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El capellán Dmytro Povorotnyi pasa cada día junto a la fábrica de Pivdenmash en el camino hacia el cementerio Krasnopilski. Esta enorme factoría levantada en la época de la Unión Soviética, cuando Dnipró era una ciudad cerrada y centro de producción de proyectiles, fue el ... objetivo del ataque con el misil hipersónico ruso de hace una semana. El capellán, como el resto de vecinos, lo ven más como una operación de cara a Occidente, que a ellos, porque a diferencia de otros misiles, este no ha causado daños entre los civiles.
Superado el interminable muro que rodea Pivdenmash se llega a una zona agrícola en la que las autoridades expanden y expanden el cementerio para dar cabida a los cuerpos de los soldados que llegan cada día desde que empezó la invasión rusa. Las banderas nacionales tiñen de amarillo y azul el horizonte en la parte dedicada a los «héroes de la nación», como les llama el capellán. El religioso se dirige en primer lugar a la sección en la que descansan los restos de los caídos entre 2014 y 2022 porque «no podemos olvidar que esta guerra estalló hace diez años».
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Ese fue el momento en el que acudió al frente por primera vez y, desde entonces, calcula que ha celebrado más de 1.500 funerales, muchos de soldados a quienes conocía en persona. Otros muchos, sin identificar, restos de caídos en las batallas del Donbás que llegan hasta Dnipró, se les realizan pruebas de ADN y se les da sepultura de manera anónima a la espera de encontrar a sus familias.
«Les enterramos con una placa que reza 'héroe de Ucrania temporalmente no identificado' y esperamos que sus pruebas de ADN coincidan con las de las familias que buscan a sus desaparecidos. Cuando esto sucede, los restos serán exhumados y los familiares podrán enterrarlos en su tierra natal o permanecerán aquí, pero identificados», explica este religioso que la semana pasada enterró a trece soldados desconocidos. Las tumbas tienen cruces de madera y se les han colocado caramelos sobre la tierra. En este cementerio son «cientos», asegura el religioso, que recuerda que no se pueden dar cifras de muertos en combate porque es un secreto de Estado.
El capellán ha tenido que inventar una oración especial para los funerales de estos soldados desconocidos en la que ruega que «Dios guarde las almas de los héroes de Ucrania, cuyos nombres sabe Él». Conforme avanzan los rusos y las batallas son más duras, las autoridades amplían el cementerio y ya tienen listas treinta nuevas fosas. Los operarios trabajan sin descanso. Las familias recorren las lápidas en busca de sus seres queridos y algunas también se acuerdan de los caídos sin nombre y les dejan una flor.
Los muertos son un secreto de Estado, aunque con el paso de los meses y el tipo de guerra de trinchera queda claro que la cifra es muy elevada. Un tipo de guerra al estilo de la que se libró en la contienda mundial hace ocho décadas. Los desaparecidos son un vacío que las familias no pueden llenar. Ante la falta de información por parte de las autoridades, los familiares se organizan en asociaciones para tratar de conectar con otras familias al otro de lado de la frontera y localizar a los suyos. «Lo primero que hay que aclarar es si tu ser querido está muerto o en manos del enemigo y eso no es nada sencillo porque tenemos casos de soldados dados por muertos de manera oficial que luego aparecen en un intercambio», explica Victoria Solodukhina, responsable de Nadia, asociación de familias de desaparecidos en Dnipró.
A Victoria le falta su amigo Sergei desde 2014, desapareció cuando estaba en el frente, entonces más poroso que ahora, y nunca más supieron de él. Le saltan las lágrimas al recordarlo. Admite que gracias las pruebas de ADN están logrando encontrar a muchos, pero dice que «hablamos de una cantidad gigantesca de desaparecidos, las autoridades reconocen 40.000, pero eso se refiere a soldados. Tan sólo en Mariupol desconocemos el paradero de 60.000 civiles, el problema es enorme y crece porque cada vez el frente es más inaccesible y es imposible recuperar los cuerpos de los caídos, los rusos no nos permiten entrar en las zonas que ocupan». Se trata de un punto importante ya que un soldado no puede ser declarado muerto por el Estado hasta que haya un cuerpo.
El cementerio de Krasnopilski no para de crecer y cada vez son más los soldados sin nombre. La guerra ha hecho de los desaparecidos una herida cada vez más profunda que sufren decenas de miles de familias a ambos lados de la frontera.
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