![El escándalo se instala en Scotland Yard](https://s1.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2023/03/26/Imagen%20PORTADA%20GF5FEMA1-kllB-U190993831662KcB-1200x840@RC.jpg)
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El secuestro, violación y asesinato de Sarah Everard por un policía de Scotland Yard causó una gran conmoción en el Reino Unido. Era el 3 de marzo de 2021. El país vivía su tercer confinamiento en un año. Se hablaba de un aumento de violencia ... doméstica en familias enclaustradas, pero habían descendido los delitos en la calle. La víctima era una mujer joven, blanca, de clase media, que regresaba a su casa. Seis días después, la Policía ya había detenido a Wayne Couzens, y un día más tarde, el 10 marzo, lo acusó de los cargos que le sumarían una condena de cadena perpetua. El juez del caso se negó a contemplar que salga jamás de prisión. Supuso que la había esposado y metido en su coche acusándola de quebrar las reglas del confinamiento, tras enseñarle su carné de policía.
La investigación requirió análisis forenses, desenterrar el cadáver o sumergirse en un estanque para rescatar un teléfono. Pero la identificación del sospechoso se basó en la densa red de cámaras de seguridad públicas y privadas que hay en Londres y en el Reino Unido. Se dan cifras variadas, y se repite que un peatón, el pasajero en transporte público o el conductor de un coche es filmado 70 veces en cada jornada.
El 13 de marzo, oenegés y gente sin afiliación organizaron una vigilia en recuerdo de Everard. Desde el mediodía se congregó una multitud en torno al quiosco de música del parque de Clapham Common, muy cerca del lugar en el que fue secuestrada. Cientos de personas, entre ellas Catalina, entonces duquesa de Cambridge, depositaron flores en el lugar.
En el atardecer, la congregación, en su mayoría de mujeres, era más militante pero igual de pacífica, hasta que miembros de la Policía Metropolitana intentaron disolverla por incumplir las normas de distanciamiento físico. La jefa de Scotland Yard, Cressida Dick, y el ente de inspección, formado por policías, insistieron en que la intervención -que acabó con enfrentamientos, y provocó asombro y críticas- fue correcta.
El procedimiento judicial desveló que Couzens tenía un historial de delitos sexuales, pero aún así fue promovido al cuerpo de élite dedicado a la protección de edificios públicos, de altos cargos y de embajadas. Compartía con colegas un grupo de la aplicación WhatsApp en el que intercambiaban mensajes sexuales vejatorios sobre mujeres.
La detención de Wayne Couzens provocó que una víctima denunciara al también policía David Carrick, que terminó admitiendo ante un tribunal más de 80 delitos contra la libertad sexual, incluidas 48 violaciones a 12 mujeres. La policía de Londres permitió que siguiera en activo pese a abrirle 14 investigaciones internas. Carrick fue condenado el pasado 7 de febrero a 36 cadenas perpetuas y pasará un mínimo de 30 años en prisión.
Tras el descubrimiento de estos casos, la jefa de Scotland Yard, Cressida Dick, encomendó una revisión exhaustiva del funcionamiento de la Policía Metropolitana a Louise Cassey, una alta funcionaria que dirigió también organizaciones dedicadas a la reducción del número de personas sin techo. Fue nombrada baronesa con asiento en la Cámara de los Lores. Durante un año su equipo realizó un análisis exhaustivo de la gestión de la Policía de Londres.
En su informe final, publicado esta semana, describe a Scotland Yard como «racista, misógina y homófoba». Su gestión estaría teñida por un «sesgo optimista», por el secretismo y «la falta de humildad». Procedimientos ineficaces en el reclutamiento y en la respuesta a infracciones de los códigos de conducta habrían quebrado los principios de una policía civil establecidos en su fundación, en 1829.
El 51% de los londinenses no confía en la Met. En una ciudad en la que el 59,8% de sus habitantes es blanco, su policía suma un 82% de blancos. El 50,1% de mujeres no están representadas en una fuerza de seguridad en la que el 71% son hombres. El informe propone el reclutamiento de más mujeres y de personas de 'minorías étnicas' como remedio.
En una reunión del Comité de Interior de la Cámara de los Comunes para analizar el informe, los diputados y Cassey coincidieron en que es necesaria savia nueva, del Ejército y del mundo empresarial, en la dirección de una fuerza policial que no había respondido adecuadamente a escándalos previos. Según el comité, las conclusiones de Cassey ofrecen «la última oportunidad de reforma» de la Policía británica.
Susil Gupta, abogado penalista retirado que pasó décadas trabajando en comisarías de Londres, recuerda la indignación de los policías tras la publicación, en 1999, del informe del juez Macpherson sobre las deficiencias de la investigación del asesinato de un joven estudiante negro por un grupo de racistas. Scotland Yard era, según Macpherson, «institucionalmente racista».
«La indignación no se dirigía hacia el juez sino a lo que había sucedido», recuerda Gupta. «El ambiente cambió muchísimo». Cree que la Policía de Londres era racista en la década de los sesenta, pero hoy no lo es. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, es musulmán. Suella Braverman y su predecesora como ministra de Interior, Priti Patel, son de origen indio. Alcalde y ministra comparten la gobernación de Scotland Yard.
Según Gupta, casos de perversión sexual como los de Couzens, y David Carrick, o el descubrimiento de mensajes obscenos intercambiados por oficiales de la importante comisaría de Charing Cross serían en parte consecuencia de malas políticas, que han quebrado el orgullo de pertenecer a un servicio público.
Margaret Thatcher acabó con las pequeñas corrupciones aumentando los salarios de los policías. Tony Blair mantuvo los aumentos y facilitó mecanismos de promoción que permitían a los reclutas, en su mayoría de familias obreras, aspirar a un ascenso a la categoría de sargento o inspector, con salarios de clase media. Pero la austeridad de sucesivos gobiernos conservadores desde 2008 ha diezmado a la Met.
El salario de un policía ha descendido un 28% en términos reales desde 2010, ya no permite vivir en Londres y se han limitado los ascensos. Más de la mitad de los efectivos de Scotland Yard, como los violadores Couzens y Carrick, no vive en la capital. La proporción de policías supervisados por sargentos ha aumentado hasta el desbordamiento. La más duradera ministra de Interior en la historia británica, Theresa May, eliminó cantinas y comedores en las comisarías.
Como ocurre en el servicio público de sanidad o en el sistema de educación, que abandonan los empleados hartos de la carga laboral y de las carencias materiales en su vida cotidiana, es ahora más difícil atraer a gente con afán de servicio público al trabajo duro y estresante del policía. Sólo el 33% de los agentes encuestados para el informe de Cassey quisiera que un familiar se uniese al servicio.
El informe se debatió en el comité del Parlamento coincidiendo con el sexto aniversario de la muerte de Keith Parker, policía acuchillado por un islamista al que se enfrentó cuando intentaba entrar precisamente en el palacio de Westminster, tras causar cuatro muertes arrollando con su vehículo a los peatones en el puente sobre el Támesis. Los diputados recordaron al fallecido, pero no suavizaron la dureza de su evaluación sobre el estado de la Met.
La imagen del 'bobby' inglés, caminando desarmado, es historia, pero la Policía Metropolitana mantiene los principios dictados por su creador, el primer ministro conservador Robert Peel. Sus oficiales debían ejercer su tarea con el consenso de la población. Policías de barrio visitan las escuelas para familiarizar a los niños con su oficio y se coordinan con asociaciones vecinales para colaborar en el mantenimiento del orden público.
La Metropolitan Police Federation, un sindicato policial que agrupa a los más de 30.000 miembros de Scotland Yard, ha reconocido el valor del informe de Cassey y ha reclamado que el liderazgo emprenda los cambios necesarios en una fuerza «cuya moral está cayendo en picado, traumatizada por contantes ataques a su orgullosa profesión», según su portavoz.
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Ana del Castillo
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