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DAVID MAROTO
Jueves, 29 de septiembre 2022, 11:30
Celda 187 de la prisión preventiva de Simferópol (Crimea). A 271 kilómetros de distancia de donde fue capturado por los soldados rusos. Seis meses después de que lo metieran a la fuerza en un coche entre varios hombres mientras se manifestaba en Jersón (Ucrania) contra la invasión de Vladímir Putin y se perdiera su pista por completo. Ahora, la familia de Mario García Calatayud, que llevaba siete años colaborando en tareas humanitarias y muy involucrado como activista en el movimiento de defensa de Ucrania, se muestra esperanzada tras conocer que sigue con vida.
Mario, exfuncionario en el ayuntamiento valenciano de Carlet, se prejubiló en 2014, e inició su nueva vida en Ucrania. A mediados de febrero emprendió un viaje a la zona más afectada por el conflicto, la cuenca del Dombás, para llevar material a los soldados, los hospitales y las familias que viven sumidas en el terror desde hace siete años. «No vamos con el objetivo de entrar en combate, pero si se tercia tendremos que defendernos», aseguraba entonces a este periódico. Estaba seguro de su decisión de combatir «al señor de la guerra», como calificó a Putin. Con su documentación de voluntario veterano de guerra podía entrar y salir de la zona en conflicto sin problemas. Allí llevaba víveres y hasta juguetes para los niños que aportaban distintas organizaciones internacionales. Por este motivo, ha recibido varios reconocimientos al mérito por su ayuda en la guerra.
Ahora está desnutrido y con un edema pulmonar. Mario está vivo, pero sobrevive como puede en el centro penitenciario de Simferopil de Crimea. «El centro está diseñado para 700 personas pero actualmente hay 1.800», cuenta su pareja en Ucrania. En una cárcel masificada permanece atrapado mientras se intensifican las tensiones para prestarle su ayuda humanitaria. En Jersón lo conocían como: 'Mario, el español'. Pero ahora ha pasado a ser un prisionero de guerra. Un número más en la lista de víctimas por defender la que ya consideraba como 'su patria'.
Un recluso que logró salir le comunicó a la familia el estado en el que se encuentra el voluntario valenciano. Seis meses han pasado desde que no había noticias suyas. Ahora la prioridad está clara: traspasar la línea del frente hasta llegar a Crimea. «No puedo hacer nada más hasta que no sepa que es seguro ir. Tengo miedo», confiesa su novia. Acercarse es un riesgo. «Ahora está en territorio ruso, es peligroso». La pareja de Mario cuenta que los familiares del resto de reclusos van personalmente a la prisión para poder sacarles. «Llamar es una pérdida de tiempo. Nadie dice nada».
Debe ser ella quien vaya en su búsqueda. «Está 'limpia'. Pero a mí también me han metido en la lista rusa de 'terroristas ucranianos'. Cualquier gestión por mi parte puede perjudicarle», lamenta una amiga que también está empeñada por descubrir el paradero de Mario. Aunque sus investigaciones le han dado un resultado alarmista. «Me puse en contacto con la ONU en Ucrania y ellos trabajan a su vez con Cruz Roja Internacional. El problema es que la parte rusa no reconoce de manera oficial que tienen a Mario detenido».
Pero el nombre del exfuncionario de Carlet sí que figura en una lista. La parte ucraniana lo ha incluido como uno más en sus registros sobre el intercambio de presos. «Tengo entendido que sin reconocimiento por parte de Rusia no se puede hacer nada. Ahí tiene que intervenir el Estado Español para que den la confirmación oficial», enfatiza su amiga. Su comunicación se interrumpe. «Perdona, empezó un bombardeo. En cuanto termine te escribo otro mensaje». El rugido de la violencia se ha convertido en parte de su día a día, como si fuera el canto de las golondrinas que despierta a aquellos que viven en el campo. La amiga del valenciano habla con total normalidad. Como si fuera algo rutinario que caigan bombas a su alrededor mientras escribe un mensaje de 'Whatsapp'.
Cuando se interrumpe el bombardeo, la mujer envía otro mensaje. Esta vez, el enlace a la página web de la prisión de Simferopil de Crimea. Hay comentarios en ruso que preguntan desesperados si sus familiares están internos ahí. Sin respuesta. «Dígame, ¿Alekseev está en el centro de detención preventiva 1? Soy su exmujer, pero su paradero me preocupa mucho», pone entre los comentarios una persona desesperada por encontrar al que fue su esposo. No es la única preocupada. Cientos de mensajes de familiares desorientados llenan el foro del centro penitenciario. «Estoy buscando a mi hermano, Yushchenko. Fue detenido el 19 de julio en Simferopol en la calle Balaklavskaya. La policía y la FSSP no saben nada. Si está ahí, por favor, hágamelo saber».
La única información que dan desde el centro penitenciario son fotografías de las instalaciones. Imágenes que no desvelan el estado de los internos. En las que sólo se puede apreciar un pequeño detalle de lo que son las habitaciones. Los funcionarios erguidos, serios, orgullosos son los protagonistas de estas fotografías. Pero ni rastro de todos aquellos que se perdieron con la guerra y de los que no se volvió a saber nada. Hasta que el ex-recluso que compartía celda con Mario le dijo a su pareja y amigos que se encontraba preso allí, él era uno más de los daños colaterales de una guerra sangrienta y cruel.
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