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ENRIQUE VÁZQUEZ
Jueves, 18 de febrero 2016, 16:24
Del gran periodista egipcio Mohamed Hassanein Heikal, fallecido ayer en El Cairo a los 92 años, podría decirse lo que -según una extendida versión- decía Santiago Carrillo de Emilio Romero: él era "la conciencia pícara del régimen".
El colega español, muerto en 2002, fue director del diario 'Pueblo' durante 24 años y cesó, inevitablemente, con la llegada de la transición proto-democrática. Heikal fue director durante catorce cruciales años, entre 1957 y 1974, de 'Al Ahram' ('Las Pirámides') el gran periódico fundado en 1881, nacionalizado por el régimen nasserista en 1960.
Entonces como ahora, es muy útil su lectura que entiende presentar adecuadamente lo que pasa en los sótanos del régimen y orientar a la opinión por el buen camino (en Egipto ha habido a menudo un 'Ministerio de Orientación Nacional'), es decir, el del Gobierno. Heikal cumplió el doble encargo, pero con una mezcla de singular talento y, sobre todo, de cercanía política y personal al hombre clave del Egipto contemporáneo, Gamal Abdel Nasser, lo ejerció con brillantez y se había hecho indispensable.
El doble de Nasser
Su reputación profesional venía de antes: de la II Guerra Mundial, sentida en El Cairo con la cercanía de la presencia alemana expresada en la gran batalla de El Alamein, cubierta por él como un reportero distinguido. Sin vinculación alguna con la preparación de la revolución militar de 1952 ideada por Nasser, el periodista había publicado en varios medios piezas de valor político que llamaron la atención de Nasser, quien le pidió que le redactara algunos discursos y terminó por ponerle al frente del gran periódico y convertirle en un escuchado consejero.
Este doble papel no sería muy apreciado por todos los miembros de la Junta Militar, pero Heykal, hombre simpático, fácil de abordar, dinámico y de temple personal liberal, tejió una red propia de aliados, confidentes y protegidos que duraría, de hecho, hasta su salida del periódico y aún sería visible durante años con su conversión en una especie de figura inclasificable, siempre presente, pero de peso menguante.
Tras la muerte prematura de Nasser en septiembre de 1970 (con él en la antesala de la habitación) había empezado su ocaso, pero él, cuidadoso, se había agenciado, como una suerte de albacea oficioso con el aval de la familia, el enorme archivo diplomático del jefe, que, como es sabido, había trabajado a fondo en la creación del movimiento de los No Alineados, y la dignificación del 'Tercer Mundo' como un bloque y establecido fuertes lazoscon Moscú pero también con los grandes líderes del movimiento, Tito, Sukarno o el pandit Nehru. De ahí saldría su libro indispensable para ese periodo, 'Los Documentos de El Cairo', disponible en castellano.
Desgracia y recuperación
Tal y como él había supuesto y pre-anunciado de hecho, tras la muerte de Nasser, el advenimiento inesperado al poder del vicepresidente Sadat, hombre oscuro y tenido por el menos brillante de la promoción de militares revolucionarios del 52, lo cambió todo y dio la sorpresa: poco a poco y abiertamente cuando se sintió seguro en 1973-74 liquidó a la vieja guardia nasseriana y creó, en realidad, un nuevo régimen con una nueva Constitución.
Ahí no cabía Heykal, quien fue incluso detenido en los últimos meses de un Sadat medio paranoico que veía conspiraciones por todas partes y había fracasado en su gran empeño (la liberalización política de un lado y el pacto definitivo con el islamismo político por otro). El asesinato del rais por terroristas islamistas y la llegada al poder de su vicepresidente, Hosni Mubarak un militar, como sus dos predecesores le valieron su rápida excarcelación y su vuelta a una actividad profesional, técnicamente como independiente, pero siempre frecuente colaborador en 'Al Ahram', y, sobre todo, como comentarista de televisión.
Publicó por entonces un libro, mucho menos interesante que el ya citado, sobre el asesinato de Sadat ('Otoño de furia', también disponible en español) en el que, eso sí, ofreció una larga explicación sobre su conducta pública y profesional de esos años tormentosos. Siguió apareciendo a menudo, recibió con gusto la revolución popular de 2011, aunque tuvo atenciones para el depuesto Mubarak y, poco a poco, fue haciéndose crítico del presidente elegido, el islamista Mohamed Morsi, depuesto a su vez por el golpe militar de 2013. Cada vez menos influyente, se autoconsideró en una entrevista con un colega británico, "jubilado de hecho".
No hay ni habrá precedente, de tanta influencia de un periodista sobre un régimen político. Sin duda disfrutó de tal rango y no es exagerado decir que sus opiniones modelaron y explicaron la conducta de muchos gobiernos egipcios en situaciones y circunstancias diferentes y difíciles. Aunque sus últimos años fueron más discretos y su presencia decayó, su longevidad le ayudó, en fin, a mantener ese codiciado estatus y, desde luego a estar a pie de ordenador hasta hace dos semanas La presidencia del mariscal al-Sissi, se ha limitado a dar una nota amable y de reconocimiento a su constancia y capacidad profesional
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