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Nacho González Ucelay
Treceño
Jueves, 6 de enero 2022
El Sorteo Extraordinario de la Lotería de 'El Niño' cubrió este jueves de oro al bar Ramón, un humilde negocio hostelero ubicado en Treceño (Valdáliga), y a cualquier vecino de la zona que durante las últimas semanas haya parado por allí y haya pedido un ... décimo con el vino o el café. A todos, sesenta, setenta, ochenta, dicen que noventa personas (aún no se sabe con exactitud) se les entregó el número 44.469, agraciado con el segundo premio, que, a 75.000 euros por barba, deja en la localidad unos 5 millones de euros.
Ignorando por completo al resto de la región, 'El Niño', que llevó el primero íntegro a La Rioja, desparramó el segundo por más de doscientos despachos de lotería de toda España. De toda. Nunca antes un premio de tal calibre había salido tan repartido. Y en su vuelo por el norte peninsular, de Galicia al País Vasco, descargó una lluvia de millones sobre una pequeña taberna de un pequeño pueblo de un pequeño municipio de Cantabria que este Día de Reyes se anunciaba como cerrada pero que tenía las puertas abiertas de par en par.
Allí, en el bar Ramón, se celebraba a lo grande, como en la tele, con buen champán para todos, la enorme suerte de los clientes de un establecimiento hostelero que, lo mismo que cualquier otro, lleva dos años tratando de sobrevivir a las restricciones impuestas por una crisis sanitaria que tiene al grueso del sector al borde del abismo.
«Muy felices, muy felices», decían los dueños del negocio, daba igual la pregunta que se les hiciera. A ratos detrás de la barra para servir a sus clientes, a ratos delante para abrazarlos, Juan Antonio y Casilda disfrutaban emocionados, él más que ella, viendo su bar atestado de gente bendiciendo su suerte.
«Aún no sabemos exactamente cuántos décimos hemos vendido», confesaba Juan Antonio. «Pueden ser sesenta, setenta, ochenta... por ahí», calculaba el propietario del establecimiento, que, en cambio, sí sabía quiénes eran los agraciados.
Además de su mujer y él mismo, que habían adquirido un décimo cada uno (150.000 euros), «todos son clientes habituales, gente del barrio, de la zona» a la que el matrimonio hizo ayer un extraordinario regalo de Reyes. «Unos están en paro, otros andan algo apretados de sus cosas...», explicaba.
El dinero les vendrá muy bien, aunque, muy lejos de lo que alguno iba gritando por la acera («¡Somos ricos! ¡somos ricos!» exclamaba décimo en mano), tampoco es que 75.000 euros vaya a solucionarles sus vidas. Y menos los 69.000 que van a quedarles limpios a los afortunados ganadores cuando Hacienda llame al timbre de su casa para ajustar cuentas.
Eso asumía la inmensa mayoría de los muchísimos vecinos que, apenas unos minutos después de salir el segundo premio, comenzaron a acercarse al bar, centro neurálgico de una multitudinaria celebración que empezó pasada ya la una de la tarde (Juan Antonio y Casilda no tenían previsto abrir) y se prolongó hasta entrada la hora del almuerzo. Sobre las tres.
Una fiesta improvisada, dentro y fuera del establecimiento, que no se quiso perder la familia Díaz Pardo, cargada de razones para brindar.
Pilar y sus hijos Pilar y Manuel tenían cada uno un décimo agraciado con el segundo premio que la primera comparte con Marta, su otra hija, y así, todos felices. «Compramos los décimos en Nochebuena», detalla Pilar hija. «Y esta mañana me llama mi madre y me dice que nos han tocado mil euros. Y yo contentísima. Y luego mi hija mira la lista y dice: '¡mama!, ¡que no son mil euros!, ¡que son 75.000!' Creí que me daba algo», admite.
Con ese dinero caído del cielo «ya veremos lo que hacemos», prosigue Pilar sin poder evitar que su madre irrumpa en la conversación para desvelar lo que la hija parece que no quería decir: «¿Ella?, terminar de pagar la casa que todavía la está pagando. ¿Yo? Jajaja. Yo ya la tengo pagada, así que cuando cobre ese dinero pues igual me doy un 'caprichín'». Madres.
Agradecidas a su buena suerte, 'las' Díaz Pardo brindan por 'El Niño', que de la misma manera ha bendecido a Carmen y Luis. Tíos carnales de Casilda, la coopropietaria del establecimiento, también forman parte del improvisado festejo.
«Nosotros tenemos un décimo. Nos lo habían guardado ellos (Juan Antonio y Casilda) porque hemos estado fuera estos días, y nos lo han dado anoche mismo», explica él. «Y esta mañana estábamos viendo el sorteo por televisión y cuando ha salido el número y hemos visto que era el nuestro... pues nos hemos puestos nerviosos», reconoce Luis. «Él no se lo creía», subraya Carmen. «Nos han dado una alegría que... bueno».
Pues la mitad de grande que la que se llevó Lorena al enterarse de que el segundo premio del sorteo había caído en el bar Ramón, porque ella tiene dos décimos. «Bueno, en realidad compré tres, pero uno se lo regalé a mi padre», confiesa la chica, que descubrió su suerte enredando en el móvil. «Primero leí que había caído aquí, en Treceño, y bueno... pues vale. Pero luego vi que había caído en el bar y ya ahí empecé a sospechar que era el número que yo llevaba». Y, efectivamente, lo era. Se va a embolsar 150.000 euros que ayer todavía no sabía a qué va a destinar.
«Primero voy a asimilarlo», decía. «Y luego...», «¡luego a disfrutarlo, coño!», le sugería una amiga a su lado.
Eso mismo, disfrutarlo, estaban haciendo ya cerveza en mano otros dos vecinos de la localidad. Por su forma de comunicarse, el temeroso y el vacilón.
El temeroso, que no quiso revelar siquiera su nombre de pila, se había comprado un décimo. Podrá cambiarlo en unos días por un cheque de 75.000 euros que «repartiré entre mis tres hijos». Dice que se enteró de su suerte por unos amigos de su yerno, «que le mandaron un whatsapp o no sé qué puñetas para decírselo». Y se alegra de que el premio haya salido tan repartido «porque aquí, en Treceño, rara es la familia que no lleve encima ninguno». A su lado, el vacilón, Ángel aseguraba que se llamaba, dijo tener un décimo premiado pero no saber cuál era el premio. «Sé que me ha tocado pero no sé lo que me ha tocado... No sé si me entiende». A esas alturas de la fiesta ya se hacía difícil.
Ella compró otro número. Él no compró ninguno
Juan Antonio, Casilda, Pilar, la otra Pilar, Manuel, Marta, Carmen, Luis o Lorena ponen cara a una moneda que en el reverso muestra su cruz: Con ella cargan, aunque con ligereza, Rosa María y Fernando, dos buenos clientes del bar Ramón a los que la suerte dio ayer esquinazo.
Asomada a la ventana de su casa, justo encima del establecimiento hostelero, Rosa María pregunta de dónde viene y a qué se debe el jolgorio que escucha. Cuando una vecina le explica, ella entra rauda en la vivienda y al poco reaparece con dos décimos en sus manos.
–¿Y qué número dices que ha tocado?
–El 44.469.
–Yo tengo el 52.303.
–¿Pero tú le compraste en el bar?
–Sí, sí. Bar Casa Ramón pone aquí.
–Pues ése no es.
–Pues entonces es que a mí me han vendido otro.
Ni viviendo encima del bar desde hace más de sesenta años, ni habiendo trabajado dentro, ni siendo una clienta habitual, ni habiendo regentado ese negocio los abuelos de su marido, ni comprando lotería cada Navidad, esta incluida, por supuesto, Rosa María consiguió convencer ayer al 'Niño' de que un trozo del premio que dejó caer sobre Casa Ramón le pertenecía a ella.
«Bueno, con que no me dé el coronavirus», se consolaba la mujer, que no se sentía para nada disgustada. O eso decía. «Cada uno tiene lo que le toca. A veces bueno, a veces malo... Yo es que veía tanto barullo ahí abajo que pensaba; a ver si no vamos a poder sacar el coche del garaje...», concluía cambiando de tercio.
En esas apareció Fernando. También a él le dio esquinazo la suerte, por razones distintas en su caso.
«Yo es que no juego a la lotería. Soy cliente habitual del bar. Tan habitual que no salgo de aquí, pero como no me gusta jugar a nada, pues no lo compré. Tengo por ahí dos o tres décimos, pero ninguno es el del bar», explicaba el hombre riéndose. «A la que no le ha hecho demasiada gracia ha sido a mi mujer: '¿Pero tú eres tonto?, me ha dicho cuando se ha enterado».
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