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miguel pérez
Miércoles, 21 de septiembre 2022, 15:23
El jefe del Kremlin, Vladímir Putin, ha ordenado a la industria militar que estudie «cuidadosamente» las armas de producción occidental que Ucrania emplea en la guerra para utilizar esos conocimientos en la «modernización» del arsenal ruso. Putin trasladó esta exigencia a los directivos de las ... empresas asimiladas a la defensa nacional durante la tarde de este martes, unas horas antes del discurso a la nación de esta mañana en el que ha decretado un reclutamiento forzoso parcial e impelido al Gobierno a aumentar los presupuestos destinados a la fabricación armamentística.
La petición revela la preocupación de Moscú ante el sofisticado equipamiento militar enviado por Estados Unidos y los países aliados de la OTAN a Kiev, cuyo daño es más que evidente. Este despliegue ha facilitado el avance aplastante del Ejercito ucraniano en Járkov y representa una amenaza actual sobre otros enclaves conquistados por Rusia y los separatistas en el Donbás, ahora de nuevo en disputa. Desde el comienzo de la guerra, tan solo EE UU ha enviado a Kiev 19 paquetes de ayuda militar valorados en 10.673 millones de euros y ha anunciado otros 3.000 millones entre este y el próximo año. Tras Washington, el Reino Unido se ha convertido en el segundo gran proovedor. Su nueva primera ministra, Liz Truss, ha anunciado hace unas horas ante la ONU que Londres garantizará en 2023 una ayuda militar de 2.600 millones de euros, exactamente idéntica a la partida de este año.
Putin responde a las reclamaciones propuestas desde diferentes sectores del Ejército y su entorno en el sentido de que es necesario que la industria militar dé un giro para adecuarse a las nuevas normas de la guerra. Su llamamiento a reforzar el complejo empresarial de defensa en el discurso de esta mañana va en ese sentido. De hecho, el presidente intercambió impresiones con los empresarios en su reunión de ayer sobre qué medios necesitan y cómo debe ser la futura cartera de trabajo.
Rusia requiere con urgencia miles de obuses, misiles, minas terrestres y cañones de repuesto para los ya desgastados, pero también un enfoque más actualizado sobre la inteligencia en el campo de batalla. La invasión está demostrando que los avances y las derrotas no se definen ya según las reglas de combate tradicionales, sino en el terreno de la información y las nuevas tecnologías militares. Por eso el presidente ruso pide una puesta al día que, según los estrategas, debe concretarse especialmente en los sistemas de comunicación, que han fallado estrepitosamente en la reciente desbandada de Járkov, así como en los métodos de vigilancia y seguimiento del enemigo. Si algo demuestran estas últimas semanas de conflicto es el valor que juegan la información, el uso de drones y la artillería de precisión.
Putin ha exigido al denominado DIC, el complejo militar-industrial del país, que incremente la producción y acorte los plazos de fabricación. Después de siete meses de invasión, las reservas rusas parecen mostrar síntomas muy notables de agotamiento en consonancia con el fuerte ritmo destructor impuesto a esta guerra a medida que se encona en el sur y el este de Ucrania. Ya en abril, Moscú había superado el número total de bombas que arrojó durante la Segunda Guerra Mundial y a eso cabe añadir el material destruido por las tropas ucranianas mediante bombardeos de precisión y el abandono de blindados y munición por parte de los propios rusos en sus retiradas.
El aparente problema del Kremlin con las armas también demuestra la asimetría variable de esta guerra donde nada está escrito. Aunque en principio el poderoso arsenal ruso daba la impresión a los servicios de Inteligencia de todo el planeta de una superioridad indiscutible, la balanza se ha ido reequilibrando en favor de Ucrania. La defensa del país depende por completo de la ayuda armamentística occidental, pero mientras ésta no falle Kiev dispone de la doble ventaja que supone no tener que fabricar sus propias armas ni enfrentarse al lastre de una capacidad de producción limitada como le sucede ahora a su oponente.
Tan significativas como esas ventajas resulta que su almacén bélico haya sido objeto de un importante refresco. Después de unos primeros meses en los que Occidente exportó material antiguo y, por así decirlo, muchas de sus reservas 'sobrantes', Ucrania recibe ahora equipos más tecnológicos y avanzados, además del adiestramiento necesario, en línea con los ejércitos de la OTAN. Incluso, el Gobierno de Zelenski invitó recientemente a las empresas de defensa internacionales a que prueben en el campo de batalla ucraniano sus armas de última generación, incluso aquellas que todavía se encuentran en fase experimental. Los ojos del Ejecutivo están puestos, por ejemplo, en un nuevo carro de combate más letal y maniobrable.
Putin aspira a neutralizar esa diferencia. En su reunión de este martes, el presidente convino con los principales empresarios del sector en que el arsenal ruso resiste bien las armas occidentales, pero debe mejorarse en lo relativo a sus últimos modelos. «Todas las existencias de los arsenales de la OTAN en realidad se usan para apoyar al régimen actual en Kiev -dijo el presidente-. Esto significa que debemos y podemos estudiar los arsenales, lo que hay y lo que se está utilizando contra nosotros, aumentar cualitativamente nuestras capacidades y, en base a la experiencia adquirida, mejorar cuando sea necesario nuestro armamento. Debe hacerse de la manera más rápida y eficiente posible», ordenó.
A sus palabras podría colocárseles nombres concretos. Los expertos son conscientes del daño que ocasionan los proyectiles javelin y los famosos sistemas de lanzamiento múltiple de cohetes HIMAR, desarrollados por Estados Unidos y que han dado un vuelco a la ofensiva al multiplicar la capacidad y velocidad artillera de los ucranianos. Pero el Kremlin está interesado también en averiguar cómo contrarrestar el poder de los sistemas antiradiación occidentales que equipa Kiev para anular sus radares y cómo afrontar también la amenaza creciente de los drones de seguimiento y ataque que siembran de terror y bajas sus fuerzas en el frente. «En Ucrania, se utilizan muchos tipos de armas autopropulsadas de fabricación extranjera», advierte en 'Izvestia' el experto militar Alexei Leonkov.
Putin y su Estado Mayor consideran que es vital el espionaje de los métodos de inteligencia y comunicación occidentales para «desarrollar contornos de reconocimiento y fuego» propios. Es decir, profundizar en la investigación de drones, satélites, herramientas de reconocimiento y líneas de comunicación indetectables, pues se ha demostrado que algunos de los errores básicos de Rusia en la ocupación han sido debidos a fallos de información y planificación. También el asesinato de muchos de sus altos mandos o la localización de bases operativas rusas han sido consecuencia de la facilidad de Ucrania y los aliados para detectar las comunicaciones de los militares.
El último capítulo en este terreno están aún por escribirse y depende en esencia de Washington. Fortalecido por las últimas victorias en el noreste, el líder ucraniano Volodímir Zelenski ha prometido ahora a sus ciudadanos reconquistar el Donbás al completo e incluso la península de Crimea, anexionada a Rusia. En busca de este propósito, aprovecha cada discurso para presionar a Occidente y urgir nuevos suministros y, muy especialmente, a la Casa Blanca. Zelenski pide al presidente estadounidense, Joe Biden, que le proporcione sistemas de misiles capaces de viajar 300 kilómetros en busca de sus objetivos, una solicitud a la que el inquilino del Despacho Oval se resiste por pura prevención: aunque Kiev garantiza que no utilizará esos cohetes para atacar el interior de Rusia, Washington desconfía de que, según vaya el desenlace de la guerra en los próximos meses, Ucrania no los dirija contra Crimea para perseverar en su deseo de «liberar» este territorio. Una decisión así podría acarrear una reacción impredecible de Moscú. El propio Putin ya se ha referido hoy en su discurso a la «OTAN» que husmea en el flanco sur de Rusia y a las bandas de «desestabilizadores» que han promovido violentas incursiones en la península.
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