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Casi tres años de una guerra que parecía en punto muerto acabaron hace justo una semana con un volantazo de la Casa Blanca. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, desmanteló las líneas rojas que él mismo había puesto a Ucrania para permitir hacer lo ... que Volodímir Zelenski suplicaba: sacar el máximo partido al armamento estadounidense para frenar a Rusia.
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La cautela del Gobierno de Biden para evitar una escalada del conflicto parece haberse desmoronado con la victoria de Donald Trump y el deseo de cimentar su legado internacional en Ucrania. Así se interpreta el permiso que dio el pasado domingo para utilizar los sistemas de ataque de misiles tácticos de largo alcance (ATACMS, por sus siglas en inglés) en la región rusa de Kursk, donde las tropas ucranianas intentan mantener el territorio conquistado tras su sorpresiva incursión de agosto.
Sin embargo, la Casa Blanca niega que esta decisión esté relacionada con la victoria de Trump. «Nuestros cálculos son anteriores al 5 de noviembre», sostienen altos funcionarios de la Administración Biden a diversos medios. Oficialmente, el detonante de la medida ha sido la llegada de unos 11.000 soldados norcoreanos para apoyar a Rusia en un momento en que, según la directora adjunta de comunicación del Pentágono, Sabrina Singh, Moscú sufre una media diaria de 1.200 bajas.
Los misiles norteamericanos, que tienen un alcance de hasta 300 kilómetros, permiten a Ucrania golpear objetivos estratégicos en la retaguardia rusa, como centros logísticos, aeródromos o depósitos de municiones. Para Zelenski se trata de armas cruciales en su intento de romper el estancamiento en el frente, especialmente con la llegada del invierno.
Este movimiento, impensable hace apenas unos meses, no solo desafía las líneas rojas que Washington había trazado al inicio del conflicto, sino que también incrementa la presión sobre los aliados europeos y abre un interrogante sobre la respuesta rusa, que aún no se ha manifestado de manera contundente. Con la decisión, Biden ha dejado claro que en la recta final de su presidencia está dispuesto a asumir mayores riesgos en su apoyo a Ucrania, consciente de que el reloj avanza hacia el 20 de enero, fecha en la que tendrá que transferir el poder a Trump.
Prueba de que no se trata de una decisión aislada es que días después también se autorizó el envío de minas antipersonas, para escándalo de las organizaciones que luchan por su erradicación. Además, se ha permitido la entrada de contratistas militares estadounidenses en Ucrania y el Pentágono se ha comprometido a gastar hasta el último dólar de los 7.000 millones de ayuda militar a Kiev aprobada por el Congreso. Eso incluye los 275 millones en drones, artillería, munición y morteros anunciados por el secretario de Defensa, Austin Lloyd, esta semana.
«Nuestro enfoque sigue siendo el mismo que hemos tenido durante los últimos dos años y medio: poner a Ucrania en la posición más fuerte posible en el campo de batalla para que, en última instancia, esté en la posición más fuerte posible en la mesa de negociaciones», dijo el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, en el programa de CBS 'Face the Nation'. Sullivan es, probablemente, uno de los altos funcionarios del Gobierno de EE UU que Zelenski no echará de menos cuando deje el cargo en enero. Muchos le culpan de haber atado las manos a Ucrania con la desmedida cautela que ha trasladado a Biden, siempre temeroso de desatar un conflicto mundial que si ahora no está servido aún es porque Vladimir Putin tiene el incentivo de que todo cambiará con Trump.
«La maquinaria de la industria militar parece querer asegurarse de que comience la Tercera Guerra Mundial antes de que mi padre tenga la oportunidad de trabar la paz y salvar vidas», clamó Donald Trump Jr., el primogénito del líder republicano, en las redes sociales. «¡Imbéciles!».
The Military Industrial Complex seems to want to make sure they get World War 3 going before my father has a chance to create peace and save lives.
— Donald Trump Jr. (@DonaldJTrumpJr) November 17, 2024
Gotta lock in those $Trillions.
Life be damned!!! Imbeciles! https://t.co/ZzfwnhBxRh
En su círculo se percibe la decisión de Biden de alterar el 'status quo' de la guerra como un desafío personal al presidente entrante, porque le complicará la promesa de forzar a Zelenski a aceptar la paz a costa de ceder territorio. Su nueva posición también obliga a otros países de la OTAN a seguirle, como demuestra la autorización del Reino Unido y Francia para que Ucrania lance ataques con misiles de largo alcance.
Si bien en el Congreso de EE UU se extingue el apetito para seguir financiando la guerra, ha habido voces que aplaudían en ambos partidos. El congresista demócrata Salud Carbajal consideró que «ya era hora» de desatarle las manos a Ucrania, y el republicano Michael McCaul dijo aliviado que «más vale tarde que nunca».
La Casa Blanca entiende que ningún arma que transfiera a Ucrania tiene la capacidad para cambiar la jugada, pero puede servir de revulsivo. Es la última oportunidad de Kiev para tomar la delantera y de Europa para asumir su propia defensa. La certeza de que Trump forzará a la OTAN a aumentar su inversión es lo único que se sabe de su difusa estrategia para acabar con la guerra en «el primer día» de su mandato.
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