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iñigo gurruchaga
Miércoles, 4 de mayo 2016, 17:20
John Lanchester, autor de Capital, una novela best-seller publicada en 2012, cuenta en esta obra las peripecias de los vecinos de una calle del sur de Londres, Pepys Road, en la que las conversaciones tratan a menudo del precio de las casas. Sus primeros compradores en el barrio de Clapham eran a comienzos del siglo XX gente con aspiraciones de la baja clase media. Pero ahora sus propietarios son millonarios.
Cuando la pareja más rica de la calle habla sobre la posibilidad de crear una planta baja, el marido, que aún no ha perdido su empleo en la City después del colapso financiero, argumenta que es «la manera de maximizar nuestro mejor activo». En 2009, cuando termina la acción de la novela, el precio promedio de una vivienda en Londres era de 380.000 euros; hoy alcanza los 670.000.
Una conversación común entre propietarios de viviendas en la capital británica añadiría ahora al asombro sobre los precios la pregunta sobre dónde van a vivir sus hijos, dónde los maestros, el personal sanitario, los dependientes de las tiendas, los albañiles o carpinteros que faltan para construir las 50.000 viendas anuales que necesita una ciudad de 8,6 millones de habitantes, que serán 10 en 2030.
La falta de viviendas y la inflación de su precio, la venta de casas y pisos municipales, también los de las cooperativas, según la ley introducida por el Gobierno conservador, han fomentado la compra para alquilar. El resultado resulta chocante. El salario medio neto en Londres es de 2.600 euros; el coste de alquilar un apartamento de una habitación, de 1.480, si no está en el centro de la ciudad.
East End sin cantinas
Cuando los londinenses elijan este jueves a su alcalde, el coste de la vida y la presión demográfica serán asuntos importantes en su experiencia de la ciudad. Barrios que antes acogían a familias con sueldos promedio han sido gentrificados sus habitantes se han visto desplazados por sectores de mayor poder adquisitivo, particularmente en el sur y en el este . Y la transformación empuja a la gente con salarios más bajos hacia el exterior.
La decadencia del pub y de la moqueta era ya una tendencia consolidada. Las cadenas de cafeterías y los suelos de madera en apartamentos de planta abierta han ocupado su lugar. Más recientemente, las viejas cantinas del East End se han convertido en comercios de yogurt para jóvenes empresarios de nuevas compañías tecnológicas. Y con la expansión de la ciudad aumenta la carga y el precio del transporte.
El establecimiento del plan urbano de Londres y la gestión del transporte son dos de las competencias atribuidas a la Autoridad del Gran Londres (GLA), a las que añade el hecho de compartir con el Ministerio de Interior la dirección de Scotland Yard, Policía de Londres y responsable también de algunas operaciones nacionales, y el servicio de bomberos. Administra un presupuesto anual de unos 21.500 millones de euros.
Sus competencias de planeamiento son compartidas con 32 ayuntamientos locales, creados hace poco más de medio siglo, cuyos presupuestos superan el doble del que dipone la Autoridad del Gran Londres, y que muestran diferente apetito por la proliferación de rascacielos, otro asunto habitual de conversación entre londinenses. Se podían contar con los dedos de una mano hace un cuarto de siglo; ahora hay 89 en construcción y 233 con permiso municipal.
Divisiones
Boris Johnson, el conservador humorista y famoso que estableció en sus dos mandatos el fin de la hegemonía laborista en la gobernación de la capital, antes de la disolución del Ayuntamiento por Margaret Thatcher y también después de su restauración, prometió que no contribuiría a la conversión de la ciudad en una especie de Dubai, achacando esa tendencia a su antecesor, Ken Livingstone, pero la ha acrecentado.
Profesionales del planeamiento urbano creen que la construcción de torres, con una altura promedio de treinta plantas, es necesaria para hacer frente a la falta de viviendas, pero la vulgaridad frecuente de su arquitectura, la carestía de esos pisos, su compra por inversores y el cambio en el paisaje movilizan a una de las fuerzas políticas más poderosas, la de los nimbys (not in my back yard, no en mi patio trasero), acrónimo para describir a los que se oponen a todo aquello que vaya a construirse en su vecindario.
A Zac Goldsmith, el candidato conservador, se le puede acusar de ser un nimby, porque el distrito del sudoeste de la capital en el que reside y que representa en el Parlamento, Richmond-upon-Thames, es el que mantiene con más firmeza su paisaje tradicional. El este de Londres y algunas áreas del sur son receptores de más torres, también porque proveen a sus ayuntamientos de los ingresos necesarios para paliar los efectos de grandes recortes gubernamentales en la subvención a municipios.
Goldsmith desde el anuncio de los planes y su rival, Sadiq Khan, de manera más tardía, se oponen a la ampliación del aeropuerto de Heathrow con una tercera pista. El Gobierno de David Cameron ha ido aplazando su decisión al respecto y es posible que la haga pública después de las elecciones. Pero la oposición del futuro alcalde es una mala noticia para Ferrovial, accionista mayoritaria de Heathrow.
Una campaña antipática
La campaña para gobernar la capital británica ha tomado un cariz antipático en las últimas semanas por el supuesto racismo de alguna literatura electoral de Goldsmith, alertando a votantes indos sobre el riesgo que el izquierdista Khan supondría para sus joyas o resaltando que el laborista ha compartido escenario en reuniones públicas con islamistas radicales vinculados al terrorismo. En los últimos días, el laborismo ha sido sacudido además por una polémica interna sobre la presencia de antisemitas entre sus miembros.
En la relativamente armoniosa convivencia de diferentes poblaciones en la capital británica donde el 37% de los habitantes no ha nacido en Reino Unido y donde se hablan unos trescientos idiomas, las disputas étnicas en batallas electorales no han estado tan presentes en el pasado como en Estados Unidos, según Tony Travers, profesor de la London School of Economics y experto en Londres.
Esta vez se añade una nueva división. Goldsmith sigue en la estela de su predecesor, Johnson, manifestándose en favor del abandono británico de la Unión Europea. Khan es partidario de la permanencia.
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