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Los análisis sobre la guerra mostraron este miércoles el silencio de Bajmut. Un silencio ficticio en realidad, que podría pasar por un estruendo contenido. No significa que no sonaran disparos. O que varios obuses reventasen los esqueletos de edificios en ruinas como si el objetivo ... fuera tirar a la lona a un boxeador noqueado. No. Simplemente Bajmut ha dejado de ser, al menos momentáneamente, la brutal «picadora de carne» que ha triturado 150.000 vidas en un derroche de sangre. La tierra calcinada se ha transformado en un lugar plagado de soldados «cansados» donde está en juego una incierta contraofensiva.
Según el Estado Mayor, las fuerzas ucranianas avanzaron un puñado de metros en los flancos norte y sur en su pretensión de recuperar la ciudad; un propósito ahora mismo complejo, pero presumiblemente factible en un futuro próximo si la confrontación sigue aquí la pauta de otras posiciones ganadas y perdidas por Rusia en este año largo de invasión. Sin embargo, no es sencillo. Los ucranianos debieron retirarse el martes por completo del sector oeste acosados por la artillería invasora.
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Algunos expertos kievitas sí se atreven a predecir que el enclave regresará a manos de Ucrania en pocas semanas. La predicción se basa en factores como el «agotamiento» de los mercenarios del grupo Wagner que lo guardan, la anunciada decisión de su jefe de salir de Bajmut el 1 de junio tras transferir la ciudad al ejército ruso, y los problemas del Kremlin para destinar suficientes tropas a su defensa sin debilitar otros puntos de los 600 kilómetros de frente actuales. Pero analistas estadounidenses consideran, sin embargo, que resultará difícil que Yevgueni Prigozhin abandone Bajmut sin dejarla bien guarnecida después de tantos muertos que ha costado su conquista.
El líder paramilitar admitió el miércoles por primera vez que 20.000 miembros de su unidad han sido abatidos en esta batalla. De ellos, la mitad eran «combatientes a tiempo completo» y el resto convictos, carne de cañón perteneciente a la campaña de reclutamiento que desarrolló su compañía en las cárceles rusas y a la que respondieron, según sus palabras, 50.000 presos. EE UU sostiene que en conjunto los cuerpos de 100.000 rusos se pudren en Bajmut.
Además de confirmar el carácter salvaje del enfrentamiento, sobre todo tratándose de un territorio de escaso valor estratégico, tal cantidad de cadáveres llevó a Prigozhin a advertir al Kremlin de la posibilidad de un levantamiento militar en sus propias puertas. Lo seguiría una convulsión social «que puede terminar como en 1917 con una revolución» debido al presumible hartazgo de la población rusa con la gestión de la guerra que hacen el Ministerio de Defensa y el Estado Mayor. El oligarca, histórico aliado de Vladímir Putin, sostiene que «ya hay decenas de miles de familiares de los asesinados, y probablemente habrá cientos de miles» en los próximos meses que se «cansen» de recibir a sus allegados en ataúdes mientras los hijos de la élite rusa alardean de su vida de lujo en las redes sociales.
No hay concesiones. Prigozhin cree que el Kremlin ha fracasado en su estrategia de «desnazificar» Ucrania -el país es ahora «como los griegos y los romanos en su época de esplendor»- o en los planes destinados a su «desmilitarización. Si Ucrania tenía 500 tanques, ahora tiene 5.000. Si tenía 20.000 personas que sabían pelear, ahora 400.000 saben pelear. Hoy en día, los ucranianos son uno de los ejércitos más fuertes».
20.000
mercenarios del grupo Wagner han sido abatidos en Bajmut, según las cifras aportadas por su líder, Yevgueni Prigozhin.
El Gobierno de Putin, y he ahí una novedad, no reportó por primera vez en diez meses acciones ofensivas significativas en un área que antaño sumió en un baño de misiles y fósforo. El ejército mira ahora hacia la periferia, al campo arbolado donde los ucranianos aprovechan incluso las antiguas trincheras enemigas para armar el contragolpe. Volodímir Zelenski mantiene allí a una notable facción de su élite militar. En refugios o bajo tierra, en búnkeres construidos en zonas indeterminadas alrededor de Bajmut, se preparan los militares de la Décima Brigada de Montaña, la 59º Brigada Motorizada o la Tercera División de asalto, una unidad independiente de las fuerzas armadas creada a partir del Batallón Azov, la antigua milicia de origen neonazi responsable de la defensa de Mariúpol, cuyos miembros fueron en su mayoría capturados tras la rendición de la acería Azovstal. Constituyó un episodio tan brutal y notorio de esta guerra como la batalla de Bajmut.
La Décima Brigada de Montaña, por su parte, es un grupo de élite que el propio Zelenski condecoró el 14 de febrero con la insignia 'Edelweiss', un título honorífico que reconoce el valor de las unidades alpinas. Forjada en el Donbás desde 2016, la Décima participó en la defensa de Mariúpol y en Bajmut ha sido un muro de contención de los asaltos que los invasores, en grupos de treinta combatientes, lanzaron durante semanas contra la línea de defensa ucraniana. Ahí murieron miles de convictos. La 59 Mecanizada lleva encima la sombra de la tragedia: el 21 de junio las Fuerzas Aeroespaciales Rusas asesinaron a 500 de sus miembros en Mykolaiv.
«Las tropas están cansadas». El teniente de la Brigada Aerotransportada 25, Oleg Kerezo, conoce bien la sensación posterior al combate y su efecto psicológico en las tropas. «Mientras luchas te olvidas del miedo, pero luego se vuelve realmente aterrador, cuando empiezas a entender que las balas silbaban a unos centímetros de tu cabeza». Kerezo sabe que los ucranianos supervivientes estarán ahora realizando «un análisis exhaustivo de su trabajo: por qué he hecho esto, si el enemigo hubiera actuado de otro modo... Cada día en la guerra es la adquisición de nuevas experiencias», señala al medio 'Fakty I Kommentarii'.
En su misma edición, el militar y periodista Pavlo Kazarin expone su crítica sobre la presión que suponen las expectativas de un contragolpe como el que se presume en Bajmut. «A veces parece como si en la retaguardia estuvieran acostumbrados a poner el signo igual entre una contraofensiva y el final de la guerra. Creemos que un avance terminará con la expulsión del enemigo fuera de las fronteras estatales. También conviene pensar que al otro lado del frente sólo se pelean 'tontos' desmoralizados, pero esto poco tiene que ver con la realidad. La guerra es larga». Y cruda.
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