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A. Noguerol
Lunes, 27 de noviembre 2023, 16:55
Durante los meses más fríos del año, la lluvia, el viento o la nieve suponen una dificultad añadida, a la que se suman las menores horas de luz debido a la posición de la Tierra respecto al Sol. Por ello, conviene extremar las precauciones, planificar la ruta y una dosis extra de prudencia y sentido común para llegar sin sobresaltos al destino.
Según datos de la Dirección General de Tráfico (DGT) , el 31% de los fallecidos corresponden a siniestros ocurridos durante el invierno, y algo menos, un 30%, a heridos hospitalizados.
La mayor parte de los accidentes, un 80%, tiene lugar en condiciones de lluvia , lo que durante los inviernos de 2012, 2013, 2014 y 2015 causó 11.655 siniestros con víctimas. A mucha distancia se sitúan los ocurridos en situaciones de niebla, que supusieron poco más del 7% y unos 1.000 accidentes; viento fuerte (5,54% y 808) y granizo (4,7% y 693). Llamativamente, la nieve solo tuvo un papel determinante en apenas el 2,09% de los siniestros, causando 308 choques con víctimas, entre los que se incluyen heridos y muertos contabilizados durante los 30 días posteriores al choque.
Aparte de las condiciones meteorológicas, la escasez de luz hace que conducir se vuelva más complicado. De hecho, según la última edición del Estudio de la Visión en España, el 42% de las personas que tienen miopía y el 30% de las que tienen astigmatismo se sienten más limitadas a la hora de conducir por la noche. Falta de visibilidad, deslumbramientos, fatiga y sueño y situaciones como adelantamientos, conducción en vías urbanas o la «hipnosis de la carretera» son algunos de los principales riesgos que encontramos en la conducción nocturna.
Las principales limitaciones a la hora de conducir por la noche es la falta de luz, que puede reducir de forma considerable la agudeza visual, la percepción de los colores y la disminución del campo visual. «La alteración de la visión nocturna puede hacer que esta sea menos clara, que suframos deslumbramientos por las luces de la calle o de otros vehículos y ocasionar problemas tales como la fatiga ocular», subraya el doctor Fernando Llovet, oftalmólogo cofundador de Clínica Baviera. En este sentido, desde la DGT recomiendan siempre llevar la altura de las luces bien reguladas y estar atentos a cambiar las luces de largas a cortas al cruzarnos con otros vehículos.
Uno de los problemas que suele manifestarse por la noche en la mayoría de las personas, sean o no miopes, es la miopía nocturna. «En estos casos existe un desajuste en la acomodación del cristalino para ver los detalles que, debido a la poca luz, hace que se vean borrosos los objetos lejanos, lo que genera inseguridad, sobre todo al conducir. Pero únicamente ocurre en condiciones de baja iluminación y no por un problema visual», indica el doctor Llovet. En estos casos, la mejor solución que se conoce para corregir la miopía nocturna suele ser el uso de gafas o lentes de contacto adecuadas para la conducción en este tipo de situaciones.
Otro problema visual que puede aparecer por la noche es la ceguera nocturna o nictalopía, un problema de visión que se produce cuando, debido a la falta o escasa cantidad de luz, al paciente le resulta imposible ver que tiene alrededor. «Aunque es natural que con pocas condiciones de luz veamos menos, las personas que tienen ceguera nocturna suelen tener dificultades para realizar una actividad normal y para desenvolverse en situaciones con poca iluminación, no sólo para la conducción, sino, por ejemplo, en salas de cine, locales de ocio poco iluminados, espacios cerrados sin iluminación natural, etc», subraya Llovet. Algunas condiciones que pueden favorecer la ceguera nocturna son la miopía, las cataratas, el déficit de vitamina A, el uso de determinados medicamentos, la retinitis pigmentaria o las anomalías congénitas.
Aunque no hay un tratamiento específico para mejorar la visión nocturna, los oftalmólogos recomiendan seguir unos consejos que pueden contribuir a mejorarla.
Así, se recomienda tomar suficiente vitamina A, ya que ayuda a frenar la pérdida de agudeza visual causada por el envejecimiento y protege la retina de posibles enfermedades. Algunos alimentos ricos en vitamina A son las zanahorias o las espinacas.
Usar gafas de color rojo antes de llegar a un ambiente poco iluminado ayuda a que los ojos se vayan adaptando a la oscuridad de forma progresiva. También es conveniente evitar la mirada directa a las fuentes de luz, mantener los ojos en movimiento y parpadear de forma frecuente, evitar el consumo de alcohol y tabaco y controlar enfermedades subyacentes como la diabetes o la retinitis pigmentaria, que puedan comprometer a la visión.
Finalmente se recomienda descansar los ojos y revisarse la vista de forma periódica: sobre todo será necesario acudir al oftalmólogo en caso de notar problemas relacionados con la ceguera nocturna.
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