clave que le adjudicaban los servicios secretos, Pioneer 49, nombre potencial de su fundación.
El Partido Demócrata sufre no solo el habitual examen de conciencia que necesita enfrentar cualquier partido que haya perdido de golpe todas las ramas de gobierno, sino de una crisis existencial para la que no tiene ningún líder que le pueda guiar. La idea de que, a medida que aumentase la diversidad en el país, aumentarían sus posibilidades electorales ha resultado falsa. Trump ha mejorado sus números con la ayuda de negros, hispanos y asiáticos. El error fue creer que la política de identidad sexual, racial o de género garantizaría su victoria porque «al hacerlo han antagonizado a los estadounidenses comunes que no se ven en esos términos, y que son mayormente la clase trabajadora, aquellos que solían ser la columna vertebral del Partido Demócrata», dijo George Packer, autor de 'El final de los espejismos demócratas'.
El otro pilar que se ha fundido con la victoria de Trump es la idea de que los republicanos pueden ganar el Colegio Electoral con el apoyo de la América blanca y rural que está sobrerrepresentada, pero no el voto popular, salvo que se ejerzan medidas de supresión del voto o redistribución de los distritos. En estas elecciones ni siquiera ha habido ninguna sospecha de interferencia extranjera, manipulación de las redes sociales, intimidación o fraude. La resistencia se ha transformado en resignación, no sin antes pasar por el capítulo de la ira. «El Partido Demócrata se ha convertido en el partido del establishment», opina Packer.
Toca reconectar con el alma del partido, reorganizar la oposición, encontrar un líder y recuperar posiciones en las legislativas del año que viene. Y todo eso comienza este sábado, 1 de febrero. El líder laborista rural del Partido Demócrata de Minnesota, Ken Martin, y el activista de MoveOn que preside el partido en Wisconsin, Ben Wikler, se disputan la presidencia del partido en las votaciones internas que se celebrarán este sábado.
Otros, como la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, parecen tomar posiciones presidenciables para las próximas elecciones. Y el senador Bernie Sanders, el único que ostenta la fuerza moral de haber estado en el lado correcto de la Historia, se posiciona como la voz más respetable, al haber entendido desde el principio que el partido había desoído el malestar económico de una clase media depauperada en favor de las élites. 76 legisladores demócratas del ala progresista, reunidos el jueves para consensuar una estrategia de oposición, acordaron centrarse en las consecuencias económicas del Gobierno de Trump, convencidos de que ahí pueden darle en la línea de flotación.
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El presidente ha decepcionado ya a una rama del partido conservador con la amnistía a los imputados del 6 de enero; al ala libertaria con la camarilla de multimillonarios de Silicon Valley de la que se ha rodeado, y a los constitucionalistas con su desafío a la 14ª Enmienda, al negar la ciudadanía de nacimiento a los hijos de inmigrantes. Ninguna de sus medidas reduce inmediatamente los precios, una promesa clave de su campaña.
«Ya no estamos tratando de ganar titulares, sino recuperando la razón en una discusión sobre el contrato social, y eso va a llevar tiempo, paciencia y disciplina», avisó el senador Brian Schatz en las redes sociales. Tienen hasta noviembre del año próximo para recuperar el rumbo y el voto. A partir de ahí, la falta de horizonte puede desembocar en siniestro total.
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