Secciones
Servicios
Destacamos
Pedro Álvarez
Sábado, 8 de abril 2017, 10:52
Carlos Vejo (Caloca, 1937) fue uno de los miles de cántabros que emigró en busca de un futuro mejor. Desde muy niño tuvo que ayudar a sus padres a cuidar el ganado en su pueblo natal, lo que no le permitió ir demasiado a la ... escuela. Emigró a Guatemala donde trabajó en el cultivo del algodón y en la crianza de vacas, para años después, regresar a donde, hasta su jubilación, continuó disfrutando de su pasión por el ganado y, especialmente por las vacas tudancas. La Agrupación Lebaniega de Santander le entrega este domingo en el restaurante Chiqui de Santander, la distinción de Vecero de Liébana.
-¿Qué recuerdos tiene de su infancia y juventud en su pueblo natal de Caloca?
-Eramos siete hermanos y mis padres se dedicaban a la agricultura y a la ganadería. Había en el pueblo 24 familias. Fui poco a la escuela, aprendiendo mis primeras letras en clases nocturnas. Aún recuerdo las grandes nevadas que mantenían la nieve más de un mes en el pueblo. La única diversión era los domingos que había baile al son de la pandereta y el tambor.
-¿Cuántas veces fue vecero con el ganado del pueblo?
-Me tocó ir con el ganado muchas veces. En Caloca teniamos pastor. Los vecinos que teníamos ganado ibamos de veceros. Recuerdo que cada seis ovejas había que guardar el ganado un día. Eran años duros. Se comían sopas de ajo, patatas, tocino y pan. El pastor ordeñaba con la ayuda de una albarca, donde mojaba el pan en la leche y luego la lavaba en la fuente.
-¿La feria anual ganadera de Los Santos, en la villa de Potes, era un gran acontecimiento para los vecinos de Caloca?
-Sin duda. El día anterior a la feria bajábamos las vacas tudancas los vecinos de Caloca y de Vendejo. Eran más de 600 ejemplares pues todos los vecinos querían participar de la mejor feria ganadera del año. Siempre recordaré la "pasá" por las calles de Potes camino del recinto ferial.
-¿Cuál fue el motivo de emigrar a Guatemala?
-Tenía 27 años. En Retalhuleu vivía mi hermano Paco y decidí ir a visitarle. Allí, Higinio Fernández, lebaniego de Tudes, me invitó a quedarme. Durante tres años fue encargado general de una finca de 2.000 hectáreas propiedad de Pepe Cuesta y Maruja Fernández, una familia donde me quedé y me trataron como en casa. Luego me independicé y con el tiempo tuve una finca de 3.500 hectáreas, donde se culivaba el algodón que se recolectaba a finales del año. Entonces había muchas plagas y se fumigaba con ayuda de una avioneta. Hice el curso de piloto y tengo 2.800 horas de vuelo. También tuve ganado. Mi esposa Carmen me ayudó mucho llevando la administración de la empresa. El año más duro que viví en Guatemala fue cuando en 1974 la erupción de un volcán arrasó todas las cosechas. En Guatemala viví once años, pero siempre que pude regresé a mi pueblo natal.
-¿En qué invirtió sus primeras ganancias conseguidas en Guatemala?
-Siempre añoré mi pueblo natal. El primer dinero que gané se lo envié a mi padre para que no vendieran las vacas. Recuerdo que cuando marché había vacas paridas y al regresar por primera vez al pueblo, viendo los catorce jatos nacidos saqué enseguida quien era la madre de cada uno. El dinero ganado en Guatemala lo invertí en comprar ganado, incluso volviendo a casa vacas que se habian vendido, y también en comprar fincas y puertos para las vacas.
-¿Por qué decidió regresar ?
-Nos casamos en el año 1970 y tuvimos a mi hijo Carlos Fidel en Guatemala y decidimos regresar a España en 1977 para que nuestro hijo pudiese estudiar aquí. Ya en Liébana, fui comprando ganado y teniendo una gran cabaña de vacas tudancas que han sido las que desde niño me han gustado. Mantener esta raza autóctona de Cantabria contando con una ganadería selecta, con toros de calidad y con un adecuado manejo del ganado, ha sido siempre mi gran ilusión y por lo que he luchado durante estos años hasta mi jubilación en 1998. Ahora, es mi hijo, Carlos Fidel el que ha recogido el testigo y continúa con el ganado.
-¿Su paso como presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Raza Tudanca, marcó un antes y un después en dicho colectivo?
-Fueron dieciseis años de presidente donde luché con todas mis fuerzas para lograr que mejorase la raza tudanca. Durante esos años me volqué por entero en la asociación. Cuando dejé la presidencia, había logrado conseguir una finca en Sotama con instalaciones y maquinaria, y 68 vacas; finca, de la que fui el promotor, que fue cedida por la Consejería de Ganaderia, a la que regalé un magnífico ejemplar de toro valorado en varios millones de pesetas, para la mejora de la raza.
-¿Qué significa esta distinción que le otorga la Agrupación Lebaniega de Santander?
-Estoy muy agradecido. Me hizo mucha ilusión por ser un ganadero el que recibe la distinción, pero es un premio que hago extensivo a todas las personas que se han dedicado y dedican al cuidado y mejora de la cabaña ganadera.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.