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ICÍAR OCHOA DE OLANO
Domingo, 3 de junio 2018, 08:41
Portugal se ha puesto más gallo que nunca. Con sus cifras macroeconómicas bien seleccionadas y presentadas, el país en quiebra que hace siete años era desollado por Bruselas en el nombre de la austeridad pasea hoy un lustroso traje de plumas cosidas con quince ... trimestres consecutivos de crecimiento económico -el último año del 2,7%, nada menos- y un índice de desempleo del 8%, la mitad que en 2013, cuando los salvajes recortes hacían estragos. Su sorpresivo y fulgurante vuelco deslumbra en la casa comunitaria y sus destellos -sobre todo los de los anzuelos en forma de ventajas fiscales- atrapan a inversores de todas las latitudes y con los perfiles más variopintos: pensionistas informados, empresarios sagaces, millonarios en 'be' y, también, multinacionales omnipotentes. La última, la mismísima Google, que ultima la apertura de un centro tecnológico con medio millar de puestos en Oeiras, a las afueras de la capital. ¿Es oro la mitad de lo que reluce?
Sin título en finanzas pero con licencia para ver, oír y preguntar mientras conduce, Adriano Salgueiro responde del tirón al tiempo que pilota ligero por la jungla de hierro y basalto del centro histórico de Lisboa: «La vida de la gente de a pie no ha mejorado gran cosa aquí», dice rozando el índice y el pulgar. «Pero ahora tenemos motivos para la esperanza. La gente ha vuelto a las calles, vienen muchos turistas y resulta que somos buenos cantando, además de jugando al fútbol y haciendo alta política. Lo hemos pasado mal, ¿sabe?, muy mal, pero eso se ha contado poco», sonríe el taxista mientras administra el reproche con epidural.
Las victorias en Eurovisión y en la Eurocopa de hace un par de años han hecho maravillas con la volátil moral lusitana. De los prodigios económicos se ocupa Mario Centeno, el último fichaje luso de la cúpula de la CE para comandar el Eurogrupo, además de ministro de Finanzas y estrella rutilante de la «geringonça». Alejandra Silva, florista frente al Teatro Nacional María II en el mismo puesto desde el que su madre y su abuela despacharon rosas y gerberas, ríe a carcajadas el vocablo doméstico en boca forastera. Significa, literalmente, «artilugio», y retrata la indolencia con la que los portugueses recibieron el nuevo Gobierno que en noviembre de 2015 propició el Partido Socialista Portugués (PSP) -el segundo más votado en las últimas elecciones, revalidadas por los conservadores de Passos Coelho (PSD)-, al camelar al Partido Comunista (PCP) y al Bloque de Esquerda (BE) para recabar su apoyo externo. Treinta meses después del inédito acuerdo entre 'rojos', el 'artefacto' político no solo funciona, sino que recibe las palmadas de Bruselas en la espalda por sus descocados resultados económicos.
Sylvia Cardim de Mel-Gerente de 'startup'
El turismo, espoleado por tierra, mar y aire desde la Administración, junto con el incremento de las exportaciones, que representan más de un 43% del PIB vecino, sujetan el estandarte del llamado 'milagro portugués'. Detrás de las letras doradas, sobre el asfalto, el latón asoma en forma de carteles que reclaman empleos «con derechos» y el fin de la «precariedad». Lo divisan también desde la universidad. Al menos, la de Coimbra. Según un estudio del Observatorio de Crisis y Alternativas del Centro de Estudios Sociales de esa institución académica, el 63,3% de los contratos que se han firmado en Portugal desde finales de 2013 son a tiempo parcial, temporales o de obra. A la escasa calidad del empleo hay que sumar unos reducidos rendimientos salariales, que rara vez se despegan de los 700 euros mensuales brutos de media, un 17% por encima del salario mínimo luso, de 580 euros. El humilde jornal exige un número de prestidigitación cuando el kilo de pollo se cotiza a 5,50 euros y el litro de la gasolina supera los 1,7 euros.
«Pese al fulgor, seguimos siendo una economía barata. Cuatro de cada diez nuevos empleos se crean en el sector del turismo, las compañías tienen grandes dificultades para encontrar trabajadores cualificados y la mano de obra se paga poco, lo que supone un gran atractivo para las empresas», sintetiza Pedro Ivo Carvalho, subdirector del 'Jornal de Noticias', el único periódico nacional que se tira en Oporto. Su sinopsis explica en buena medida el florecimiento de la industria tradicional del país, la del calzado y el textil. Son, por ese orden, los sectores más pujantes.
Ricardo Figueredo-Empresario de sombreros
Portugal marca el paso desde una pequeña localidad situada a treinta kilómetros al sur de la capital lusa del 'Douro', en la que se acuestan 22.600 personas y se despiertan 50.000. Este otro 'milagro' lo ofician los centenares de fabricantes de calzado que desde Sao Joao de Madeira nutren de vida laboral a varias poblaciones de los alrededores. Entre ellos, André Fernández, propietario y gerente de Perks, una firma familiar que, asesorada por un diseñador italiano, crea y manufactura sus propios modelos. A menudo, eso sí, para mérito de otros. El 75% de su producción se comercializa sin marca. Pero esta suerte de anonimato de la moda lusitana podría cambiar pronto. El viento se ha puesto a soplar a su favor. «Si antes nos pedían que el 'made in Portugal' lo escondiéramos, ahora los clientes quieren que lo pongamos bien a la vista. ¡Estamos de moda!», se relame el empresario.
Recuperados del estrangulamiento propiciado por los bajos precios de los fabricantes chinos con la receta de «la calidad, la flexibilidad y la rapidez en la entrega», los portugueses pisan los talones a reconocidos productores, como los italianos. Y, de largo, a los españoles. «Hace unos años ibas a cualquier feria y necesitaban seis pabellones. Hoy no llenan medio. ¿Por qué? No tienen ayudas. A nosotros el Gobierno nos subvenciona un tercio de lo que nos cuesta ir. Sabe que así se fomentan las exportaciones», explica Fernández. Las cuentas parece que salen. En la última década, esas ventas «han doblado su valor», certifica Luis Onofre, presidente de APPICAPS, la asociación en torno a la que se agrupa un sector que cuenta ya con 1.526 firmas y 40.080 trabajadores, un 23% y un 24% más que en 2010, respectivamente.
No muy lejos de esta factoría, otra industria familiar marcha a todo gas. Los 300 empleados de Fepsa producen un tercio del mercado mundial del fieltro con el que se confeccionan sombreros, que despachan lo mismo a la Maison Michelle -surtidora de Dior y de Chanel-, que a buena parte de la comunidad judía ortodoxa, la indígena andina y la de cowboys estadounidenses. Los que lució en 'Dallas' J.R., el villano por antonomasia de la televisión de primeros de los ochenta, salieron de esta empresa, que, en plena recesión, se las arregló para dar un arreón. Desde 2010 ha duplicado su facturación, hasta superar ahora los 15 millones de euros al año. Su dueño y capataz, Ricardo Figueredo, está convencido de que, al igual que ocurre con su negocio, la expansión económica que protagoniza su país también es «sólida». «Nuestro tejido empresarial ha enfrentado los tiempos duros comprando tecnología, y eso unido al talento joven es garantía de progreso», dogmatiza.
A 55 kilómetros al norte de Oporto, Guimaraes se erige en el epicentro de una de las regiones de fabricación textil más importantes de la UE. Carolina Herrera, Victoria Beckham, Ágatha Ruiz de la Prada o el astro autóctono Cristiano Ronaldo fabrican allí junto al coloso español Inditex, que genera en Portugal el 20% de su producción. Con esta floreciente industria alrededor no es de extrañar que la segunda ciudad lusitana y eterna aspirante a capitanear el país sea un campo abonado para la creatividad. Bulle en torno a la rua de Miguel Bombarda, en el llamado barrio de las artes de Oporto. Desde allí, Marita Moreno, una mozambiqueña de 58 años, batalla por que los zapatos y bolsos que manda hacer con corcho o biocuero cuajen en el desquiciado mercado internacional de la moda y le den para mantenerse «y para abonar al Estado un tercio de lo que facturo». «Las pequeñas empresas somos las que sostenemos los empleos públicos. Con lo que se gana en este país y lo que se llevan los impuestos, todo se exporta. No tenemos dinero para pagar la calidad que producimos», se lamenta.
2011, al borde de la quiebra. Portugal toca fondo y el Gobierno del conservador Passos Coelho se ve obligado a pedir un rescate de 78.000 millones de euros a la 'troika' (el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo). El 'austericidio', como muchos portugueses se refieren a aquella época, impuso el despido de miles de trabajadores y el recorte de salarios. La tasa de desempleo rebasó el 16% en 2013.
2015, un Gobierno inédito. El 24 de noviembre de ese año, el Partido Socialista Portugués (PSP), que ha quedado segundo en unas elecciones revalidadas por los conservadores, logra recabar el apoyo externo del Partido Comunista Portugués (PCP) y del Bloco de Esquerda (BE) para gobernar, en medio del escepticismo de los portugueses y de la propia UE. En apenas dos años, el ministro de Finanzas del Ejecutivo de Antonio Costa, Mario Centeno, es nombrado presidente del Eurogrupo.
2018, a todo gas... Portugal no solo ha logrado recomponerse, sino que asombra a Europa con el imparable crecimiento de su Producto Interior Bruto, que en 2017 fue del 2,7%, el mayor de su historia. La mitad se debió a sus exportaciones, que aumentaron un 10,1%, el mayor peso sobre el PIB en diecisiete años. El índice de paro ha caído al 8%. Eso sí, entre los jóvenes menores de 24 años llega al 22%.
... pero con sombras. El 63,3% de los contratos que se han firmado en Portugal desde finales de 2013 son a tiempo parcial, temporales o de obra. La remuneración bruta mensual ronda los 700 euros de media, un 17% más que el salario mínimo interprofesional (580 euros) y el crédito hipotecario está disparado. La deuda pública del país roza el 126%.
Industria textil. Aglutina a cerca de 12.000 empresas y 135.000 trabajadores. La ventas al exterior de ropa y textil crecieron un 4% en el pasado ejercicio, hasta los 5.237 millones de euros.
76% es el porcentaje que Portugal ya ha conseguido devolver del rescate financiero de 78.000 millones de euros que obtuvo de la Unión Europea en 2011.
Tejido industrial. Representa más del 20% del PIB y un 25% del empleo. La industria más importante es la del sector de automóviles –con una producción de 175.500 vehículos en 2017– y componentes, que abarca a 200 firmas, más de la mitad de las cuales son de capital extranjero. Las mayores empresas lusas son los grupos Galp Energía y EDP. En el país están presentes un centenar de multinacionales, que emplean a 50.000 personas.
Daniela Duarte se las ha arreglado para colocar sus creaciones, a base de telas 'vintage' y patrones novedosos, en Setúbal y Jersey City, en sendos comercios regentados por compatriotas. También están disponibles en su web. A cambio, a sus 30 años, vive con y de sus padres, «como la mayoría de mis amigos». «El milagro económico consiste en tener que renunciar a tus sueños para trabajar en lo que sea y poder pagar tus facturas», ironiza. De momento, ella resiste. Su marca, Daniela ponto final, también es una declaración de principios.
La vida empresarial de Sylvia Cardim de Melo discurre por otras altitudes. Hace apenas un año echó a andar su firma de marketing y 'branding' digital con un diseñador gráfico y calcula que cerrará este año con ocho y una facturación por encima de los 100.000 euros. Natural de Sao Paulo, dejó hace dos eneros su domicilio en Singapur cuando los clientes de su marido, un portugués empleado de la Credit Suisse, empezaron a ordenar inversiones en el confin suroccidental de Europa. «Antes no había motivos para salir a la calle. Hoy Lisboa es el lugar en el que estar. En Singapur se gana mucho más pero, profesionalmente, esta experiencia es más enriquecedora».
La emprendedora brasileña se sincera en la segunda planta del bullicioso Mercado da Ribeira, reconvertido en paraíso 'gourmet' para guiris por la veterana revista de ocio inglesa 'Time Out'. Second House ha abierto allí la réplica lisboeta del local de 'coworking' que un par de socios británicos estrenaron hace unos años en Londres con notable éxito y que van a implantar ahora en Los Ángeles. La receta, patentada, es la misma: una sencilla y cuidada apuesta arquitectónica -de factura española, por cierto- y una rica oferta interna cultural y deportiva que propicie sinergias fructíferas entre los propios socios: 165 firmas de veinte nacionalidades en este momento. Desde el destacamento digital de Mercedes Benz o los servicios financieros de Volkswagen, a docenas de 'startups', el otro fenómeno, esta vez de rabiosa vanguardia, que calienta Portulga junto a las humeantes fábricas norteñas donde se cose la ropa y los zapatos de media Europa.
Marita Moreno-Diseñadora de calzado
No es casualidad que los emprendedores tecnológicos y digitales hayan puestos sus ojos -y muchos también sus pies- en territorio lusitano. Hace ya cinco años que el Ayuntamiento de Lisboa puso en marcha un servicio de promoción y asesoramiento para proyectos de innovación tecnológica. «Tenemos ya una red nacional con 130 incubadoras activas que acogen más de 2.000 'startups'. De ellas, un 60% siguen operativas trancurridos dos años», alardea Luis Moura, delegado comercial de Portugal en España. El otro cebo, aún más sabroso, se llama Web Summit. Se trata de la mayor conferencia tecnológica del planeta. Hace dos años decidió abandonar Dublín, su lugar de nacimiento, para mudarse a la emergente Lisboa y arrastrar tras de sí hordas de 'geeks' (o frikis de la tecnología). Y como lo uno lleva a lo otro, no hay autobús de línea, tren, estación o incluso espacio público en Portugal en donde no haya línea gratuita de wifi.
El furor lusitano por la economía digital no extraña a la madrileña Noelia Novelle. Ella misma se desplazó a Lisboa para «hacer el masterchef de las 'startups'» y sacar adelante la suya propia, Doinn, una proveedora de limpieza y lavandería para apartamentos turísticos. «Los portugueses siempre han ido muy por delante en tecnología. Sus cajeros fueron los primeros de Europa en permitir la compra de entradas de conciertos. Y ahora empieza a lucirles».
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