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Rickard Andersson, un hombre de 35 años, es el sospechoso de haber perpetrado el peor tiroteo en masa de la historia de Suecia. Este ciudadano de nacionalidad sueca vivía aislado del mundo y padecía problemas mentales. Aunque fue rechazado para el servicio militar, tenía licencia ... de armas para cuatro rifles de caza y se cambió el nombre en 2017. Sus compañeros del colegio le pusieron de apodo «el capuchas», porque solía ir con la cabeza cubierta mientras se tapaba la cara con la mano.
La identidad del asesino que mató a diez personas tras abrir fuego en la escuela para adultos Risbergska de la que era antiguo alumno, y luegó terminó suicidándose, ha sido revelada por los medios suecos. No estaba en el radar de la Policía y ahora tratan de buscar el motivo que le llevó a cometer esta matanza en la ciudad de Orebro, a 200 kilómetros al oeste de Estocolmo.
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El entorno del tirador le describe como una persona solitaria con un contacto social prácticamente inexistente. Quienes le conocían de cerca coinciden en describir a un individuo con problemas sociales y mentales que comenzaron ya en el colegio.
Nacido con el nombre de Jonas Simon, creció con sus padres y hermanos en un barrio próspero de Orebro. Un pariente cercano lo recuerda en el diario 'Expressen' como un «niño normal», aunque reconoce que era muy retraído. «No tenía ningún amigo». La última vez que se vieron fue en el 35 cumpleaños de Rickard, en el que se mostró agradable pero taciturno: «Comió su comida pero permaneció la mayor parte del tiempo en silencio». En las últimas Navidades, Andersson no se reunió con su familia y las pasó solo: «No se sentía bien mentalmente». Lamenta lo sucedido: «Es inimaginable y terrible lo que pasó».
En su infancia, asistió a la escuela primaria Navets, en el sur de la ciudad. Se graduó en noveno curso, sin suspender ninguna materia. Pero ya ahí comenzó a dar síntomas de su deriva. «Dejó de hablar, no se comunicaba», cuenta un compañero de clase. «Caminaba con la capucha y la mano sobre la boca», en una imagen que se repetía y que le granjeó el apodo de «el capuchas».
«Cuando piensas en él, entiendes que debe de haber sido algún tipo de fobia social extrema», desliza esta persona anónima que coincidió en un aula con el presunto asesino. Relata que Jonas Simon tenía un aura «extremadamente extraña» y que le asustaba «un poco» que escondiese su rostro.
Tras dejar el colegio, estudió en el instituto Wadköping, donde no logró graduarse en bachillerato. Por esta circunstancia el ejército sueco le rechazó para el servicio militar en varias ocasiones.
Tras dejar los estudios, vivía aislado. «Él es realmente un solitario. Solía tener un amigo con el que pasaba mucho tiempo, pero ahora no. Él quiere estar solo. Parece que no le gusta la gente», declara un familiar al periódico 'Aftonbladet'.
Andersson no se casó y no tenía hijos. Abandonó la casa de sus padres en 2010, a los 21 años, para mudarse a un apartamento en el centro de Orebro. Doce meses después se trasladó a otro piso a unos kilómetros de distancia, en el barrio de Storgatan, donde permanecía desde entonces.
El hockey era una de sus únicas pasiones. Por lo demás tenía una vida aburrida y se pasaba las noches despierto viendo la televisión. Le gustaba conducir y se presentó a una oferta de trabajo como camionero, pero no pasó la prueba. Estaba desempleado y en los últimos años no había tenido ningún ingreso. Se matriculó en varios cursos de matemáticas en la escuela de adultos Risbergska, aunque su última nota es de mayo de 2021 antes de abandonar el centro. Este martes regresó a este centro de estudios para cometer el brutal crimen.
En 2017 Jonas Simon cambió su nombre para llamarse Rickard Andersson. Entonces explicó a la Agencia Tributaria sueca que pretendía adoptar el apellido de su padre antes de casarse. En Suecia los hijos llevan los apellidos según el orden que los padres elijan, pero si la pareja no llega a un acuerdo, el niño queda registrado con el apellido de su madre.
A pesar de sus problemas mentales, el sospechoso estaba en posesión de una licencia de armas para cuatro rifles. Los testigos del tiroteo han detallado que la tarde del martes portaba tres rifles y un cuchillo. Otras informaciones apuntan que utilizó una escopeta. Para obtener estos permisos es necesario pasar un examen de idoneidad y es la Policía la encargada de hacer esa evaluación. No ha aclarado cómo el tirador obtuvo la autorización.
Andersson habría introducido las armas en la escuela en una funda de guitarra y se cambió de ropa en el baño para ponerse una especie de uniforme militar verde antes de abrir fuego. Los estudiantes cuentan cómo la gente corría por los pasillos mientras el antiguo alumno caminaba pausadamente y disparaba a diestro y siniestro con su arma automática. Algunos tuvieron suerte y, por razones que se desconocen, les perdonó la vida. Pasó de largo y se abstuvo a ametrallar a ciertas personas. El porqué no está claro.
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