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La ministra de Economía y Hacienda, Rachel Reeves, ha intentado este miércoles animar a los británicos sobre el futuro de su economía, incluyendo en el paquete de promesas la autorización de una tercera pista en el aeropuerto de Heathrow, una obra que ha sido disputada ... desde hace décadas. La empresa española Ferrovial redujo en noviembre su capital en la compañía propietaria a algo más del 5%.
Más de 80 millones de pasajeros llegaron en 2024 a las dos pistas de uno de los aeropuertos con más tráfico en el mundo tras atravesar los cielos de la metrópoli londinense de este a oeste para aterrizar. Reeves puntualizó en su discurso, pronunciado en una factoría de la alemana Siemens, que la expansión de capacidad beneficiará a todo el país.
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La construcción de la tercera pista en Heathrow fue el remate de un discurso en el que la segunda figura del Gobierno laborista renueva el compromiso con el crecimiento económico, que era el centro de gravedad de su programa electoral. Reeves y Starmer fueron acusados, sin embargo, de apagar la ilusión sobre el futuro con una continua denuncia del «agujero negro» que los conservadores habrían dejado en las finanzas públicas.
En el relanzamiento continuo de un Gobierno que no se ha cubierto de gloria en su primer semestre, Reeves ha remachado que el laborismo está ofreciendo estabilidad, y que junto a la reforma y la inversión son los tres pilares para conseguir crecimiento. Ha subrayado su afán también de colaborar con su colega en Washington, Scott Bessent, y con la Unión Europea.
El laborismo de Starmer es asociado por los medios al liberalismo económico de Margaret Thatcher. El Gobierno está exigiendo a los entes de regulación de la competencia, o de las empresas de comunicación, que tengan en cuenta el crecimiento en sus decisiones. Quiere reducir y agilizar el planeamiento urbano, eliminando obstáculos medioambientales, y que los fondos de pensiones movilicen su capital para invertir en «las empresas del futuro».
La ministra resaltó planes para desarrollar conexiones por ferrocarril entre las villas y ciudades del norte, la construcción de infraestructuras en el sudeste, desde donde se exportan, a través de los puertos de Felixtowe y Dover, gran parte de los productos británicos. Y la interconexión de transportes, viviendas y fuentes de energía para construir entre Oxford y Cambridge 'el Silicon Valley' de Europa.
La líder de la oposición conservadora, Kemi Badenoch, afirmó al término del discurso de Reeves que los laboristas «destruyen el crecimiento» por la legislación laboral que ha aumentado los derechos de los empleados. Pero no aprovechó la ocasión para criticar a Reeves por su apoyo a la construcción de la tercera pista de Heathrow. Es un asunto delicado.
Habrá también nuevas pistas en los aeropuertos de Gatwick y de Luton, situados en las afueras de Londres, pero la polémica que causa la expansión de Heathrow tiene una incomparable carga política. Si los mercaderes de bonos pueden haberse vengado de Reeves en la Bolsa por aumentar el precio del colegio privado de sus hijos, los ricos del oeste de Londres odiarán que les aumenten el ruido de aviones.
El alcalde de Londres, Sadiq Khan, ha confirmado su oposición a la pista. No ha dicho nada Boris Johnson que, cuando ganó el escaño de Uxbridge, pegada a las pistas del aeropuerto, prometió que se tumbaría en el suelo para impedir el acceso de los tractores. Los gestores de Heathrow han elogiado a Reeves, pero patrones de la aviación comercial, como Michael O'Leary, de Ryanair, y Willie Wash, antes de IAG, han expresado escepticismo sobre el proyecto.
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