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CRISTIAN REINO
Sábado, 30 de enero 2016, 07:56
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, solo tiene 18 meses para situar a Cataluña a las «puertas de la independencia» y, aunque el calendario corre, no quiere quemar las naves antes de tiempo. Desde la premisa de que con el 47,8% de los ... votos a favor del secesionismo el Parlamento catalán no puede declarar la independencia, pero sí puede iniciar el proceso de desconexión, el nuevo jefe del Ejecutivo catalán ha arrancado la legislatura de la «postautonomía y la preindependencia» con pies de plomo. Con la «máxima ambición» y sin renunciar a nada, pero mirando de reojo a la política española, que está pasando por el trance que le tocó a la catalana para formar gobierno.
El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, considera que el rey Felipe VI no ha tenido una "neutralidad exquisita" que habría sido deseable en el proceso catalán, una posición que "sí ejerció cuando era Príncipe".
En una entrevista concedida a El Punt Avui junto con su predecesor en el cargo, Artur Mas, Puigdemont ha reconocido que no conoce "bien" al Rey, y ha coincidido con el expresidente en que es una persona "que se informa y no se precipita", aunque parece "atrapada en su rol". "Quizás lo que querría hacer no se corresponde con su agenda política y eso le hace perder neutralidad", ha considerado el presidente catalán.
Por su parte, Artur Mas ha valorado que "no le veo (al Rey) jugándosela de manera clara a favor" de la situación catalana, si bien ha valorado que "en privado, tras las cortinas, ha intentado ablandar algunas posturas" contrarias al proceso soberanista.
"Ellos (en referencia a España) parten de la base de que Cataluña es una propiedad. Podemos pedir, reclamar, salir a la calle, pero seguimos siendo una propiedad y nos tratan de esta manera", ha argumentado Mas.
Los primeros mensajes de Puigdemont han querido ser en clave social y apelando a una cierta moderación, abierto al diálogo con todos los grupos de la Cámara catalana y con el Estado, a la espera de que se despeje la incógnita de quién será el próximo inquilino de La Moncloa, lo que puede marcar el devenir de la legislatura catalana y quizá también el proceso soberanista.
Convergència y Esquerra, que suman 17 escaños en el Congreso, y que pueden actuar en bloque desde la Generalitat, en sintonía entre Carles Puigdemont (CDC) y su vicepresidente Oriol Junqueras (ERC), pueden ser decisivos en la gobernación. Ambas formaciones han dicho que no quieren un nuevo Gobierno del PP, aunque desde sus propios intereses partidistas incluso podría venirles bien. Un Ejecutivo central hostil hacia las reclamaciones separatistas, integrado por el PP y Ciudadanos, podría hacer crecer el número de independentistas, que es su objetivo último, pasar del 48% de los votos al 52%, para poder reclamar con todas las de la ley en Bruselas un estado catalán. Una reforma del sistema de financiación, que es lo que ofrecen Albert Rivera y los populares, no se antoja en estos momentos para nada suficiente para frenar al independentismo, pues no hay que olvidar que la actual apuesta secesionista de Convergència se desbocó en 2012, cuando Mariano Rajoy rechazó la propuesta de Artur Mas de un pacto fiscal en la línea del concierto vasco. En cualquier caso, la Generalitat no se cierra a la reforma del sistema, si bien en esta ocasión no quiere llevar la voz cantante de la negociación como en modificaciones anteriores.
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