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Harley-Davidson Sportster 883 de 1994, por Crazy Dreams Mallorca F. P.
España, tierra de «Picassos» sobre ruedas

España, tierra de «Picassos» sobre ruedas

IVÁN BOLAÑO DOFORNO

Lunes, 14 de abril 2025, 14:00

La genialidad de un artista puede recaer sobre un lienzo en blanco, sobre un bloque de mármol o sobre las cuerdas de una guitarra. Pero, a veces, ese talento se canaliza a través de utensilios menos convencionales y, en lugar de un pincel o una partitura, el virtuoso se expresa con una caja de herramientas creando motocicletas únicas, exclusivas piezas de coleccionismo.

La customización en el sector de las dos ruedas es una tendencia con muchas décadas tras de sí (finalizada la Segunda Guerra Mundial muchos jóvenes adquirían las motos usadas durante la contienda, en su mayoría Harley-Davidson, y las personalizaban para mejorar sus prestaciones y adaptarlas a sus gustos), pero nunca ha dejado de evolucionar hasta alcanzar en nuestros días un grado de profesionalización que, en muchos casos, bien podría quedar expuesto en el Museo del Prado.

«En los inicios del custom en este país -relata Álvaro Cabezas Atienza, director de la revista Custom Machines durante dos décadas-, los preparadores eran simples apasionados de Harley sin grandes conocimientos mecánicos que tocaban sus motos. Poco a poco todo fue mejorando, las calidades, los presupuestos… y los proyectos comenzaron a ser cada vez más exclusivos. Actualmente se mantiene la artesanía de antaño, pero mejorada y mezclada con el nuevo marketing de las redes sociales», añade.

Honda GL 1000 Goldwing Cafe Racer, por D S Motorcycles F. P.

Si bien los países con más tradición y relevancia son USA, Japón y Alemania, el custom español ha ido ganando mucho reconocimiento internacional y son varios los constructores que en los últimos años han ganado premios en el campeonato mundial de construcción de motos personalizadas AMD o en el prestigioso certamen MBE de Verona. «Los grandes pioneros y referentes del custom nacional han sido Ferry Clot, bicampeón del AMD, Mao, Sueca Iron, Txopo de Txoperheard, José Luis de No stock bikes o Germán Derbidson, entre otros», explica Josep Carretero, organizador del The Factory Fest, un festival emergente que se celebrará en Calella del 9 al 11 de mayo. «Es un sector que mueve millones de euros y, a pesar de que en España existen numerosas trabas para la homologación y circulación de estos vehículos, el custom aquí está en pleno auge», añade Josep.

Harley Davidson Sportster 1250 S Cafe Racer, por AC Calella Custom F. P.

Como si se tratara de estilos escultóricos, estas creaciones metálicas también suelen ir enmarcadas en una categoría específica como Café Racer, Scrambler, Bobber, Chopper, Rat Bike o Brat Style, cada una con sus especificaciones concretas. Por lo general, los customizadores se especializan en una marca y van adquiriendo prestigio en un universo concreto. Ricky Old Custom Flames y Calella Custom en Harley-Davidson, XTR Pepo en Ducati, Tamarit en Triumph, D'S Motorcycles en Honda o Cafe Racer Dreams en BMW, son algunos de los nombres propios nacionales. Los proyectos nacen en la mayoría de ocasiones sobre la base de un modelo existente y, una vez transformados adquieren una valoración que puede cuadruplicar la original.

«En la época de las vacas gordas hacíamos motos de 50 o 60 mil euros de forma constante», explica Adolfo Calles, preparador durante 23 años en su tienda Bonneville. «Normalmente un proyecto dura ocho o nueve meses siempre que tengas clara la idea exacta del cliente, que es lo más difícil de centrar. Hay veces que el cliente te da libertad absoluta porque le gusta tu estilo, otras te da unas mínimas pautas, pero hay también clientes súper invasivos que provocan que el proyecto se dilate», añade Adolfo.

Luego están casos más excepcionales de motos que son unicornios, que usan una base de la que existen pocas unidades, motos que han ganado premios o que han pertenecido a algún personaje en concreto, y que se revalorizan con el paso del tiempo alcanzando precios que pueden multiplicar por diez el inicial. El perfil de comprador de estas joyas es muy variopinto: puede tratarse de un motero que desea hacerse con la moto de sus sueños y le gusta el estilo de algún preparador determinado, a quien le encarga su obra a medida; de alguien que se enamora a primera vista en alguna exposición o festival y se lo puede permitir; o incluso de un cliente adinerado que, sin ni siquiera ser motero, se encapricha de algún modelo y lo adquiere para plantarlo en el salón de su casa. Como quien cuelga un Picasso.

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