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El primer ministro francés, François Bayrou, decidió impulsar una ronda de negociaciones sobre las pensiones para suavizar la oposición del Partido Socialista (PS), pero su ... propuesta va camino de convertirse en una decepción. La CGT, el segundo sindicato con más afiliados en territorio galo, ha abandonado la mesa de diálogo con la patronal sobre esta cuestión. A pesar de que el veterano dirigente centrista promovió las conversaciones para cerrar la herida de la impopular subida de la edad de jubilación de 62 a 64 años -una reforma aprobada en 2023 tras una oleada de manifestaciones multitudinarias-, esta iniciativa se encuentra al borde del fracaso. Y eso que las reuniones empezaron hace apenas tres semanas.
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«El primer ministro y la patronal han enterrado definitivamente este cónclave. Me parece muy grave, porque el primer ministro se había comprometido a que no hubiera ningún tótem ni tabú en estas discusiones», aseguró el miércoles por la noche la secretaria general de la CGT, Sophie Binet. En una entrevista televisiva para France 2 anunció que esta histórica organización sindical se retiraba de las negociaciones. Se trata del tercero de los actores sociales que abandona esa mesa, que parece condenada al fracaso. El primero en hacerlo fue la central Force Ouvrière, con un perfil más moderado que la CGT, que se salió de ese proceso tras la primera reunión el 27 de febrero. Le siguió el grupo patronal U2P, que tachó la iniciativa de «tomadura de pelo».
Le Premier ministre a trahi sa parole et les millions de travailleurs•euses mobilisé•es contre cette réforme.
— Sophie Binet (@BinetSophie) March 20, 2025
La CGT a décidé de quitter les concertations et appelle les salarié•es à se mobiliser pour l’abrogation de la réforme des retraites ! pic.twitter.com/l76wYy0dYI
Aunque estas negociaciones empezaron envueltas por la suspicacia, se han torcido aún más tras las declaraciones de Bayrou del pasado domingo. El líder del MoDem dijo que «le parecía imposible» el hecho de bajar la edad de jubilación a los 62 años. Curiosamente, hizo esa afirmación en una entrevista radiofónica en la que defendió «el diálogo social» e intentó desmarcarse de la posición de otro de los barones del macronismo. El ex primer ministro Édouard Phillippe había considerado «completamente fuera de lugar» esta mesa sobre las pensiones en el actual contexto, marcado por la guerra de Ucrania y la voluntad de la Unión Europea de aumentar el gasto militar.
Bayrou no solo enterró la principal reivindicación de los sindicatos con sus declaraciones, sino que también se contradijo con la promesa que había hecho en enero. Entonces había afirmado que esta mesa social se celebraría sin «ningún tabú». No obstante, el hecho de que se dirija hacia un fracaso no resulta ninguna sorpresa. Cuando el primer ministro anunció el «cónclave» sobre las pensiones, numerosos analistas alertaron de las condiciones poco propicias para las organizaciones de trabajadores. Se trata de unas negociaciones previstas para que duren hasta junio y, en el caso de que no haya acuerdo, se mantendrá la actual reforma, respaldada por el Ejecutivo y la patronal, pero rechazada por los sindicatos y la mayoría de los franceses.
Con el casi descarrilamiento del diálogo social, Bayrou afronta un doble riesgo. Por un lado, el retorno de la contestación en la calle en una sociedad tan bulliciosa como la francesa. Por el otro, la amenaza de una moción de censura por parte de las oposiciones de la izquierda y la extrema derecha. De hecho, el veterano dirigente había propuesto este «cónclave» -lo bautizó así- para suavizar la posición del PS. Los dirigentes de esa formación de centro-izquierda habían exigido durante meses una derogación o una suspensión de la subida de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 43 cotizados para recibir una pensión completa). Pero al final se conformaron con la renegociación propuesta por el primer ministro.
En las filas socialistas, sin embargo, ya hablan de «traición» tras las polémicas declaraciones del primer ministro. La Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) -que está pendiente de una sentencia judicial el 31 de marzo que podría inhabilitar a su líder, Marine Le Pen- ve ahora como «una eventualidad» el hecho de apoyar una censura. «Bayrou está jugando con fuego. Solo hace falta que el PS presente una moción y esta reciba el apoyo del resto de la izquierda y de RN para que caiga el Gobierno», advirtió el diputado Stéphane Viry, del grupo centrista Liot.
Tras la dimisión forzada en diciembre de Michel Barnier (anterior responsable del Ejecutivo), el espectro de la inestabilidad planea de nuevo sobre Francia. Y lo hace en un momento en que Emmanuel Macron intenta liderar la respuesta europea al acercamiento entre Washington y Moscú y el rol secundario de la UE -al menos por ahora- en las negociaciones sobre Ucrania. Desde que decidió aprobarla hace dos años a través de un polémico decreto, la reforma de las pensiones representa una piedra en el zapato para el presidente galo. Un lastre de dimensiones considerables.
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