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M. Pérez
Sábado, 1 de marzo 2025, 20:04
La diplomacia de los gestos. El primer ministro británico, Keir Starmer, se las ingenió ayer para ofrecer un caluroso recibimiento al presidente Volodímir Zelenski y ... manifestarle que tendrá «todo el apoyo» del Reino Unido durante «el tiempo que sea necesario», pero sin agraviar al mandatario norteamericano Donald Trump, que el viernes expulsó a su invitado ucraniano de la Casa Blanca tras una acalorada bronca en público. Zelenski estaba convocado a la reunión de líderes europeos organizada hoy en Londres, pero adelantó la llegada. Voló directamente de Estados Unidos a las islas, donde aterrizó a primera hora de la tarde y luego se reunió con Starmer en el 10 de Downing Street, la sede del Gobierno.
Europa arropa al líder kievita. Había que demostrárselo tras quedarse a la intemperie en Washington, pero sin enfrentarse a Trump ni mucho menos reprenderle de forma tajante su humillante actitud del día anterior. El primer ministro británico se entrevistó el jueves con el presidente republicano en el Despacho Oval y quiere erigirse en una especie de enlace entre Estados Unidos y Europa –o, más bien, la UE a la que su país ya no pertenece desde el año 2000– en un momento de crisis como el actual, en el que el primero mantiene una relación cada vez más distante con el segundo. Por lo tanto, no es cuestión de quemar puentes.
Starmer salió a la calle a recibir a su huésped. Le dijo: «Eres muy, muy bienvenido». Zelenski respondió con elogios hacia su país «amigo». Los dos se fundieron en un abrazo. Un nutrido grupo de ciudadanos vitoreó la escena desde el otro lado de la calle mientras agitaba banderas ucranianas. «Esta es la gente del Reino Unido que sale a demostrar lo mucho que le apoya», le aclaró el británico a su homólogo ucraniano, visiblemente reconfortado después del duro trance anterior que será recordado por siempre: el día en que la Casa Blanca rompió por primera vez sus canónicas reglas de cortesía con un invitado extranjero para sorpresa de millones de estadounidenses y de la comunidad internacional,
El 'premier' repitió varias veces a su interlocutor que el Reino Unido posee una «determinación inquebrantable» para conseguir una «paz duradera» en Ucrania en los términos que Kiev expone: soberanía nacional y garantías de seguridad. «Eso es también muy importante para Europa y muy importante para el Reino Unido», dijo Starmer. «Estamos felices y contamos con vuestro apoyo», respondió Zelenski, que calificó a Londres de «socio estratégico».
La oficina de comunicación de Downing Street explicó que la reunión duró ochenta minutos, que el líder ucraniano será recibido esta mañana por el rey Carlos III y que luego asistirá a la cumbre de gobiernos europeos, entre los cuales figuran España, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos o Dinamarca, además de la UE. Omitió cualquier referencia a la crisis estadounidense, aunque al parecer Starmer le aconsejó reconducir su choque con Trump.
La misma recomendación pudo escucharse del secretario general de la OTAN. Mark Rutte instó a Zelenski a recomponer su relación con el inquilino de la Casa Blanca y rompió una lanza en favor de Estados Unidos, sin cuyo arsenal «Ucrania no habría tenido ninguna oportunidad» en la invasión rusa. Más pragmático que emocional, el líder de la Alianza declaró a la BBC que tanto Washington como Kiev y la UE deben trabajar juntos o no será posible la paz.
«Creo que Zelenski tiene que encontrar alguna forma de recomponer su relación con Trump», precisó Rutte, que ayer mantuvo dos conversaciones telefónicas con el mandatario ucraniano. «Le he dicho lo siguiente: hay que permanecer unidos, EE UU, Ucrania y Europa, para llevar a Ucrania a una paz duradera».
Frente al clamor internacional contra la forma en que Trump despreció a Zelenski, con gritos incluidos, el secretario general de la OTAN apostó por contextualizar la situación y recordó que, incluso durante su primer mandato, el republicano envió ayuda a Kiev en medio de los turbulentos altercados fronterizos del Donbás, previos a la invasión de 2002. Los misiles antitanque Javelin, añadió, sirvieron más tarde para evitar que los blindados rusos asaltasen la capital, Kiev. «Tenemos que darle a Trump el crédito que se merece», insistió Rutte. Su propósito no es solo impedir un empeoramiento de la crisis, sino una polarización de las posturas a ambos lados del Atlántico que tendría catastróficas consecuencias para la Alianza.
Europa, conmocionada por la violenta reunión en la Casa Blanca, tiene por delante una larga semana donde debe hacer causa común con Kiev y recolocarse en un tablero endemoniado. Los Veintisiete, más el Reino Unido, se ven abocados a forjar un proyecto diplomático y militar alternativo al que han vivido durante décadas porque EE UU parece encaminado a ser un aliado menos «confiable». Mientras éste era el gendarme del mundo, y el encargado de la seguridad, la UE podía hacer política y dedicarse a la economía, el comercio y el Estado de Bienestar. Ahora, ya no.
La agitación, por lo tanto, es máxima. Y así lo demostraron los gobernantes europeos en una frenética jornada de contactos. El francés Macron conversó con Starmer, Zelenski, el presidente del Consejo Europeo, António Costa, y el propio Trump. La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, habló asimismo con distintos colegas continentales para intentar organizar una cumbre «inmediata» entre Europa y EE UU porque «cada división en Occidente nos vuelve a todos más débiles y favorece a quienes desean ver el declive de nuestra civilización». Meloni quiere «hablar con franqueza sobre cómo pretendemos afrontar los grandes desafíos actuales»; entre ellos, la protección ante Rusia, que ayer se deshizo en mofas sobre el «payaso» Zelenski en los medios públicos. El expresidente Dmitri Medvedev ahondó en la herida y declaró que el Kremlin está dispuesto a ser flexible en la negociación sobre Ucrania, pero solo con interlocutores que «estén dispuestos a comunicarse».
La idea de que el amigo americano ya lo es menos desde la salida de Joe Biden está cundiendo. Los conservadores alemanes, próximos responsables de la Cancillería, consideran que la ruptura entre Trump y Zelenski puede tener un carácter extensible y debe hacer pensar a Berlín en la necesidad de rearmarse «más rápidamente» de lo previsto. «Debe ser más que una señal de advertencia para nosotros», manifestó Alexander Dobrindt, de la Unión Social Cristiana.
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