El G7 quiere contener y atraer a China

Tras dos días de debates en sesiones plenarias y encuentros bilaterales, los jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de los Siete publicarán este domingo el comunicado final con sus conclusiones. La cumbre ha destacado por la fluidez de las relaciones políticas y personales, tras la derrota de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos. La tensión entre Reino Unido y la Unión Europea en torno al 'brexit' en Irlanda del Norte es la excepción de esta armonía.

Joe Biden ha impulsado el texto que reflejará el consenso sobre la política expansiva de la inversión y del gasto públicos, a pesar de las voces que, especialmente en su país, advierten del peligro de que sus programas asienten un tiempo inflacionario. Es un cambio drástico en las preocupaciones del G7 en la década de los ochenta del siglo XX y con posterioridad a la crisis financiera de 2008.

El nuevo consenso asocia un crecimiento económico sostenido a la transformación energética y tecnológica que sería necesaria para cumplir los objetivos de descarbonización de las economías desarrolladas. Como en otras áreas, el G7 pretende ser guía de actuación, aunque el foro para decisiones fundamentales será la cumbre del COP26, que se reunirá en noviembre en Glasgow.

Para que las políticas drásticas que se justifican por el riesgo de una catástrofe climática tengan el efecto deseado, es imprescindible la implicación de China. Lo es también para reformar la Organización Mundial de Comercio, que, tras el sabotaje de Donald Trump, emprenderá en otoño la búsqueda de un gran acuerdo sobre normas y arbitraje. Y también lo será para reformar la Organización Mundial de la Salud.

Documentos publicados sobre las relaciones bilaterales, como la nueva Carta Atlántica acordada por Estados Unidos y Reino Unido, sugieren que el G7 puede animar una investigación más exhaustiva sobre el origen del virus de la pandemia. La posibilidad de que hubiese escapado de un laboratorio en Wuhan puede añadir tensión en los próximos meses a la diplomacia exigente que demanda Biden.

Su secretario de Estado, Antony Blinken, llamó el viernes a su colega, el ministro de Exteriores chino, Yang Jiechi, para pedirle que su Gobierno publique con urgencia datos que faciliten la investigación, según 'The Guardian'. Yang habría calificado como ridícula la hipótesis y afirmó luego al canal estatal China Global Television Neytwork que «el multilateralismo genuino no es pseudomultilateralismo basado en los intereses de pequeños círculos».

El pequeño círculo del G7 ha dado también su visto bueno al plan de Biden para desarrollar inversiones en África y otros focos de la diplomacia financiera china en el mundo, para reducir un déficit mundial en infraestructuras que se cifra en unos 35 billones de euros. La estimación más extendida de la inversión china en las nuevas rutas de la seda es una décima parte de ese déficit.

La canciller alemana, Angela Merkel, principal impulsora del acuerdo de inversión entre la UE y China- que parece de difícil ratificación en el Parlamento Europeo- ha mostrado su apoyo a la idea de Biden, pero matizando que el G7 no tiene en este momento mecanismo financieros para emprender tan magnos proyectos. Merkel será la primera líder europea invitada a la Casa Blanca, en lo que será un homenaje de despedida y es también una herida al orgullo británico.

Si este G7 es la recuperación de un alineamiento confiado de los países atlantistas y Japón en torno a una estratégica que quiere, en nombre de las normas y de los derechos humanos, ser firme con Rusia y China, la conclusión quizás más esperada es la Declaración de Carbis Bay, en la que expondrán un plan, que se espera concreto, para que políticos y científicos tengan mayor capacidad de prevenir y responder a nuevos brotes epidémicos.