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La ofensiva de Donald Trump para transformar las reglas de la diplomacia internacional pasa por abrir muchos frentes a la vez con aliados y rivales. Las tensiones se resuelven cuando el presidente estadounidense puede proclamar una victoria, aumentada y simplificada al contársela a sus incondicionales, ... mientras ignora el daño causado a una relación bilateral o a la estabilidad global. Crisis, triunfo mediático y a otra cosa. Estos días es imposible no fijar la atención en su proyecto inmobiliario en Gaza, previa deportación de dos millones de palestinos que buscan sobrevivir a la guerra. Pero el caso de México merece ser analizado con detenimiento.
Trump anunció un arancel del 25% a las mercancías mexicanas. Se trataba de un tiro en el pie de su propia economía, que depende del libre comercio y la libertad de establecimiento con el vecino del sur para mantener salarios bajos y ser más competitivo. Con el debilitamiento de la economía global y la desinversión en China, México se ha convertido en un socio estratégico de Washington, gobierne quien gobierne. La justificación de la medida trumpmista era la crisis del fentanilo, una droga que proviene en gran cantidad de India, contra la que no se profirió amenaza alguna.
La presidenta Claudia Sheinbaum supo neutralizar con rapidez la amenaza. Propició una llamada de teléfono con Trump en la que le ofreció un triunfo, el envío inmediato de 10.000 soldados mexicanos a la frontera para controlar los cárteles de la droga. El magnate neoyorkino aceptó el trato, suspendió los aranceles un mes y lo comunicó al mundo como si hubiera conseguido un oro olímpico. Su atención se centró enseguida en otros asuntos. La diplomacia mexicana parece haberle cogido la medida a Trump. El actual ministro de Asuntos Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, médico psiquiatra, representante del sector más ilustrado del país y antiguo presidente de Aspen México, conoce a fondo la política estadounidense. A la presidenta Sheinbaum se le acumulan los problemas domésticos: corrupción, criminalidad organizada, pobreza, falta de inversión en transporte, salud y educación… También ha embarrado de forma innecesaria la relación con España (ya se le pasará, como ha comentado el embajador Jorge Dezcallar). Sin embargo, parece que entiende mejor que nadie a un anciano presidente estadounidense, desatado y con una energía sorprendente. Trump va a seguir buscando titulares y emociones fuertes. Paciencia, acomodos, mano izquierda, son las herramientas con las que sobrellevar el liderazgo del disruptor en jefe del orden internacional, que nos devuelve al siglo diecinueve y brinda a la superpotencia asiática la posibilidad de acelerar su proyección global.
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