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Santiago de Garnica Cortezo
Viernes, 26 de enero 2024, 10:00
Estamos en 1890. Los ciclistas reinan en el principado de Mónaco. Bien como transporte básico o como medio para mantener la forma física, la bicicleta vive un momento de esplendor. Ese año, gracias a una veintena de entusiastas y amantes de la bicicleta entre los que se encuentra el Príncipe Alberto I, se crea el club «SVM», el «Sport Vélocipédique Monégasque». Y en 1907, signo de los nuevos tiempos, «SVM» se transforma en «SAVM»: «Société Sport Automobile et Vélocipédique de Monaco», e integra así al automóvil en sus actividades deportivas.
Dos años después, el 31 de octubre de 1909, sus socios eligen como presidente a Alexandre Noghes que en un discurso el 1 de diciembre anuncia una idea audaz. Los dirigentes del «Club Sport Automobile et Vélocipédique» tienen en mente atraer a Mónaco una clientela rica de turistas en el marco de la rivalidad entre el principado y Niza, punto de interés turístico por su Carnaval. Así, Noghes, pone sobre la mesa el proyecto de un rallye automovilístico basado en los Covegni Ciciclisti italianos. Estos hacen converger el mayor número posible de ciclistas provenientes de diferentes ciudades, en un solo punto. Y Alexandre Noghes quiere hacer lo mismo, pero con automóviles. Y en el mes de enero para demostrar la suavidad del clima monegasco.
El proyecto se pone en marcha. Y en enero de 1911, se celebra el primer «Rallye Automobile de Monaco»: la palabra «rally» proviene de la palabra francesa «rallier», es decir, reunir o congregar. Así en el cartel oficial figuraba «Rallye Automobile International vers Monte-Carlo».
En esta primera edición, financiada por la Société des Bains de Mer, veintitrés coches que parten de varias ciudades europeas (París, Berlín, Bruselas, Boulogne, Viena y Ginebra) toman la ruta hacia Montecarlo. Desde la ciudad donde fue inscrito, cada competidor deberá completar el trayecto según un trazado determinado. Hay que subrayar que, en estos tiempos heroicos del automóvil, cruzar Europa en pleno invierno resultaba más que complicado.
El reglamento determina que hay una velocidad máxima impuesta: los organizadores no quieren que su rallye se convierta en una carrera de velocidad. Pero entran en juego otros criterios, como el kilometraje recorrido, el número de personas transportadas o el estado del vehículo a su llegada. También se conceden puntos por el confort de los pasajeros... Aplicado durante las dos primeras ediciones, este complicado reglamento, que además se basa en juicios subjetivos, suscita fuertes protestas de los competidores que se consideran (con razón) perjudicados. Estos desórdenes socavan el futuro de la prueba, que no se organizará en 1913 o 1914.
A esto siguió la interrupción de la Primera Guerra Mundial, al final de la cual muchos pensaron que el rally de Monte-Carlo estaba enterrado.
Sin embargo, renace, en 1924, de la mano de Anthony Noghes, hijo de Alexandre. Al año siguiente, los organizadores del rallye añaden una prueba adicional al recorrido de concentración que, con buen tiempo, resultó demasiado fácil.
El 29 de marzo de 1925, durante una asamblea general extraordinaria que reunió a cincuenta y cinco miembros de la SAVM, el presidente Alexandre Noghès declaró « que debido a la importancia que ha adquirido el club, es preciso cambiar su título, y denominarlo «Automóvil Club de Mónaco «, señalando que » el deporte de la bicicleta tiende a escasear y el automóvil está en auge «. Por tanto, la propuesta fue sometida a votación secreta y aprobada por 49 votos a favor, 5 votos en contra y una abstención.
El ACM, además del Gran Premio de Mónaco que ha puesto en marcha Anthony Noghes en 1929, sigue organizando el Rallye de Monte-Carlo. Con el paso de los años y para aumentar las dificultades, varias pruebas esperarán a los competidores a su llegada a Mónaco, incluido una que tendrá lugar en el mismo circuito utilizado para el Gran Premio.
Con la evolución del automóvil y la mejora de la red de carreteras, los organizadores tendrán que endurecer aún más el rally para mantener su selectividad. Así el reglamento se modificará en numerosas ocasiones. Se añadirán pruebas adicionales al recorrido de concentración, que tras la Segunda Guerra Mundial va perdiendo su papel selectivo. El trazado por las zonas de montaña en el entorno de Niza se hará famoso y contribuirá a la reputación del Monte-Carlo.
En los años sesenta aparecieron las pruebas especiales, tramos cerrados al tráfico donde sólo contaba la velocidad. Sin embargo, para no perjudicar a los coches menos potentes, la clasificación sigue teniendo en cuenta un índice que pone las prestaciones en perspectiva y permite que una máquina de baja cilindrada gane a un vehículo con mayor potencia.
Este índice desaparece a mediados de los años 60. La victoria es entonces para el equipo que ha conseguido los mejores tiempos en las especiales y que es el menos penalizado. El Rally de Montecarlo se convierte entonces en lo que conocemos hoy día. Ha llegado la época de la profesionalidad y con ella la aparición de los equipos de fábrica y sus pilotos: Mini Cooper, Citroën, Lancia, Alpine, Porsche…, empiezan a escribir sus leyendas. Los días de los «gentleman drivers» ya son historia. Ahora los nombres que ocupan titulares son los de Paddy Hopkirk, Timo Mäkinen, Rauno Aaltonen, Vic Elford, Björn Waldegård, Sandro Munari, Jean-Claude Andruet … , y los de Antonio Zanini y Salvador Cañellas que, copilotados por Juan Petisco y Daniel Ferrater respectivamente, situaron sus Seat 124-1800 Grupo 4 , en la tercera y cuarta plaza respectivamente de la edición de 1977.
Hasta mediados de los años 80, una serie de pruebas de velocidad marcaban el recorrido del rally después del de concentración: recorrido de clasificación, recorrido común y recorrido final, antiguo recorrido de montaña. Los tramos especiales que se corrían en el llamado Arriere Pays Niçois, en los Alpes, Ardèche y Drôme que dan prestigio al rallye. Lugares legendarios, el Col de Turini, Burzet en Ardèche o Saint-Bonnet-le-Froid en Alto Loira, son punto de encuentro de los aficionados que desafían el frio y la noche para oír el sonido de los motores, de las ruedas de clavos desgarrando hielo y nieve, para sentir el alma del rallye…
Sonidos, imágenes …, los monstruosos Grupo B serán muy difíciles de olvidar: los Audi Quattro, Peugeot 205 T16, Lancia Delta S4 asociados a nombres de pilotos no menos inolvidables como Röhrl, Vatanen, Toivonen…
Pero la tragedia del Tour de Córcega en 1986 llevó a la Fédération Internationale de l'Automobile (FIA) a considerar seriamente las cuestiones de seguridad, tanto para los pilotos y copilotos como para los espectadores. Los grupos B quedan prohibidos para la temporada de 1987 y se cambian algunos planteamientos.
Por su parte, la organización del Monte-Carlo modifica mucho el recorrido de concentración, que terminará por desaparecer en 1997, así como los parques de reagrupación en las ciudades. Los puntos de asistencia se agrupan en una única ubicación con controles en entrada y salida para evitar excesos de velocidad en los sectores de enlace. Al suprimirse el recorrido de concentración se decía adiós a una parte importante de la personalidad de la prueba, si bien muchos críticos consideraban que esa parte del rallye era un vestigio del pasado «innecesario» e «insufrible». Son opiniones…
Así desde 1998, el rally comienza oficialmente en Mónaco, pero debido a la necesidad de incluir más etapas, a partir de 2007, la salida se trasladó más al oeste, a Valence. Después de diez años de ausencia en Vercors, Drôme y Ardèche, el Rallye Monte-Carlo volvió a conectar en 2007 con las raíces de su prestigioso pasado volviendo a los lugares míticos que formaron su leyenda. Pero eso ya es una historia muy reciente.
Aunque este rápido repaso del Monte-Carlo, no puede dejar de lado el «Monte-Carlo Historique», también organizado por el ACM, que si mantiene el recorrido de concentración.
La prueba, que este año llega a su 26 edición, se disputa (tras finalizar el XCII Monte-Carlo) del 31 de enero al 7 de febrero, y está reservada a los coches que participaron en el Monte-Carlo entre 1911 y 1983.
Una oportunidad de volver a oír sonidos del pasado, de la historia de esta legendaria prueba.
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