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El líder laborista Keir Starmer, a quien las encuestan proyectan como primer ministro tras las elecciones generales que se celebrarán en 2024, ha empaquetado las ambiciones de su gobierno con el sello de una 'renovación nacional', que debe extenderse a lo largo de una década. ... Y tendrá lugar en un momento del mundo que describió como una «nueva era de inseguridad».
Starmer, en su discurso a la conferencia anual del laborismo, disparó al blanco fácil del 'caos' de los 13 años consecutivos de mandato conservador. El 66% de la población cree ahora que el 'Brexit' que definirá este tiempo es más fracaso que éxito. Los 'tories' han tenido cinco primeros ministros en siete años, mientras buena parte de la población se contenta con sobrevivir por el aumento de precios y los servicios públicos debilitados.
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Íñigo Gurruchaga
El contexto es complicado para los gobernantes actuales, pero imitan al ex primer ministro laborista, Tony Blair, que en 1997 imprimió unas tarjetas de cartón con sus cinco promesas electorales más inquebrantables. Desde la eliminación concreta de aulas con más de 30 alumnos hasta una administración fiscal que asegurase un nivel bajo de inflación.
Sunak publicó en su elección, el pasado año, sus cinco promesas: reducir la inflación a la mitad, crecimiento de la economía, iniciar el descenso de la deuda pública, reducir las listas y el tiempo de espera para recibir atención en el Servicio Nacional de Salud e introducir leyes que permitan la detención y expulsión de inmigrantes que llegan en botes desde Francia y Bélgica.
A Sunak le siguió Starmer en febrero. Sus cinco objetivos eran: tener el mayor crecimiento en el Grupo de los Siete, convertir el Reino Unido en una potencia mundial de la 'energía limpia', mejorar el Servicio Nacional de Salud, reformar el sistema de la Justicia y aumentar los estándares de la educación. Pero los políticos tienen tiempo en la oposición para esperar su oportunidad.
El líder laborista anunció en la Conferencia del partido, en Liverpool, el objetivo concreto de construir un millón y medio de nuevas viviendas. Fue largamente ovacionado. Ese motor económico de la construcción no se enfocará a la creación de nuevos polígonos de viviendas sino de nuevas ciudades, siguiendo el ejemplo del Gobierno de Clement Attlee tras la Segunda Guerra Mundial.
Algunos comentaristas británicos comparan a Starmer con Attlee. Aunque las diferencias son más numerosas, el actual líder laborista es criticado a menudo como un hombre aburrido, carente del encanto carismático. Winston Churchill, que compartió con Attlee la gobernación de la guerra, antes de que el laborista lo desbancara, también le consideraba un don nadie.
Según encuestas de la firma YouGov, Starmer solo gusta al 22% de la población, y disgusta al 45%. La curva no varía, mientras que la de su rival en los futuros comicios, Rishi Sunak, ha descendido desde 2020. Gusta al 18% de la población y disgusta al 58%. La misma compañía pronosticaba en su última encuesta un voto conservador del 24% del electorado, y un 45% de voto laborista.
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Starmer mostró su temple cuando un militante en favor de cambiar el sistema electoral británico subió al atril donde Starmer comenzaba su discurso y le arrojó purpurina mientras gritaba: «¡La política necesita una actualización!». El lento líder dijo primero, con chaqueta chispeante, que el protestante pedante no le había asustado y achacó después el incidente a la corriente juvenil seguidora del anterior líder, Jeremy Corbyn.
Corbyn es un político de campañas, que nunca ha gobernado una institución, pero no se movilizó nunca en favor del sistema proporcional, que es la pasión del joven de 28 años que pringó de brillantina la sobria gala de Starmer, el acto en el que debía mostrar que ya está preparado para gobernar. «Por eso hemos cambiado el partido», dijo el líder ya recuperado. «Poder o protesta».
Starmer ha sido en otras ocasiones también injusto con Corbyn y los 'corbynistas'. El rebelde pertenece en realidad a un nuevo grupo, «La gente quiere democracia», según la BBC. En una cadena de radio del ente público, John McDonnell, mano derecha de Corbyn y partidario de sustituir el sistema mayoritario por el proporcional, había pronosticado por la mañana que Starmer, que carece, según él, de ideología, será primer ministro.
«Es un general afortunado», explicó McDonnell. «Los conservadores se hunden en el caos y el SNP explota». La crisis del partido independentista escocés, tras la dimisión y breve detención sin cargos de su líder, Nicola Sturgeon, ha fomentado la creencia en que el laborismo puede obtener en el norte los escaños que necesitaría Starmer para gobernar con mayoría.
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