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Joana Serra
Berlín
Domingo, 20 de agosto 2023, 19:22
El llamado Día de Puertas Abiertas del Gobierno alemán coincidió este año con uno de esos momentos complejos en toda coalición: con dos de los tres socios enfadados sin disimulos y con los sondeos más cuesta arriba que nunca. Olaf Scholz, cuyo tripartito entre socialdemócratas, ... verdes y liberales llegará la mitad de la legislatura en otoño, cumplió este domingo con el compromiso de acercarse al ciudadano de acuerdo a su dinámica habitual. Es decir, sin crispación, respondiendo pacientemente al centenar de preguntas de cualquier tipo que le dirigían sus conciudadanos -y algún residente extranjero- y tratando de detectar lo antes posible a los más hostiles para neutralizarlos sin perder la compostura.
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Juan Carlos Barrena
Todo eso, tres días después de que una de sus ministras, la de la Familia, Linda Paus, de los Verdes, frustrara la presentación ante los medios de un proyecto estrella de su colega de Finanzas, Christian Lindner, líder de los liberales. Paus, hasta entonces poco mediática, simplemente bloqueó el plan de alivios fiscales para las empresas diseñado por el ministro, uno de los más omnipresentes en los medios, a quien no le quedó otra que desconvocar a los medios horas antes de la anunciada rueda de prensa.
El detonante del conflicto es el subsidio que Paus quiere implantar para paliar un problema creciente en la primera economía europea: los niños en situación de pobreza o riesgo de caer en ella. Uno de cada cinco menores alemanes está en esa posición, lo que significa 5,5 millones. Paus considera que se necesitan unos 12.000 millones anuales para destinar a esa nueva ayuda. Más o menos la mitad de lo que Lindner pretendía dedicar a su plan de apoyo a las empresas.
Hubo choque frontal y público de trenes. Paus ha rebajado sus aspiraciones a 7.000 millones, mientras en medios alemanes se hablaba este domingo de una solución de compromiso en torno a los 3.500 millones.
«No hay que hablar públicamente de discusiones internas cuando la cuestión se está debatiendo aún. Habrá acuerdo. Y será rápido», prometió Scholz, a una de las preguntas que le dirigían los ciudadanos. Fue una hora larga de cuestiones de todo tipo, desde la crisis climática a la democracia en Israel, el horror en que se ha convertido Afganistán tras el regreso talibán o las ayudas a la familia. Un niño de diez años le leyó una carta de agradecimiento, algún ciudadano o visitante extranjero le recordó el auge de la ultraderecha en su país y también se le confrontó con la situación de su tripartito en los sondeos.
La oposición conservadora ocupa desde hace meses la primera posición en intención de voto, con un 27 %, seguida de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), sobre el 20 %. A los socialdemócratas, verdes y liberales se les coloca en tercera, cuarta y quinta posición con tendencia a la caída en picado.
Scholz atajó todas las cuestiones sin pestañear. Los ciudadanos que tenía enfrente, que habían guardado cola para pasar los controles de seguridad, le dirigían sus cuestiones en tono cortés, desde el patio de la Cancillería, a más de 30 grados y bajo un sol implacable. Lo mismo hacía en paralelo cada uno de sus ministros en sus sedes respectivas.
El Día de Puertas Abiertas del Gobierno fue instituido en 1999, el año en que se completó el traslado del Parlamento, Gobierno y principales instituciones federales desde Bonn a Berlín. Se cerró así la etapa en que Bonn, una tranquila ciudad renana, había ejercido de capital. Fue desde la fundación de la República Federal de Alemania (RFA), tras la II Guerra Mundial, hasta casi diez años después de la caída del Muro. Berlín no es la aldea federal, como se denominó irónicamente a Bonn, sino una capital con múltiples problemas, incluidas las bolsas de pobreza que quiere paliar la ministra Paus.
El primer canciller en abrir las puertas de su sede al ciudadano fue el asimismo socialdemócrata Gerhard Schröder. Con él la jornada era un poco más divertida. Jugaba a futbolines con los visitantes o se abrazaba a los más solícitos. Le sucedió la conservadora Angela Merkel, con un estilo más parecido al de Scholz: sin aspavientos y, a su manera, cercano.
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