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Es muy posible que Vladímir Putin gane en la mesa de negociación con Estados Unidos lo que su ejército no ha conseguido en los campos ... de batalla ucranianos. Nunca agradecerá lo suficiente la decisión de Donald Trump de poner fin a la guerra de la manera más rápida, pero también peor para el Gobierno de Kiev. El neoyorquino no solo se dispone a recompensar a Rusia con territorios, propaganda y blanqueamiento. También desestabilizará a Ucrania, forzando la salida del presidente Zelenski y negando garantías de seguridad de Washington una vez se realice la partición del país.
La pregunta urgente en casi todas las capitales europeas es cuál debe ser la respuesta de la Unión y de sus Estados miembros. Es más fácil de contestar si primero evitamos tres tentaciones en las que Bruselas y los gobiernos nacionales no deben caer.
El primer error europeo sería la pasividad, ser sujeto y no actor en una crisis geopolítica de gran envergadura. El reto es conseguir que la Unión Europea reaccione como una única voz y ejecute un plan ambicioso de reformas económicas, desarrollo de capacidades propias de seguridad y defensa y fortalecimiento de sus democracias. Todavía existe una mayoría de fuerzas políticas moderadas que deben tejer consensos para actuar rápidamente.
El segundo error sería envolverse en la bandera europea y fabricar un nacionalismo continental artificioso, construido sobre el antiamericanismo. El proyecto de integración está pensado para sumar identidades, sin tener que renunciar a la diversidad. Para defender sus intereses, la Unión está llamada a hablar en nombre de los ideales occidentales: democracia, Estado de Derecho, protección de derechos fundamentales, economía abierta, orden mundial basado en normas. Todos ellos nos unen al menos a la mitad de los estadounidenses y a muchos países más en todo el mundo.
El tercer error sería poner la esperanza en el liderazgo de figuras salvíficas, como en otros lugares del mundo gobernados por «hombres fuertes». Es cierto que cuando las instituciones se debilitan, las personalidades cuentan más. Pero en el caso europeo debemos aspirar a liderazgos compartidos y buenas decisiones respaldadas por consensos suficientes. La iniciativa de sir Keir Starmer y Emmanuel Macron de unir fuerzas en Washington la semana que viene es un buen ejemplo de esta mentalidad pragmática necesaria.
La urgencia de actuar sin incurrir en ninguno de estos tres errores está clara una vez que la relación transatlántica ha sido dinamitada por Washington. Toda la frontera Este, no solo Ucrania, corre el riesgo de convertirse en una fuente de inestabilidad y la OTAN está amenazada por el que era hasta ahora su principal valedor.
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Ana del Castillo
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