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mercedes gallego
Corresponsal. Nueva York
Martes, 9 de junio 2020
«Hey, brother!». «Hey, sister!». La mayor parte de las miles de personas que se acercaron el lunes a despedir a George Floyd en la Iglesia de la Fuente de los Elogios de Houston (Texas) no le conocían. Ni siquiera habían oído su nombre antes ... de que le mataran dos semanas antes en su hogar adoptivo de Minneapolis (Minnesota). A Floyd no le homenajeaban por haber tenido una vida extraordinaria, sino por lo común que fue su muerte. En cada familia afroamericana hay un George Floyd que engrosa las estadísticas de brutalidad policial.
«Todos somos familia», aseguraban los dolosos a las cadenas de televisión, que este martes retransmitieron en directo el último adiós a un hombre cuya muerte ha desatado los mayores disturbios desde el asesinato de Martin Luther King. Las protestas continúan en todo el país hasta que se le haga justicia, pero en Houston, lo que tocaba este martes era celebrar su vida. La verdadera familia, la carnal, se acercó deshecha en lágrimas a cerrar el ataúd del hermano George, al que la reverenda Kim Burrell prometió, a ritmo de góspel, «God will take care of you», cantó («Dios te cuidará»).
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Hasta que murió asfixiado por la rodilla de un policía en el cuello y el peso de otros dos en las piernas y espalda, «El Bueno de Floyd» era el que se ocupaba de la gente. Todo lo que tenía de grande lo tenía de bonachón, contaban quienes le conocieron. De pequeño quería «tener un impacto en el mundo» a través del sistema de justicia, ha contado su profesora de segundo grado Waynel Sexton, que nunca pudo imaginar que aquél niño de 8 años acabaría redimiendo a sus hermanos con su propia muerte.
Sexton ha compartido con los medios un ensayo que Floyd escribió con letra infantil durante el Mes de Historia Negra que se celebra en febrero. La tarea consistía en imaginar cómo impactarían el futuro con sus vidas a través de una redacción que llamarían «Estadounidenses Famosos del Futuro». Muchos querían ser cantantes, futbolistas, bomberos o estrellas de cine. Floyd quería ser juez del Tribunal Supremo. «¿Cómo se convirtió ese sueño en pesadilla, asesinado a manos de la policía?», se preguntaba la maestra.
«Todos somos Floyd». Su primer encontronazo con la policía a los 24 años le costó ocho meses de cárcel por haber vendido diez dólares de cocaína, menos de nueve euros. A partir de ahí todo fue cuesta abajo. Se las había apañado para salir adelante en uno de los peores barrios de Houston, el Third Ward, e incluso llegar a la Universidad, pero ni eso ni el equipo de baloncesto o los domingos en la Iglesia, donde ayudaba diligentemente, lograron cambiar su destino. Después de ocho arrestos, el último por robo a mano armada que le costó cuatro años de prisión, cambió Houston por Minneapolis en busca de un nuevo comienzo que le permitiera ser un mejor ejemplo para su hija recién nacida, aunque fuera yéndose lejos. En esa blanca Minnesota con fama de amable que se presenta para muchos como la tierra prometida, encontró trabajo, una nueva novia, el covid-19 y cuatro policías racistas que desoyeron sus súplicas para que le dejaran respirar. «Su último aliento nos ha dado oxígeno a todos para cambiar las cosas», lapidó la congresistas de Texas Sheila Jackson en su funeral.
este martes no era tiempo de política, sino celebrar su vida y reconfortar a la familia. «Sé que tenéis muchas preguntas», dijo a sus hijos el ex vicepresidente Joe Biden por videoconferencia. «Demasiados niños negros que echan de menos a sus padres se preguntan 'por qué', pero Gianna, cuando se le haga justicia tu papá habrá cambiado el mundo». El candidato demócrata que aspira a relevar a Donald Trump en la Casa Blanca cree que EE UU «no tiene otra elección que ser mejor» después de este clamor generalizado que ha hecho arder las calles de todo el país. «Este es el momento de la justicia social», aseguró. Por el contrario, el presidente recibió la víspera a los sindicatos de policía, convencido de que «el 99.9% de los agentes son buenas personas» y esto se arreglará purgando las manzanas podridas. «Alguien dijo: «Make America Great Again», le contestó con rabia sin mencionarlo Brooke Williams, sobrina de Floyd, «pero ¿fue EEUU grande alguna vez?». Y toda la iglesia se levantó en un sonoro aplauso que deja la pregunta en el aire. Floyd descansa ya bajo tierra, pero el país tiene mucho por hacer.
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