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El artista Dimitri Vrubel inmortalizó el beso que se dieron Breznev y Honecker en 1978. Es uno de los lugares más fotografiados de Berlín. S. Sola
La herida cicatriza

La herida cicatriza

Berlín enseña sus cicatrices en el 30º aniversario de la caída del Muro. La ciudad es una lección de historia y un ejemplo de memoria

Inés Gallastegui

Enviada especial a Berlín

Martes, 5 de noviembre 2019, 11:53

«De inmediato. Sin demora». Günter Schabowski no lo sabía entonces, pero con esas palabras cambió el rumbo de la historia de Alemania, Europa y el mundo. El portavoz del Partido Socialista Unificado anunció ante decenas de periodistas la decisión del Comité Central de ... permitir a los ciudadanos de la República Democrática Alemana salir del país con permiso de la Policía, pero sin necesidad de alegar ningún motivo en particular. No era lo acordado, pero ya era tarde para rectificar. Eran las 18.53 del 9 de noviembre de 1989 y en las horas siguientes decenas de miles de personas traspasaron la frontera sin papeles, jaleadas por sus vecinos del Oeste, en medio de una fiesta multitudinaria. Los soldados ni siquiera intentaron evitarlo. La emoción inundó la ciudad y nada volvió a ser como antes. En los meses siguientes los cambios se sucedieron a velocidad de vértigo: en octubre de 1990 las dos Alemanias ya eran una sola nación en diciembre de 1991 el Telón de Acero caía para siempre. Hoy queda poco de aquellos 156 kilómetros de ignominia, pero Berlín enseña las cicatrices sin vergüenza y sus calles son una lección de historia. «Las heridas no pueden sanar sin la verdad», asegura a este periódico Anna Kaminsky, que dirige la Fundación para la Investigación de la Dictadura de la RDA. Sabe lo que dice: ella nació en el Este pocos meses después de la construcción del Muro y nunca conoció a su padre, que había quedado al otro lado.

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