Catherine Mayer - Biógrafa de Carlos III
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Catherine Mayer - Biógrafa de Carlos III
«Uno de sus rasgos es la lástima por sí mismo, siempre espera fracasar»Catherine Mayer reconoce que resulta «muy inusual» que una periodista tenga acceso directo a Carlos III, su familia y su entorno, pero ella lo ha conseguido. Nacida en Estados Unidos y nacionalizada británica, la líder del Partido por la Igualdad de las Mujeres destaca también ... como biógrafa de un rey «volátil» que lleva toda su vida «en el escaparate».
– Describe a Carlos como «fascinante».
– En parte porque es extraño, una masa de contradicciones. Es el producto de un sistema que no tiene ningún sentido, una especie de zoo humano en el que nació. Y tratando de resolver ese destino, de dar sentido a su vida, lo que hace es parecer a veces contradictorio con la misma idea de la institución de la que ocupa su cumbre. Por ejemplo, es un empresario de organizaciones benéficas que promueven más igualdad, pero representa a una institución que existe por la desigualdad.
– Isabel II estableció el canon de la monarquía y a su hijo le toca seguir ese ejemplo.
– No podrá igualar la longevidad de su madre y es obvio que tampoco podrá igualar su popularidad. Las circunstancias en las que llega al trono son muy diferentes. Ella tenía 25 años. Nadie sabía nada sobre lo que pensaba. Pero él ha estado toda su vida en el escaparate y ha sido un comunicador muy activo para alguien en su posición. Ya conocemos sus ideas, no puedes proyectar en él lo que tú quieras ver. Y eso complica uno de sus papeles centrales. El rol del monarca no está codificado, pero la familia real lo define en su página de internet como el de unificar. Por supuesto, es más fácil unificar cuando nadie sabe lo que piensas.
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– Señala que el episodio trágico de Diana le retrata como un hombre frío y sin pasión, cuando en realidad rebosa sentimientos.
– Todo el mundo vio a Diana como el avatar de la inteligencia emocional y él fue definido como lo opuesto, parte de una familia que, como en el caso de su madre, se comporta de manera inexpresiva. Pero tiene una manera peculiar de hablar. Cuando los cómicos le imitan, parece agarrotado, tiene que arrancar sus palabras. Siempre lo he visto como la personificación de la lucha entre su deseo de expresarse y al mismo tiempo contenerse. Una persona muy próxima lo describe como un día de abril: sol y en un minuto cielos negros. Yo lo he visto. Es volátil y emotivo, y se preocupa de muchas cosas. En ese sentido es muy diferente a su madre y bastante similar a Diana.
– Afirma que muchas cosas que se dicen de él son malentendidos, equivocadas, incluso ridículas.
– La institución es maltratada por el periodismo y una de las razones es la gestión del sistema de prensa en palacio. Yo soy muy inusual por haber tenido acceso directo a Carlos, a su familia y entorno. Mucha gente que escribe sobre ellos no tiene ese acceso. Creían que podían escribir cualquier cosa porque no iban a denunciarles. Los últimos años han demostrado que eso era una presunción errónea, pero se ha amasado una enorme cantidad de cosas absurdas, publicadas por un periodismo de invenciones.
– Es una persona agitada por su identidad.
– Cuando escribí la primera edición, en 2015, parecía sentirse más apaciguado que nunca. La senda estaba despejada. Vivía con Camilla, la mujer a la que ama. Tenía una buena relación con su familia, sus hijos parecían llevarse bien entre ellos. Todo parecía estable. Es extraordinario cómo se ha quebrado desde entonces. Pero, incluso en los momentos de más serenidad, no está libre de sus dudas. En buena parte se deriva de la relación con su padre. Estaba resignado a sus críticas. Uno de sus rasgos menos atractivos es que siente lástima por sí mismo. Siempre espera fracasar.
– Cree que la institución es sólida a pesar de ser una creación tan antigua, pero hay grietas.
– Hay dos tipos diferentes de problemas. El primero es externo y se debe a tener mala suerte con el momento del acceso al trono. Es un tiempo de turbulencia económica y locura política. Cuando hay tanta gente que tiene que elegir entre comer o calentar su casa, a muchos no les gusta pagar por la coronación. En lo político ya ha tenido dos primeros ministros. Se han quebrado consensos y eso hace más difícil su neutralidad política. El otro problema es la absoluta crisis de su familia. Hay rabia contra su hermano Andrés y la incapacidad para integrar a Meghan y Enrique en las nuevas estructuras. Y emergen de nuevo cuestiones sobre su recaudación de fondos para actividades benéficas. Quizás la monarquía no desaparezca en nuestro tiempo de vida, pero estamos viendo a una monarquía que no puede confiar en el respaldo popular.
– ¿Qué impacto tiene la serie 'The Crown' en la percepción de la corona?
– Creo que es muy significativo. Un historiador me contó hace unos días que estaba explicando la coronación a doscientos alumnos de la escuela y que, en un momento dado, recapacitó. '¡Ah, que vosotros no sabéis quién es Diana!', les dijo. Tenían 11 y 12 años y le dijeron que sí la conocían, que en 'The Crown' habían visto que fue maltratada, y que ella tendría que ser la reina y no Camilla.
– Describe el poder de la monarquía como un iceberg. Carlos lo ha ejercido en sus acciones como príncipe, entre ellas escribiendo a políticos. Pero ahora no podrá defender sus ideas en público.
– Su poder en la sombra es ahora mucho mayor y también su poder para convocar reuniones. Tendrá reuniones semanales con primeros ministros, presidirá el Consejo Privado, se reunirá con ministros… Tomará muy en serio el rol del monarca de aconsejar y advertir al Gobierno. Y expresará sus ideas. Cuando Liz Truss no le permitió ir a la cumbre del cambio climático, utilizó su poder de convocar para reunirse con grupos activistas contra el cambio climático. Los poderes son mayores de lo que la gente cree.
– Afirma que la persona que somos define lo que escribimos. ¿Quién es usted?
– He cambiado en mis opiniones desde la primera edición y la actual. Un motivo es que estoy muy preocupada con la evolución de la política en el mundo, por el crecimiento de un populismo peligroso. O sea que, a pesar de que tengo instintos republicanos, están ahora en guerra con mis pensamientos sobre qué ocurriría si este país intentase convertirse en una república. También he sufrido grandes pérdidas en los últimos años. Con la pandemia perdí rápidamente a mi suegro y a mi marido. Espero haber cubierto las actividades de personas de la vida pública con humanidad, pero esa experiencia ha subrayado mi enfoque en el libro. El mundo es frágil y contemplamos esta institución como garantía de permanencia, pero es una ilusión creada por Isabel II. La mayoría de nosotros no conocemos un mundo sin ella. Vemos ahora a su hijo acceder al trono para que nos dé el mismo sentimiento de confort, pero no podrá hacerlo. Ese sentido de mortalidad impregna el libro y el análisis de cómo encajan en nuestras vidas las grandes instituciones, y en particular una como esta.
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