Tragedia en India: «La muchedumbre enloqueció y arrollaba a los ancianos»

Una tarea, la suya, ardua en condiciones normales, pero que ayer, entre sucesivas estampidas de una muchedumbre enardecida, puso en riesgo su vida y las de quienes le acompañaban. «Llevábamos caminando cinco kilómetros cuando vimos que la Policía había cortado todos los accesos a los puentes. De pronto, quedamos atrapados por una multitud enloquecida que empujaba desde todas partes. Había gente tumbada en el suelo, durmiendo a la espera de su turno para bañarse en el río, cuando la marea humana se les echó encima, entre ellos muchas mujeres mayores, incapaces de incorporarse. Jamás había tenido tanto miedo, no nos sentimos a salvo hasta que llegamos a la carretera».

No es la primera vez que el Maha Kumbh Mela es noticia después de que una estampida se lleve por delante a centenares de personas. Funcionarios concluyeron ayer que fueron muchos los arrollados mientras los peregrinos asediaban el epicentro religioso del país más poblado de la Tierra. La cita, que se celebra como cada doce años en Prayagraj, es un hervidero de gente que se apresura a sumergirse en las aguas sagradas en lo que se considera una de las fechas más auspiciosas del calendario hindú, marcada por la posición del sol, la luna y Júpiter.

Mientras los peregrinos se apresuraban a bañarse, una barrera dispuesta por la organización se rompió y cientos de personas que dormían en las orillas del río fueron aplastadas, al tiempo que el pánico generalizado cundía entre la gente y se desataba el caos, señalaron funcionarios del Gobierno. Vídeos y fotos de la escena mostraban a los fallecidos en el suelo, con sus cuerpos y rostros cubiertos, y personal de emergencias llevando a los heridos en camillas y ambulancias. Los promotores de la cita trataban ayer de cerrar una cifra de víctimas, pero medios locales calculaban que los muertos superan la treintena.

El estupor de Ashish Misra lo compartía Jason Wang, norteamericano a quien las avalanchas sorprendieron también tratando de llegar a los 'shahi snan' o baños sagrados. «El caos se desató a las 4.00 a.m. (23.30, hora de España). Me vi envuelto en tres estampidas hasta que con el grupo con el que viajo encontramos un camino que rodeaba la zona de riesgo y que nos condujo hasta una colina. Estaba aterrorizado, no sólo por mí, también por la gente mayor a mi alrededor. Zarandeados y desvalidos, parecían en serios apuros».

«La vuelta ha sido una odisea -relata Fernando, guía español-, lo más parecido a un éxodo humano de esos que vemos en televisión cuando hay guerras o hambrunas». Él, al menos, logró colarse hasta uno de los akharas, especie de orden monástica de sadhus. Menos suerte tuvo Drew Binsky, que llevaba un año planeando el viaje y que ayer se desesperaba, atrapado durante 19 horas en las carreteras que conducen al recinto sagrado, blindado ya por la Policía, y del que le separaban 21 kilómetros. «Llevo viajando y haciendo vídeos por todo el mundo desde 2017 y es la primera vez que me doy la vuelta».

El Gobierno de Uttar Pradesh estima que más de 400 millones de personas asistirían desde todos los rincones de India a un festival que dura seis semanas y media. Se da la circunstancia de que horas antes de que estallara la tragedia, Yogi Adityanath, ministro principal de Uttar Pradesh, había instado a los peregrinos a realizar sus rituales en plataformas cercanas al Sangam en lugar de concentrarse en la confluencia de los ríos.

Lo cierto es que los funcionarios gubernamentales se han vuelto más organizados y han extremado la seguridad de los asistentes después de la tragedia de 2013, cuando una estampida en los andenes del tren causó al menos 36 muertos. Este año, el Ejecutivo de este Estado indio había empleado tecnología más sofisticada para monitorear la entrada y salida de personas, valiéndose de drones y la Inteligencia Artificial para controlar muchedumbres y adelantarse a episodios como el ocurrido.

Los peregrinos que se sumergen en el Sangam, en los conocidos como 'shahi snan' o baños reales, buscan liberar el alma y proteger así a las siguientes 88 generaciones. Un espectáculo instalado en la desmesura, que sólo el primer día recibió la visita de 35 millones de devotos.