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Leticia Mena
Martes, 3 de mayo 2016, 07:12
Malakassa está a unos setenta kilómetros de Atenas. Es el único campamento de refugiados afganos que hay en Grecia. Allí les juntan. Son 1.200. No se les considera refugiados de guerra, así que su situación debe tramitarse de otra manera, porque para Grecia son ... meros inmigrantes. ¿De qué manera? Ni ellos la saben.
Al llegar a las instalaciones del campamento, ocho militares armados flanquean la puerta. Piden identificación a todo el que se acerca. Les basta con apuntar el nombre y el número de DNI en un papel que el jefe se saca doblado del bolsillo de la camisa. En la barrera hay un perro dormido hasta que llega otro y se ponen a darse lametazos. Un soldado escolta a los voluntarios cántabros y al equipo de El Diario Montañés hacia el interior. Tras los edificios del Ejército griego, entre los que hay una iglesia, aparece una gran explanada de tierra rojiza y tiendas blancas. Éstas son más consistentes que las del Pireo, y están fijadas al suelo con vientos y clavos.
Sigue toda la historia en pinchando aquí Cartas desde Grecia
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