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joseba vázquez
Miércoles, 1 de febrero 2017, 09:08
Un cierto desasosiego se ha instalado en Valencia de Alcántara, un pueblo situado en el extremo occidental de Cáceres, al lado mismo de la frontera con Portugal, desde que el pasado fin de semana llegara allí Arlindo Luis Carvalho, un hombre de 51 años ... considerado por los cuerpos policiales como «el mayor violador en serie de la historia de España». Carvalho salió el sábado de prisión tras cumplir una condena de veinte años por 35 agresiones sexuales probadas a mujeres. Detenido en enero de 1997, tras casi nueve años de abusos, fue sentenciado en 2000 por la Audiencia de Madrid a 514 años de reclusión por los citados delitos comprobados y 27 atracos cometidos a algunas de esas mismas víctimas, a las que a menudo desvalijaba después de forzarlas. Ya entre rejas, llegó a jactarse de haber perpetrado hasta 140 ataques a chicas. Portugués de nacimiento y nacionalizado español, se ha establecido ahora en Valencia de Alcántara, donde reside su madre y Arlindo Luis pasó parte de su juventud.
Alberto Piris, alcalde de la localidad extremeña, admite sin tapujos la intranquilidad que afecta a sus 6.100 convecinos desde que se confirmó la presencia de Carvalho. «Sí estamos detectando cierta alarma social. En la calle me lo han trasladado varias personas. Es lógico; sabiendo el historial que ha tenido este hombre, es normal que haya quien se sienta inquieto», confesaba el regidor a este periódico en la mañana de ayer. No es el único. «La gente está preocupada. Yo mismo tengo hijas jóvenes y esto no me gusta», nos dice desde un solicitado anonimato la propietaria de un local hostelero del pueblo. Pero la perturbación que se pasea por las calles de Alcántara no da para mucho más que una incómoda resignación. «Él ha cumplido con su condena y ahora mismo es una persona libre y, como cualquier otro ciudadano, amparado por el artículo 19 de nuestra Constitución, que establece que los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio. Por lo tanto, nosotros no nos podemos oponer a que esté aquí», sentencia Piris en una declaración institucionalmente intachable. El regidor desconoce los planes inmediatos del exconvicto, pero lanza un mensaje de serenidad: «Los cuerpos de seguridad del Estado van a velar por la seguridad de todos los ciudadanos de Valencia de Alcántara». Palabras que podrían interpretarse como un recordatorio preventivo a las autoridades competentes.
Un violador con horario
El resguardo que anhela el alcalde bien podría reclamarse también por los vecinos de pueblos colindantes si nos atenemos al modus operandi con el que Carvalho cometió sus delitos entre 1988 y 1997. El violador de Pirámides, como se le bautizó por actuar frecuentemente en las proximidades de la madrileña Glorieta de Pirámides, no ejercía de depredador sexual precisamente cerca de su residencia, en Fuenlabrada, donde trabajaba como instalador de gas a domicilio. Lo hacía bastante más lejos y con unos horarios calcados y metódicos. De lunes a viernes delinquía entre las ocho y las once de la noche, cuando recogía a su esposa a la salida del trabajo; y los fines de semana, de tres a seis de la tarde.
el riesgo de la reincidencia
«Los tratamientos que se están llevando a cabo ahora mismo en prisiones con agresores sexuales tienen bastante éxito. Su porcentaje de reincidencia es bastante menor que en la delincuencia general en este caso suele rondar el 40%, mientras que los agresores sexuales suelen tener una reincidencia del 20-22%, sin tratamiento; cuando hay un tratamiento suele caer al 4-6%. Es decir, las actuaciones suelen tener mucho éxito». Este es el optimista dato estadístico que ofrece la criminóloga Nahikari Sánchez, que admite, claro, que «al no tratarse de un delito normal, como si te roban la cartera, es mucho más victimizante y crea una gran alarma social». En el caso concreto del violador de Pirámides, a Sánchez le pone en alerta que «previamente no ha tenido permisos carcelarios ni beneficios penitenciarios» y cree que, como con otros exreclusos, «ahora, en la calle, debe haber un seguimiento».
El disciplinado agresor, que en los inicios de su vergonzoso historial tenía 23 años, intimidaba a sus victimas cuchillo en mano en las paradas de metro o de autobús y, atemorizadas a filo de navaja, las llevaba hasta algún descampado. Allí consumaba su crimen. En cierta ocasión, asaltó a una madre con su hija a la salida de un hipermercado, introdujo a la primera en el maletero y forzó a la segunda en el interior del vehículo. Su doble vida de hombre casado y trabajador no le hacía sospechoso. Por eso, su detención hace ahora justo veinte años sorprendió a la mayoría de sus conocidos. «Ya era hora», dicen que espetó entonces a los agentes que le arrestaron. En aquel momento, la esposa de Carvalho estaba embarazada del segundo hijo de ambos...
La apariencia actual del violador de Pirámides existen imágenes recientes dista mucho de la de un delincuente insensible. Con el pelo y la barba encanecidos perfectos, hasta elegantemente recortados y unas discretas gafas, Arlindo Luis pasaría sin dificultades por un circunspecto profesional liberal.
«No se ha arrepentido»
¿Está justificada la relativa psicosis declarada en Valencia de Alcántara? Al menos es comprensible, según Blanca Estrella, presidenta de la asociación en defensa de la mujer Clara Campoamor, y Nahikari Sánchez, al frente de la Asociación Profesional de Criminólogos de Navarra. La primera opina que «es muy triste que una feminista como yo tenga que decir que la libertad de estas jóvenes y las de los pueblos de alrededor queda mermada», y espera que «la Guardia Civil, de alguna manera, tome precauciones». Dice esto porque, según su experiencia, este tipo de individuos «no se reinsertan». «En su caso, además, no ha tenido beneficios penitenciarios ni ha pedido perdón. No se ha arrepentido».
Blanca Estrella denuncia también lo que considera «un error de los abogados de las acusaciones y la propia Fiscalía. Cuando se le juzgó por las violaciones que cometió después de 1995 no se cumplió lo que incluímos en la reforma del Código Penal de ese año; que si el condenado es peligroso cumplirá todas las penas a partir de la totalidad, entendiendo que es de 30 a 40 años la condena máxima. Ese es el tiempo que tenía que haber cumplido». A cualquier delincuente se le juzga en base a las leyes vigentes en el momento en que delinque. A Carvalho, según Estrella, le correspondían penas mayores por las violaciones perpetradas desde 1995 hasta su detención.
Nahikari Sánchez coincide con esta apreciación, pero ve con cierto optimismo las posibilidades de que el expresidiario no reincida. «En principio, es una persona con posibilidades de reinserción; su perfil tímido y sin trastorno mental presenta un buen pronóstico». «Pero me preocupa que quizás no haya sido objeto de algún programa de intervención de calidad por parte de profesionales para reducir ese riesgo de reincidencia. Si esto no se ha hecho, está en la misma situación que cuando entró, o incluso peor», matiza la criminóloga, para quien lo sustancial es que «no haya nuevas víctimas» de Arlindo Luis Carvalho.
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